Afganistán al descubierto

Los archivos confidenciales que salieron a la luz el domingo pasado pintan un retrato sombrío de la guerra en Afganistán. A continuación, un repaso de los hallazgos más relevantes y las implicaciones políticas y militares para EE.UU., sus aliados y sus enemigos.

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Para ojos inexpertos podría parecer una ecuación matemática. Y, hasta cierto punto, lo es. “7 x NC KIA”, dice. Resume lo que sucedió el domingo 17 de junio del 2007. Seven non-combatants killed in action. Siete no combatientes muertos en acción.

Significa que siete personas inocentes, ajenas al conflicto bélico en Afganistán, que nada tenían que ver ni con los insurgentes afganos, ni con las tropas extranjeras, murieron ahogadas en su propia sangre.

Es apenas una corta frase tomada de uno de los 91.731 archivos colgados el domingo pasado en el sitio web WikiLeaks (especializado en la difusión de documentos secretos), en la fuga militar más grande de la historia estadounidense. Una frase de siete caracteres, que resume las vidas y muertes de siete seres humanos. Por cierto, todos eran niños.

Tan significativo como la publicación de los datos confidenciales en la web, fue el esfuerzo periodístico de tres de los medios de comunicación más prestigiosos de mundo –Der Spiegel (Alemania), The Guardian (Inglaterra) y The New York Times (EE.UU.)– que hace varias semanas se dieron a la tarea de traducir a historias y sucesos, los datos que almacenaban las miles de bitácoras confidenciales.

Tras negociar con el polémico portal y llegar a un acuerdo de publicación, el cual consistía en un embargo hasta el domingo 25 de julio, los tres medios emprendieron un complejo proyecto de procesamiento de datos cuyos alcances e implicaciones apenas empezamos a comprender.

Revelaciones inesperadas

El encubrimiento y las omisiones sistemáticas por parte del ejército estadounidense dejan con un fuerte sinsabor a una opinión pública que ya de por sí cuestionaba la efectividad de la guerra en Afganistán.

La costumbre de higienizar los reportes de combate, en numerosas ocasiones omitiendo la mención de civiles muertos y heridos, reaparece a lo largo de los archivos.

Las bitácoras también pintan el retrato de un régimen talibán fortalecido con acceso a tecnología de último modelo.

Un informe que circuló internamente el 25 de agosto del 2007 advirtió que una agencia de espionaje externa regularmente rastreaba llamadas altamente confidenciales que se hacían desde el cuartel general de Estados Unidos en Kabul.

Pero más preocupante aún es el armamento de misiles buscadores de calor que, según indican los documentos divulgado por WikiLeaks, ahora yacen en manos del Talibán.

En 1986, la resistencia afgana, armada con equipo detector de calor que les entregó la CIA, le comprobó a la Unión Soviética la devastación de la cual es capaz al estar armada con esa tecnología, incluso cuando se trata de la batalla contra un ejército moderno.

Durante mucho tiempo, la coalición internacional y sus fuentes de inteligencia han insistido en que los talibanes, por más que lo intentaran, nunca lograrían apoderarse de tecnología capaz de derribar aviones ya que los equipos no se consiguen en el mercado negro.

No obstante, los registros de WikiLeaks indican que en varias ocasiones los insurgentes abrieron fuego, con tecnologías avanzadas, sobre aviones estadounidenses y que todos esos incidentes se han suprimido del registro público. Se hacen referencias a grupos de resistencia que se cree que tienen en su posesión equipo de esa naturaleza desde el 2005.

Tan presente está la amenaza, que el cielo afgano regularmente se alumbra con dispositivos diseñados para desviar a los buscadores de calor, que se revientan como táctica defensiva.

También alarman a la comunidad internacional las referencias a unidades secretas de comando como el Task Force 373 (Destacamento 373), un grupo encubierto de operaciones especiales que responde directamente al Pentágono, por lo que escapa al dominio y autoridad de la Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad (ISAF por sus siglas en inglés) en Afganistán.

