Pinocho llegó para quedarse en Costa Rica

En este artículo se destaca su importancia de esta singular marioneta en el teatro y el desarrollo editorial de nuestro país y se hace referencia a aspectos generales de la obra de Carlo Collodi

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El 2 de abril se conmemoró el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil, y esta es una ocasión adecuada para hablar de Pinocho, no solo como el célebre personaje italiano, pues se reconoce su relevancia en la cultura costarricense.

Debe señalarse que la Universidad para Extranjeros de Perugia, la Fundación Nacional Carlo Collodi y la Fundación Uniser Pistoia, instituciones italianas, publicarán una obra llamada Atlante Pinnochio o Atlas Pinocho, pues en el 2023 se recordó el 140 aniversario de la primera edición de un libro considerado, de manera indiscutible, como un clásico de todas las edades.

El Atlas se presentará el 27 de mayo en el Instituto de la Enciclopedia Treccani, ubicado en Roma. En los días posteriores, se realizarán actos académicos en las ciudades de Perugia y Pistoia. Debe entenderse que un atlas es, en un principio, una colección de mapas, por esa razón en un solo volumen, de la obra mencionada, se registran los viajes de Pinocho por el mundo. Se da cuenta de reediciones, traducciones o reelaboraciones que se han hecho de la historia de su historia en más de 70 países del orbe, entre ellos, Costa Rica.

En este artículo se destaca su importancia de esta singular marioneta en el teatro y el desarrollo editorial de nuestro país y, antes, se hace referencia a aspectos generales de la obra de Collodi.

Pinocho nació en un periódico para la infancia

Carlo Lorenzo Fillippo Lorenzini nació en Florencia, en 1826. Era un periodista y escritor que firmaba sus obras con el seudónimo de Carlo Collodi. En 1875, con casi 50 años cumplidos, tradujo del francés los cuentos populares de Charles Perrault. En ese libro se encuentran versiones muy conocidas de clásicos como La Cenicienta, El Gato con botas o La Bella Durmiente del Bosque; por medio de este trabajo, empezó a tener un sitio en el contexto de la literatura infantil.

En esa época se dieron a conocer varias publicaciones periódicas para niños en Inglaterra o Estados Unidos; debe recordarse, por ejemplo, que José Martí dio a conocer su revista La edad de oro en 1889. En Italia se dio a conocer Giornale per i bambini, o Periódico para niños; en ese medio, Collodi publicó, entre 1881 y 1883, en 36 capítulos o entregas, una novela conocida como Storia di un Burattino, traducida como Historia de un títere o Historia de una marioneta, o bien Le avventure di Pinocchio o Las aventuras de Pinocho, que en terminó conociéndose sencillamente como Pinocho.

Fue tal el éxito que los 36 capítulos se reunieron, en un solo libro, a partir de 1883. Hoy se encuentra traducido a más de 200 lenguas, aparte de las múltiples versiones cinematográficas y teatrales, por lo que ya es parte del imaginario de la literatura infantil universal.

Debe considerarse que la versión de Collodi dista mucho de las adaptaciones realizadas por Disney. Por ejemplo, la marioneta es ahorcada por su mal comportamiento, luego resucita. O bien, fue engullido por un tiburón, nunca por una ballena.

Pinocho ingresa a Costa Rica

La Editorial Calleja, fundada en Madrid en 1876, hizo la primera traducción de Pinocho a nuestra lengua. Esta empresa también dio a conocer otros libros, que nunca fueron firmados por Collodi, en una serie llamada «Pinocho contra Chapete». Entre las aventuras, imaginadas al margen de la obra original, se encuentran «Pinocho, Chapete y los Reyes Magos (Chapete busca desquite)», «Pinocho en la isla de las mentirijillas» o «Pinocho hace justicia». Es necesario acotar que la Editorial Calleja no acostumbraba a registrar el año de edición de sus libros.

Según explica la escritora Adela Ferreto, en Costa Rica se empezó a vender Pinocho en la Librería e Imprenta Alsina, que se encontraba en las inmediaciones de la avenida central, hecho que posiblemente ocurrió durante las primeras dos décadas del siglo XX. Se trataba de las ediciones españolas de Calleja.

Se tiene certeza de que Carmen Lyra, como profesora de la Cátedra de Literatura Infantil de la Escuela Normal de Costa Rica, situada en Heredia, difundía la lectura de la obra de Collodi. Al respecto, la profesora Adela Ferreto afirmaba: “En la Escuela Normal (1922), me volví a encontrar con Pinocho. Allí lo conocieron Luisa González y Carlos Luis Sáenz. En sus lecciones de literatura infantil, Carmen Lyra nos hizo elogios del libro, nos invitó a leerlo y nos puso a dramatizarlo.”

Son razones suficientes para comprender los motivos por los que estos jóvenes maestros, que también eran escritores, elaboraron piezas dramáticas sobre Pinocho. Es posible clasificar estas obras en tres grupos: las que representan un fragmento de la obra original, las que hacen dialogar al muñeco de madera en situaciones alejadas de la obra italiana y las que intentan adaptar y escenificar la totalidad de la novela de Collodi.

