Un nuevo poemario de Elliette Ramírez: ‘Balada para amantes sin rostro’

Esta obra literaria no es solo el resultado de la expresión de los sentimientos del yo lírico: es otra forma de cuestionarse estética, mítica y filosóficamente el sentido de la vida.

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Para los seres que amamos la poesía, adentrarnos en un buen poema es una experiencia estética y filosófica. Tratándose de Elliette Ramírez es un privilegio que el alma sensitiva celebra jubilosa, por tratarse de una escritora de primera línea, ante quien las palabras parecen someterse dócilmente a su dominio, como si fluyeran de manera espontánea y natural del río fresco y desbordante de su inspiración, tal es la maestría de su verbo elocuente. Prueba de ello son sus poemarios: Nostalgia (1994); Simetría del silencio (1998); Hoguera infinita (2006); ConSentido (2011); Para acariciar la piel de la sombra (2014) y Balada para amantes sin rostro, con una marcada recurrencia del tema erótico. Varios poemas de sus primeros libros han sido seleccionados en importantes antologías, incluso en una dedicada exclusivamente a la poesía erótica, y han sido objeto del interés de la crítica en numerosos congresos y ferias del libro por la originalidad del tratamiento temático, llegando muchos de ellos a alcanzar el fervor del público, como el famoso poema “Confieso amor”, muy solicitado en recitales y espacios dialógicos de poesía.

Balada para amantes sin rostro tiene un claro contenido erótico, elaborado con imágenes sugerentes y audaces, de una gran delicadeza expresiva. Pero se diferencia de los predecesores en que este es más reflexivo, filosófico y profundo. Introduce un intertexto novedoso en la autora: el de la mitología griega, en versión libre. No se trata de una interpretación ortodoxa de los mitos griegos, sino que los mitos griegos y romanos se traslapan al antojo de la imaginación poética, y son solo un pre-texto para desplegar los diversos discursos ––eróticos, filosóficos, psicológicos, culturales–– de este complejo poemario. El tema gira en torno a la pasión amorosa entre dos amantes que juegan a ser dioses o semidioses: un Centauro o un Cíclope, con su amada, de naturaleza ambigua, metamórfica:

Paradoja constante

soy

Ninfa

Cierva

Hembra Centauro

Paloma o Alondra.

quizá

Águila Madre

o sigilosa serpiente.

La relación con estos seres mitológicos, dotados de las potencias primigenias de la naturaleza, se describe en términos propios de su naturaleza polimórfica. Como figuras míticas, representan los arquetipos más profundos de la psique. El yo lírico establece una relación dialógica con estas criaturas, asumiendo el rol desde una perspectiva de igualdad, de asimilación metamórfica, que nos traslada in illo tempore a un tiempo mítico que rompe los esquemas convencionales para insertarnos en el mundo maravilloso del mito:

Forjándonos duales

desde las pezuñas hasta las crines.

Lucientes los cascos de plata

los erguidos senos.

Acaríciame la cruz

el trapecio

las ancas

baja hasta el tendón de Aquiles

delicioso Centauro.

Hay referencias a otros contextos míticos, cuyo tratamiento suele ser más libre, con la excepción del poema que narra el amor de Hera por Zeus (llamado con el apelativo romano de Júpiter) con más apego al mito tradicional, pero con una lectura moderna de la condición de la diosa-mujer: enamorada, celosa, agredida e incomprendida. A partir de esta estructura temática, la realización estética del poemario aborda la expresión poética de una experiencia hierofánica y una expresión sensual. El erotismo es el soporte material que envuelve la inmediatez de lo sagrado, la epifanía del misterio, de modo que la escritura amorosa de Balada para amantes sin rostro deambula entre los discursos mítico y erótico para obtener una mezcla de sensualidad y espiritualidad en perfecto contubernio.

Retrátame de azul con todo el egoísmo.

Consume el discernir del yo te amo.

Desnúdame

en la nada sin palabras.

