‘Pantalones cortos’, la entrañable novela de Lara Ríos, cumple 40 años

Lanzado en 1982, el libro que nos narra la infancia del ‘tortero’ Arturo Pol, no se añeja: sus personajes no saben nada de internet ni teléfonos celulares, pero su ternura, complicidad, picardía y magia mantienen la misma vigencia

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El 9 de setiembre se celebra el Día de la Niñez, fecha en la que se conmemora la infancia del pasado y el presente, y también repensar su futuro. Es también un momento apropiado para recordar la novela Pantalones cortos de Lara Ríos, obra que está de aniversario y que durante cuatro décadas ha recreado a generaciones. Fue escrita por Marilyn Echeverría Zürcher de Sauter, nombre que ella misma considera muy largo, razón por la cual optó por el seudónimo que se hace tan familiar en la mente de abundantes lectores.

En este libro se presenta, de manera ficticia, un diario escrito por un niño de nueve años, o si se quiere, un “pormediario”, pues el chiquillo considera más apropiado anotar sus andanzas día de por medio.

Con sencillez, soltura y naturalidad, este pequeño llamado Arturo Pol, nos narra situaciones de su cotidianeidad: las relaciones con sus padres, hermanos, compañeros escolares y maestra, y con ello cumple con una de las funciones fundamentales de la literatura infantil, tal como señala Ana Garralón: la de entretener. El personaje es capaz de aumentar la curiosidad por cada uno de los relatos, presentados desde el 7 de marzo hasta el 18 de julio, o sea desde la entrada a clases hasta las vacaciones de medio año.

Arturo encuentra un inusual regalo de cumpleaños sobre su cama: un diario, obsequio que tilda, de buenas a primeras, como una tontería. Sin embargo, sus hojas provistas de renglones vacíos sirven para atesorar sus aventuras y reflejar su mundo interior. Así encontramos su pereza de ir al colegio, la impresión causada por las visitas que hace su madre a un hogar para niños sin padres, su preocupación por no crecer o el sufrimiento ocasionado por las paperas. También encontramos travesuras como la de intentar vender las guayabas del patio del colegio, vaciar una botella de canfín en la tea del niño que representa la gesta heroica de Juan Santamaría o el intento de hipnotizar a una culebra que apareció en el patio.

Bastante ha afirmado la autora: todo lo que se describe en Pantalones cortos ocurrió realmente, y surge de su experiencia como madre. “Todo es cierto”, afirma ella, “menos el pasaje del ratón hippie, pues los ratones no hablan”. Como testimonio de vida, esta obra nos permite recrear ficticiamente la vida hogareña de una familia que se enfrenta, continuamente, a las vicisitudes, sobresaltos e inesperadas ocurrencias de un pequeño que comprende el mundo a manera. También, sin caer en moralejas ni frases aleccionadoras, permite ingresar a un contexto de fraternidad y continua comprensión.

Dicho en los términos de la escritora y editora Mabel Morvillo, Arturo Pol no es un niño malo, es “tortero” (palabra tan costarricense), pues a pesar de sus buenas intenciones, todo le sale mal y causa el sobresalto de sus padres, hermanos y maestra. Y en gran medida, el gusto que emana de su lectura se encuentra en que está escrito desde su perspectiva, con un lenguaje llano, sin figuras retóricas innecesarias, con absoluta verosimilitud, tal como lo haría un niño.

El diario como discurso literario infantil

En una entrevista que hice en el 2016, Lara Ríos reconoció su admiración por el libro Corazón, diario de un niño, del italiano Edmundo D´ Amicis. No es para menos, esa novela publicada por primera vez en 1886 exaltó valores familiares, humanos y espirituales que resultaban fundamentales en un país aquejado por la fuerte crisis económica y la migración de sus compatriotas hacia América, especialmente a Argentina. En los episodios narrados durante un año lectivo se enalteció el valor el patriotismo y se registró un cuento que, mes a mes, el maestro compartía con sus alumnos. Debe recordarse que uno de los más famosos de esos relatos fue De los Apeninos a los Andes, en el que describió el tránsito de un adolescente genovés, desde su tierra natal hasta Sudamérica, en búsqueda de su madre, que partió a trabajar y de la cual no tiene noticias (y que luego inspiraría el gustado animé japonés Marco, muy popular en la televisión de las décadas de 1970 y 1980).

La escritora de Pantalones cortos leyó Corazón cuando aún estaba muy pequeña, y pensó que era un libro para llorar. En contraposición, ella deseó escribir otro diario que permitiera reír.

Por eso, su obra también se compara con la saga Papelucho, que empezó a publicar la autora chilena Marcela Paz en 1947. El pequeño protagonista descubrió que no podía conciliar el sueño pues guardaba un terrible secreto. Preguntó a Domitila, una mujer mayor, qué hacía en esas circunstancias. Ella le recomendó escribir el secreto en una carta. El chico, en su lugar, prefirió hacer un diario y afirmó: “he decidido escribirle a «nadie», como ella dice, y eso es lo que otros llaman «diario». Cuando esté escrito me habré librado de seguir pensando”.

La aceptación de la crítica, y por sobre todo de la niñez, no solo hizo que este libro chileno se reeditara continuamente. También llevó a su autora a crear, durante décadas, una serie de aventuras divertidas e hilarantes como Papelucho casi huérfano, Papelucho historiador, Papelucho detective, Papelucho en la clínica, Papelucho y el marciano o Papelucho: mi hermano hippie.