Antes del domingo, se había hecho un gran esfuerzo por proteger los detalles del despliegue del Task Force 373. Sin embargo, tras la divulgación de las bitácoras, trascendió la información de que esta unidad se dedica a “desactivar” los jerarcas del régimen talibán y a insurgentes claves, capturándolos o matándolos, sin requerir de un juicio.

Unos 85 informes publicados por WikiLeaks revelan a más de 2.000 figuras del Talibán y al-Qaeda que están en la lista de blancos que había que matar o capturar, conocida como JPEL por sus siglas en inglés (Join Prioritised Effects List).

“En muchos casos, la unidad se ha embarcado en misiones con la intención de capturar e internar a un blanco; pero en otros simplemente los ha matado sin intentar realizar la captura”, explica The Guardian en su versión digital.

“Las bitácoras también revelan que TF 373 ha matado hombres, mujeres y niños civiles, y hasta agentes de la policía afgana que, sin percatarse de ello, se metieron en la zona de fuego”.

La noche del lunes 11 de junio del 2007, según los registros divulgados, el equipo especial se embarcó en una misión con las fuerzas especiales afganas. La meta, según cuenta The Guardian, era capturar o matar al comandante talibán Qarl Ur-Rahman en un valle cercano a Jalalabad.

Cuando se acercaron al blanco, alguien los alumbró con un foco, lo cual hizo que empezara una balacera y se diera la solicitud de apoyo aéreo. La misión original se abortó y el TF 373 regresó a la base. Sin embargo, el reporte de seguimiento registró “7 x ANP KIA, 4 x WIA”.

Es decir, descubrieron que las personas a las que les habían disparado en la oscuridad eran agentes de la policía afgana, de la cual siete estaban muertos y cuatro más heridos.

La segunda línea de la bitácora recalcaba que el operativo debía “mantenerse protegido”, incluso de los otros países que contribuyen con las fuerzas ISAF.

En ese momento, la coalición publicó un comunicado de prensa refiriéndose a la balacera y el apoyo aéreo que habían pedido; sin embargo, se abstuvieron de reportar que habían herido o matado a 11 policías.

El comunicado agregó que “no hubo nada durante el tiroteo que indicaba que la fuerza contraria era amistosa. Los individuos que abrieron fuego a la fuerzas de la coalición no estaban uniformadas”.

Para The Guardian, las declaraciones son un claro indicio de que los militares temían que la verdad podría llegar a filtrarse. El periódico inglés también recalcó que el comunicado en ningún momento se refirió a la participación del TF 373.

Igualmente han quedado al desnudo los desaciertos de un equipo secreto paramilitar de la CIA que opera en Afganistán.

Un documento con fecha 21 de marzo del 2007, por ejemplo, sintetiza el caso de Shum Khan, un hombre que no respondió ante las advertencias del grupo paramilitar y recibió un balazo en la pierna.

La bitácora de esa fecha registra que la fuerzas norteamericanas luego se enteraron de que el hombre era sordo.

Lealtades en duda

La desconfianza entre el ejército de Estados Unidos y las autoridades locales es otro problema que subraya la publicación del sitio WikiLeaks.

El gobierno afgano, las fuerzas policiales y el ejército nacional son de lealtad y competencia muy cuestionable, según The New York Times, que afirma que las bitácoras evidencian sabotajes y engaños aplicados a través de amenazas, encantos, violencia, dinero, fervor religioso y llamados populistas.

Los documentos también ponen en duda la adhesión entre Estados Unidos y Pakistán, ya que unos 180 documentos revelan una fuerte ambigüedad en las alianzas de este país que, por un lado, se vincula con los norteamericanos y por otro, con las fuerzas talibanas.

Es de conocimiento público que el servicio secreto de Pakistán originalmente ayudó a fortalecer y desplegar el régimen talibán a finales de los años 80, cuando Afganistán se vio envuelto en una sangrienta guerra civil.