Con lentitud de lirios deja al rocío temblar en mis pestañas.

Y en esta identidad de bruma

dréname

sin desgarrarme el alma ni mi cuerpo

habitante secreto de mi sombra.

La elección de estos actantes míticos permite que los efectos de la subjetividad dejen de ser los conocidos y reconocidos a partir de un yo lírico fácilmente distinguible, para ocultarse detrás del ropaje de otras voces que, en su carácter arquetípico, tienen la virtud de universalizar la peripecia amorosa, gracias a los cánones culturales que los arropan. La experiencia del sujeto se mantiene en un plano transversal del mito que traspasa lo humano, a través del cual el sujeto poético se expresa. El impulso erótico se manifiesta en términos de Bataille como “una disolución de las formas constituidas”, en donde el sujeto amoroso se convierte en ofrenda y a la vez en oficiante del ritual mágico-místico-erótico en la consumación de la unión con el amado. Esta tríada de mujeres-diosas se deja llevar en una corriente de intensidades entre lo instintivo animal, lo sagrado y lo humano en donde se entregan a la fragilidad de sí mismas, pero a la vez asumen la coherencia y fortaleza de la condición divina:

¿Hasta cuándo negar la pertenencia?

Si somos como el viento

el sol

el fuego

el agua.

Símbolos de la memoria inconsciente de los estanques.

Acicate del paralenguaje del cortejo amoroso.

Las imágenes cósmicas les confieren la potencia de la vida, diosas-madre, creadoras y partícipes de los ciclos de la existencia bajo el influjo de la relación amorosa. En ocasiones pareciera que el amor es una experiencia fáctica, inscrita en un destino inapelable y trascendente:

Intenté revelarte que soy esa mujer

ante el espejo fantasmal de los enigmas.

No una simple mujer.

Soy la mujer

que el azar bosquejó en el estío de tus sentidos.

Roja flor más allá de las esferas sin

lugares vacíos.

Tu presentida e intemporal que el destino obliga

sin preguntas sagaces

sin discursos contrarios a la verdad.

Inevitable el lenguaje sensorial en nuestros cuerpos.

Por su naturaleza filosófica, subyace en el lenguaje poético de Elliette Ramírez un aire de tangencia, de inasibilidad, de indefinición, del ápeiron de Parménides y Heráclito, aquello que no se queda anclado en la etapa sensible sino que invita a alcanzar un entendimiento de algo que nos excede, nos conduce a otra forma de conocimiento, que requiere reflexión, como en estos dos ejemplos:

¿Importarán, los desafiantes entretelones de la duda

en los escalones del misterio?

El verbo nos cita prendidos en preguntas

reptándonos en una sucesión de eternidades.

Con la daga pendiente

no podemos estar ni seguros de la sombra.

Amo el impulso amoroso del espejo infinito,

quehacer poético de todos los tiempos.

Amo las fuerzas de la complejidad de la mente.

Sólo somos lo que soñamos, lo que queremos ser,

sombreados o luminosos, rescatándonos a pulso

del vacío inclemente de la adversidad.

Balada para amantes sin rostro es la “historia” de quien no está segura de nada fuera de su propia conciencia, que la conduce al laberinto de los espejos-espejismos. Donde la relación pasional ofrece otra forma de acercarse a la existencia humana, a partir de un sabiduría primigenia; nos enfrenta con los eternos enigmas, tan emparentados con las expresiones del inconsciente, con un retorno al lenguaje originario del mundo mítico y, por lo tanto, con los símbolos y arquetipos a los que se llega por la vía intuitiva, onírica o sagrada; donde la imagen simbólica despliega sus potencialidades. Este poemario no es solo el resultado de la expresión de los sentimientos del yo lírico: es otra forma de cuestionarse estética, mítica y filosóficamente el sentido de la vida. Para sus lectores, significará motivo de goce, de disfrute y de íntimo regocijo. Con suma complacencia, invito a penetrar en este grato universo poético, con la seguridad de un gozo garantizado y pletórico.