¿Por qué es peligroso vivir en una cultura de conversaciones light?

En su nuevo libro, titulado ‘Contra lo light: Ensayos adversativos’, Camilo Retana se envalentona para lanzar reflexiones necesarias sobre las redes sociales, el servicio Uber, la autoayuda y hasta el gimnasio. Compartimos una conversación con el premiado autor

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De la misma forma que el oro, los libros adversativos escasean. No es para menos: al tratar de diseccionar un fenómeno social, inevitablemente, polemizan conductas y pensamientos que a cada generación le toca lidiar a su manera.

Camilo Retana, de cepa filósofo, entra en este terreno tan rico como complejo, sumándose a una tradición que ha crecido en pequeñas dosis y con autores como Jorge Carrión, Mark Greif, Luciano Concheiro y Mario Yépez. Ellos, desde sus respectivas trincheras, han criticado la televisión, el consumo capitalista, la idea de la libertad, entre otros puntos de discusión.

Tras recibir el Premio Nacional de Ensayo Aquileo Echeverría, Retana no pone sus manos en el suelo para reflexionar cómo la cultura de lo ligero daña las sociedades contemporáneas. Para acompañar el lanzamiento editorial, que se realizó este 5 de mayo, conversamos con el autor de Contra lo light: ensayos adversativos.

—¿Cómo te decidiste a hacer un ensayo así de crítico? ¿Cuál fue el punto de quiebre que te hizo pensar: ‘en verdad necesito escribir esto’?

—El libro surgió a partir de un deseo de interrogar una serie de fenómenos que me interesan, no de una manera impersonal o en un nivel meramente conceptual o sociológico, sino más bien en primera persona. Ninguno de los asuntos que trata el libro me es indiferente porque, en realidad, nadie puede abstraerse a fenómenos como los productos light o las redes sociales.

“Si escribí sobre estas cosas es porque cada una de ellas me importa y me atañe. No me siento afuera de ninguna de los temas que el libro aborda. Fenómenos como Uber, los subtítulos o los gimnasios conforman una atmósfera cultural en la cual nos desenvolvemos y un clima de época en el cual vivimos. Quise escribir el libro porque considero que una manera de relacionarnos con esas cosas podría consistir en rechazarlas. La negación crítica de algo puede ser en sí misma una forma de sentir y de existir, como lo señala Alexander Jiménez en la contraportada del texto”.

—La tradición adversativa suele ir de la mano con el eufemismo de hater. ¿Qué pensás de ese término?

—Pienso que la fuerza del “no” es a menudo objeto de una desestimación que simplifica demasiado las cosas. Un lugar común consiste en señalar que no se puede criticar un problema si no se tiene bajo la manga la solución a ese problema. Yo creo que negarse, decir “no”, es un acto político necesario en cualquier democracia, e incluso en cualquier sociedad. Quizá se trate, en cierto nivel, del acto político más importante que existe.

—Bien decís que la cultura light propicia la idea de no criticar si no hay una propuesta. ¿Cómo explicarías la necesidad de no generar ese tipo de restricciones y no volcarse a las tan usuales filosofías de servilleta que abundan en la web?

—Creo que como cultura tenemos una especie de obsesión con el pensamiento positivo. Estamos bombardeados de discursos que nos insisten en que debemos vivir afirmativamente: decir si a todo cuanto podamos para no arrepentirnos después, ser felices a toda costa, olvidar lo que nos duele, ser delgados y atractivos, etc. Toda esta cultura individualista parte de un salaz olvido del vínculo comunitario. La autoayuda, por ejemplo, nos invita a ocuparnos de nosotros mismos en la medida en que hemos dejado de creer que podemos acompañar a otros.

”El imaginario light, por otra parte, nos conduce a borrar de cuajo la conflictividad social para abrazar un inverosímil ideal de liviandad. Pienso que adversar horizontes éticos que, como estos, despiertan consensos tan abrumadores, es actualmente más importante qué predicar el tipo de orden que debiera suceder a este en que vivimos.

—En el libro decís que lo light ahuyenta la polémica, pero también hay polémicas light. ¿Cómo distinguir el límite entre la polémica que pueda nutrir una discusión o la polémica ligera?

—Pienso que la polemización es, en general, una actividad necesaria para que los regímenes políticos gocen de buena salud. Lo que tiene lugar en la mayoría de discusiones en las redes, sin embargo, es una palabrería agresiva y autoreferencial que no tiene nada que ver con la polémica. Lo mismo ocurre en los foros de discusión. Si usted lee los comentarios al pie de los artículos de opinión de los periódicos notará que muchos de los comentarios no guardan relación con lo que sostienen los articulistas. Un diálogo sordo como ese no puede calificarse de polémica. La polémica implica registrar y sentirse acuciado por los argumentos del otro.