Sin embargo, a pesar de que el gobierno pakistaní insiste en que esos lazos ya se rompieron, la evidencia más reciente es un duro respaldo para la tesis de que Pakistán está jugando en ambos bandos. “Los documentos claramente demuestran que la agencia de inteligencia pakistaní es la cómplice más importante de los talibanes, fuera de Afganistán. La guerra contra las fuerzas de seguridad afganas, los estadounidenses y su aliados ISAF aún se conduce desde Pakistán”, reza Der Spiegel.

Reacciones fuertes

Para The New York Times los documentos, en términos muy generales, no contradicen los registros oficiales de la guerra.

Sin embargo, el medio recalca que en algunos casos los documentos demuestran que el ejército estadounidense hizo declaraciones públicas engañosas, por ejemplo, atribuyendo el derribo de un helicóptero al uso de armas convencionales, en vez de misiles buscadores de calor, o dándole a las fuerzas afganas el crédito de misiones que en realidad fueron efectuadas por comandos de operaciones especiales.

Para el presidente de EE.UU., Barack Obama, la información divulgada no es sorpresiva.

“Si bien me preocupa la revelación de información sensible del terreno de batalla que podría potencialmente poner en riesgo a personas y operaciones, el hecho es que esos documentos no revelan nada nuevo”, declaró.

“De hecho, señalan los mismos problemas que me llevaron a decidir una amplia revisión de nuestra política en Afganistán”, agregó, recalcando que la lucha es, en gran parte, producto de la desatención que recibió el país durante el gobierno anterior.

Pero eso no le sirvió de consuelo a Rachel Reid, la encargada de investigar las muertes de civiles para la Organización No Gubernamental Human Rights Watch, quien aprovechó la coyuntura para hacer un llamado de atención, insistiendo en que la responsabilidad no es algo que se asume simplemente cuando se ha sido pillado.

“Estos archivos sacan a la luz lo que ha sido una tendencia consistente de EE.UU. y las fuerzas de la OTAN: la ocultación de bajas civiles. A pesar de numerosas directrices tácticas que ordenan investigaciones transparentes cuando mueren civiles, en meses recientes he investigado incidentes donde esto aún no está sucediendo”, lamentó.

Para el Poder Ejecutivo de Estados Unidos, la información no pudo haberse publicado en un peor momento. Dos días después de la difusión masiva del material, Obama le pidió a la Cámara de Representantes, fondos urgentes para la ocupación en Afganistán.

La propuesta se aprobó con 308 votos a favor y 144 en contra, lo cual permite a Obama otorgar $37.000 millones más para la ocupación de Iraq y aumentar a 33.000 soldados la de Afganistán.

Sin embargo, los legisladores rechazaron–en un contundente voto de 372 contra 37– la propuesta del Presidente de retirar el ejército estadounidense de Pakistán.

La agencia de noticias AFP resalta que la segunda votación visibiliza el potencial de impacto que podría tener la publicación de WikiLeaks en el debate estadounidense sobre el conflicto.

La administración Obama ha negado fervientemente que haya pintado una imagen ficticia de la guerra en Afganistán.

También ha insistido en el hecho de que los documentos divulgados corresponden a hechos sucedidos entre enero del 2004 y diciembre del 2009, por lo que no incluyen información del aumento de tropas que se implementó a finales del año pasado.

En su editorial del 26 de julio, el Los Angeles Times declaró: “ninguna democracia puede ni debe luchar una guerra sin el consentimiento de su pueblo, y ese consentimiento únicamente es significativo si está basado en información veraz”.

Se suma al escepticismo, la sensación de que la guerra que se da no progresa (desde que comenzó, ha habido un aumento sostenido en el uso de artefactos explosivos improvisados por parte de los talibanes, que han matado a miles de civiles), a pesar de que ya le ha quitado más de $300.000 millones a la economía estadounidense.

Por ello, es inevitable comparar la revelación de WikiLeaks con la filtración de archivos del Pentágono en manos de Daniel Ellsberg, en 1971, durante la guerra de Vietnam. El final de esa historia ya la conocemos.