Un fragmento de la obra original

Luisa González publicó la obra teatral Pinocho enfermo, en la revista San Selerín del 15 de junio de 1923. Debe anotarse que este hecho ocurre apenas 40 años después de que se diera a conocer el libro en Italia. La pieza tiene el subtítulo de «Juguete cómico» y se fundamenta en lo descrito en los capítulos XVI y XVII de la obra de Collodi, en los que se narra que Pinocho se niega a tomar su medicina para recuperarse.

El texto se encuentra acompañado de una partitura firmada por Rodolfo Quesada, en la que se presenta una marcha de conejos, que cargan un ataúd, y anuncian: “Pinocho se está muriendo, Pinocho se va a morir…”. Ante tan tétrico suceso, el muñeco acepta tomar su medicina y se recupera.

En el marco de la celebración del centenario de la primera edición, Adela Ferreto publicó la obra Los pies nuevos de Pinocho, en el Repertorio Americano de abril –junio de 1983, elaborado por la Universidad Nacional. Se fundamenta en lo narrado en los capítulos IV y VI, en los cuales se explica que el muñeco se niega a estudiar y se duerme con los pies metidos en la chimenea, por lo que se le queman. Su padre, Goro (nombre que se le da a Geppetto), le confecciona un par de pies nuevos. Por ese motivo parafrasea la canción: “Tengo pies que no están al revés como los de doña Inés. La vieja Inés con las patas al revés…”.

La totalidad de la novela en escena

La Compañía de Teatro para Niños Aníbal Reyna, en colaboración con la Compañía Nacional de Teatro, presentó la obra Pinocchio, en el Teatro Nacional, en 1974. Entre los actores se encontraban Alberto Reyna, María Eugenia Chaverri, Emperatriz Chaverri y Álvaro Marenco, así como la participación del ballet de Paulina Peralta. En ese entonces, estas agrupaciones llevaron a escena adaptaciones de clásicos de la literatura infantil como La Cenicienta, Blancanieves o Aladino.

Nótese que ese espectáculo fue titulado con la palabra italiana Pinocchio; sin embargo, se mencionaba la frase “Pinocho, el rey del bizcocho” y se hacía referencia a un platillo popular de la cocina costarricense.

Las dramaturgas Leda Cavallini y Guadalupe Pérez Rey publicaron, en el 2000, el libro Pinocho (basado en la obra de Carlo Collodi), propuesta en la que recurren a un elenco con pocos actores, que interpretan diversos personajes con el apoyo de máscaras y utilería. El espectáculo comienza cuando dos flores, Clavel y Girasol, preparan una fiesta para el muñeco de madera. El personaje principal se convierte en un héroe cuando logra liberar a Geppetto y el Fígaro (pez que aparece en la película de Disney) del cautiverio a los que los ha sometido un terrible pez. Esa obra fue publicada por la Editorial Costa Rica y contó con ilustraciones digitales del artista Jorge Illá.

La agrupación Teatro Contraluz, en colaboración con la Compañía Nacional de Teatro, estrenó en el 2017 la obra Yo soy Pinocho, de José Fernando Álvarez, bajo la dirección escénica de Gladys Alzate. En esta propuesta, de manera interdisciplinaria, se integra el teatro, los títeres, la danza, los diseños digitales y la música. Disruptivamente, el personaje no se transforma en un niño de carne y hueso, pues descubre otras maneras de aceptarse a sí mismo, por lo que canta “Pinocho seguirá siendo Pinocho. Él quiere seguir siendo como es”. Esta obra se estrenó en el Teatro 1887 y se presentó, como parte del programa «Érase una vez», en el Teatro Nacional.

Debe resaltarse que esta obra de Álvarez se publicó en dos ediciones, una de ellas elaborada por el Ministerio de Cultura y Juventud y el Ministerio de Educación Pública, y la que circula en la actualidad, con el sello de la Editorial Costa Rica. En ambas se aprecian las ilustraciones de Ruth Angulo, quien situó la historia en Sarchí, pues se observan referencias a las figuras geométricas propias de la carreta típica y aparece el templo de ese cantón alajuelense.

Pinocho en otros escenarios

Así como la Editorial Calleja situó a Pinocho en otras aventuras, no necesariamente creadas por Collodi, también escritores costarricenses hicieron suyo el personaje y lo llevaron por nuevos rumbos. Son obras de teatro en las que interactúan varios personajes, procedentes de diversas fuentes literarias.

En algunas obras, publicadas en su mayoría durante las primeras seis décadas del siglo XX, se recurría a una cantidad nutrida de actores, para dar la posibilidad de actuar a muchos niños. Por ejemplo, Carmen Lyra publicó, en 1930, Ensueños de Nochebuena, y llevó a escena a personajes tan dispares como el Niño Dios, Blancanieves o Aladino. Y la escritora argentina Alfonsina Storni dio a conocer la pieza Pedro y Pedrito, publicada de manera póstuma en 1950. En esta obra aparece Mickey, quien según sus palabras debe manifestarse como “reproducción exacta del personaje de Walt Disney.