—Capítulos como el de Uber son muy fuertes en su discurso. ¿Sufriste de autocensura en algún momento de escribir el libro por temor a algún discurso en particular?

—En el caso de este libro escribí sobre los tópicos que elegí porque cada uno de ellos me afecta y me suscita interrogantes personales, no porque me sintiera eximido con respecto a ellos. Mi interés no era criticar estos fenómenos como quien los observaba desde las alturas, pues de hecho solo se puede estar en contra de algo cuando ese algo se refiere a uno. En esa medida, había una línea delgada entre una postura decididamente adversativa y el simple rechazo irrestricto y plano de cualquier cosa. En momentos en que sentí que los ensayos cedían a la tentación de caer en esto último intenté remediar el asunto apelando al sentido del humor.

—¿Cómo diseccionar cuando algo es light? ¿Cuándo lo light deja de ser light?

—Creo que lo light no es un conjunto de propiedades inherentes a los objetos sino una manera de poner a circular significados y productos culturales. En esa medida, un fenómeno puede ser light y dejar de serlo, así como también puede ocurrir lo inverso: un elemento puede devenir light sin haberlo sido previamente. La cultura light es una cultura marcada por un ideal de liviandad, por una disipación de lo real y por una pérdida del espesor de lo histórico. Las cosas dejan de ser light, o comienzan a serlo, en la medida en que pasan o dejan de pasar por el filtro de ese ideal de liviandad.

—Sé que en el libro lo decís de distintas maneras, pero si pudieras concentrarlo en una respuesta, ¿por qué nos cuesta tanto resistirnos a los encantos que produce la cultura light?

—Porque se trata, precisamente, de una forma de poder que opera sobre el deseo. Uno de los rasgos comunes a todos los fenómenos abordados en el libro es que trabajan a partir de la seducción y el placer y no de la imposición o la fuerza. Vamos al gimnasio, por odioso que nos parezca, no porque alguien nos obligue a hacerlo (más allá de alguna recomendación médica), sino porque nos convencemos de que nos provoca placer. Esto para dar un ejemplo del libro. Pero lo que quiero decir más allá de este ejemplo es que la cultura light no solo decide buena parte de lo que somos, sino también buena parte de lo que deseamos. De ahí que decir “no” a esa cultura constituye algo más que una cabezonada: se trataría de apropiarnos de nuestro deseo para volver a hacernos cargo de él.

Tu texto lleva una gran escala de grises muy interesante de reflexionar, como el capítulo dedicado a las redes sociales. En particular, ¿cómo fue que planificaste esos episodios? ¿Cómo fue retratar lo bueno, lo malo y lo intermedio de la era digital?

—El ensayo Contra las redes sociales es un buen ejemplo de lo que te decía recién. Como otras personas, pasé muchas horas haciendo scroll a mi teléfono mientras me preguntaba por qué si las redes me producían tanto tedio las usaba de manera tan asidua. Acá no pretendo desdeñar apocalípticamente las redes; imagino que algunas personas con imaginación deben hacer un uso de ellas mucho más sofisticado o inteligente del que solía hacer yo. A lo que me refiero más bien es a un consenso social tácito que nos impide pensar en las redes como algo eventualmente rechazable.

”Las redes sociales reciben un sinnúmero de críticas, pero casi todas ellas se refieren a moderar su uso, a encontrar formas más razonables de entrar en relación con la tecnología. A mí me interesaba más bien poner a funcionar otro tipo de pregunta: ¿qué pasaría si simplemente nos limitáramos a prescindir de las redes, a vivir en contra de sus mandatos? ¿Qué pasaría con nosotros si hiciéramos a un lado estas tecnologías? Parece una empresa imposible, porque sin redes el mundo quizá nos parecería vaciado de sentido. Pero es justamente ese vaciamiento el que me parece interesante de explorar. Creo que el estar en contra de algunas cosas que se supone que deberíamos desear, obligatoriamente podría habilitarnos a vivir de otra manera.

—Si tuviera que destacar algún rasgo de este libro, con todas sus limitaciones, puntos ciegos e insuficiencias, es que se trata de un libro sin propósito. Me parece que si el libro tiene algún logro, sería ese.

Contra lo light: ensayos adversativos es publicado por Uruk Editores y se puede conseguir en Libros Bastet en Heredia, Librería Andante en San Pedro, Librería Francesa en Barrio Escalante y La Escalera Ilustrada en Grecia.