Ese es el caso de Carlos Luis Sáenz, quien publicó, en 1962, una colección de obras teatrales en su libro Papeles de risa y fantasía. En ese volumen incluyó tres piezas que tienen al muñeco de madera como personaje, las cuales son El corazón de Pinocho, Una alegre Navidad y Sueño y nada.

En la primera de esas piezas, Pinocho dialoga con Caperucita Roja y se enfrenta al lobo. En Una alegre Navidad, el títere se hace pasar por San Nicolás y se reúne con Tío Conejo, Pulgarcito, Cenicienta y Margarita, la princesa del conocido poema de Rubén Darío. En Sueño y nada, el muñeco acompaña a Hansel al cielo, en busca de su fallecida hermana Gretel. Ese hecho es inusitado, pues nos indica que Pinocho tiene la posibilidad de transitar, a su antojo, del país de los vivos al de los muertos.

Por su parte, Adela Ferreto publicó la obra teatral El cumpleaños de Pinocho, en Repertorio Americano, elaborado por la Universidad Nacional, en 1983. Realiza la obra con motivo de la conmemoración del centenario de la obra de Collodi. En la pieza, se presenta a una abuela que, junto a Hansel, Gretel, Simón Bobito y otros personajes preparan la fiesta de los cien años de Pinocho. El títere llega disfrazado de anciano, motivo por el cual Caperucita le advierte: “…siempre hemos sido niños y lo seguiremos siendo (…) Tú también, Pinocho, eres hijo de un hada, serás niño siempre”.

En la década del 70, el dramaturgo y actor Antonio Yglesias Vargas presentó, en México y Costa Rica, la obra Pinocho Rey, la cual se convierte en un intertexto, en este caso, dirigido al público adulto.

La actriz y educadora Simona Trovato Apollaro, en el 2011, estrenó la obra teatral Pinocho verde, la cual contó con canciones de Max Goldenberg. Los espectadores imaginaron un viaje del muñeco de madera a nuestras costas, y se reflexionó sobre el valor de la ecología. Se presentó en la antigua Iglesia de San Blas de Nicoya.

Se observa que el muñeco de madera tiene un amplio historial en el teatro costarricense, pero también encontró su sitio en diferentes libros.

A aprender con Pinocho

Buenos días fue un libro que empleaban los niños para aprender a leer y escribir. Circuló, en múltiples ediciones, durante la década del 50 del siglo XX. Esta obra carece de créditos. Pero, se pueden atribuir sus textos a Carlos Luis Sáenz y las ilustraciones a Francisco Amighetti.

En el capítulo «Jugar de comida», el muñeco se sienta en la mesa, con otros personajes, y hace gala de buenos modales. En el texto Pinocho da un almuerzo, la marioneta invita al banquete a la naranja, la leche, la mantequilla, el pan, la sopa caliente, el huevo, la papa y las espinacas y se los termina devorando.

La novela en ediciones costarricenses

En 1983, la Editorial Costa Rica se unió a la celebración mundial del centenario de la obra de Collodi. Lo hizo con una edición de la obra ilustrada por Juan Manuel Sánchez. Debe recordarse que este artista, nacido en 1907, fue el primer dibujante de Los cuentos de mi tía Panchita, de Carmen Lyra, en 1936. Desde entonces, su presencia fue indispensable en revistas infantiles como Triquitraque o Farolito, e ilustró obras de Carlos Gagini, Carlos Luis Sáenz, Adela Ferreto o Lilia Ramos, entre otros autores. Meritorio también fue su trabajo como escultor. Con méritos sobrados, en 1982, se le entregó el Premio Magón por su aporte a la cultura nacional.

Cuarenta años después, en el 2023, la Editorial Costa Rica unió esfuerzos con la Embajada de Italia en nuestro país, e hicieron una nueva edición de Pinocho, y se rescataron las ilustraciones de Juan Manuel Sánchez. De esa manera, se conmemoró el 140 aniversario de un texto que ya es universal. Alberto Colella, embajador del país en el que nació Collodi, expresó en el prefacio: “En una era donde la tecnología parece dominar la vida cotidiana, leer a Pinocho puede ser un momento de reflexión y un regreso a las raíces de la narración, la imaginación y la creatividad”.

Son razones suficientes para saber que Costa Rica, gracias al trabajo de insignes escritores, profesionales del teatro, editores e ilustradores, tiene un sitio ganado en ese Atlas dedicado a Pinocho, que se presentará en mayo próximo en las ciudades de Roma, Perugia y Pistoia.

El autor es profesor de literatura infantil en la UCR y la UNA. Es miembro de la Academia Costarricense de la Lengua.