Cuarenta años de lectura

Lara Ríos publicó Pantalones cortos, por primera vez, en 1982, en una edición de la Editorial Costa Rica. Para entonces empezaba a consolidar su carrera literaria pues, en 1975, se había convertido en la primera autora que recibió el Premio Carmen Lyra de Literatura Infantil por su poemario Algodón de azúcar y había dado a conocer la obra Cuentos de mi alcancía en 1979. Debe anotarse que, en 1978, fue una de las fundadoras del Instituto de Literatura Infantil y Juvenil (ILIJ), organización que representó a nuestra nación ante la International Board on Books for Young People (IBBY), entidad que aún reúne a más de setenta agrupaciones, de diferentes países, vinculadas con la difusión y el estudio de la literatura destinada a la niñez y la juventud.

Pantalones cortos circuló, por primera vez, con ilustraciones de Fernando Carballo, artista recientemente galardonado con el Premio Nacional de Cultura Magón. A partir de 1986 apareció una segunda edición, también con el sello de la Editorial Costa Rica, con imágenes del pintor y caricaturista Hugo Díaz, en las que se reafirmó el sentir humorístico de la obra. En 1996 vino una tercera edición, con el Grupo Editorial Norma, en la que se apreciaron las ilustraciones elaboradas por Daniela Violi, destacada artista colombiana residente en España, quien con línea suelta y desenfadada se exaltó el sentido jocoso, tierno y espontáneo con que está escrita la obra.

Debe resaltarse que, en 2019, el Teatro Espressivo estrenó una versión escénica de Pantalones cortos. Fue una adaptación literaria de Denisse Duncan dirigida por Allan Fabricio Pérez, quien afirmó en el programa de mano: “Ser niño para volver a encontrarse con la riqueza de un sol radiante o ese abrazo ojalá eterno con mamá. Niño para encontrase con el juego y las múltiples travesuras que nos hacen reír hasta llorar”. En esta reciente obra teatral se confirmó la vigencia de la novela pues el público aplaudió cada función.

Los lectores quedaron a la espera de más aventuras de Arturo Pol, y por ello su autora dio a conocer, en años posteriores, la continuidad de la obra, ya transformada en una trilogía, con los libros Verano de colores (1990) y Pantalones largos (1995), en las que el protagonista, un poco mayor y por lo tanto adentrado en la adolescencia, nos hace reflexionar sobre la necesidad de convivir con sus amigos, la presión por asumir costumbres dañinas como la del fumado o el encuentro con el primer amor. Y podría pensarse que aún quedan más triquiñuelas, episodios y sobresaltos de Arturo por contar.

Nuevas tendencias de la literatura infantil

Prominentes pedagogos como Ovide Decroly o María Montessori o el psicoanalista Sigmund Freud contribuyeron, a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, a estudiar y revalorar el discurso de la niñez. De manera anticipada o simultánea, se publicaron, en Europa y Estados Unidos, obras clásicas que consideraban a infantes como protagonistas y en las que se expuso su universo social y psicológico; por eso es válido recordar títulos altamente reconocidos como Las aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain (1876), Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll (1865), Heidi de Johanna Spiry (1880), Las aventuras de Pinocho de Carlo Collodi (1883), El maravilloso Mago de Oz de Lyman Frank Baum (1900) o Peter Pan de James Mathiew Barrie (estrenada como obra de teatro en 1904 y publicada como novela en 1911).

Por eso, no es de extrañar que en los años posteriores aparecieran obras literarias escritas desde la perspectiva de la persona menor, con pleno respeto a su palabra y perspectiva de vida. Y eso es lo que ocurre en Pantalones cortos, pues la autora no elabora su discurso a partir de la mirada adulta, ya que tiene la capacidad de asumir la escritura de un escolar, e incluso recrear razonamientos y estructuras gramaticales que corresponden a un niño de nueve años. Puede entonces afirmarse que establece una comunicación, sin barreras ni ataduras, entre Arturo Pol y los pequeños que comparten sus ideales e intereses.

Los libros dirigidos a la niñez, en gran medida publicados después de la II Guerra Mundial, se han caracterizado por tratar temas que aparentemente estaban reservados solo a personas adultas. Valga recordar que, en 1945, la sueca Astrid Lindgren dio a conocer el primer volumen de su trilogía Pippa Mediaslargas. Su protagonista es una niña que se atreve a convivir tan solo con un mono llamado Míster Nelson. La pequeña, aparte de que no va a la escuela, viste de manera desenfadada con un par de medias largas de diferentes colores; y como si fuera poco, tiene una fuerza superior a la de cualquier hombre. Esta novela causó la indignación de conservadores y puritanos, pero marcó una nueva época en el mundo de la literatura infantil.

En las décadas del 70 y 80 del siglo pasado se hicieron libros en que ganó preponderancia el discurso de la niñez. Algunos de los más conocidos son El bolso amarillo de la brasileña Lygia Bojunga (1976) en el que presentó la situación de una pequeña que guardaba tres secretos dentro de una especie de mochila o salveque de color amarillo, son los secretos de querer ser adulta, convertirse en escritora y transformarse en hombre pues se ha dado cuenta de las represiones que sufren las mujeres en su sociedad. Por su parte, la argentina Elsa Bornemann dio a conocer la obra El niño envuelto (1981) en el que planteó que uno de los oficios más difíciles es el de ser niño y desmitificó argumentos tan arraigados en el pasado, como el de las cigüeñas que traían a los bebés.

En un principio se le llamó “literatura tabú”, y en el siglo XXI, críticos como el venezolano Fanuel Hanán Díaz, los ha denominado como “literatura transgresora”. Es aquella que se refiere a aspectos de los cuales no se habla, o se mantiene cierta cautela como la sexualidad, las enfermedades, la muerte, la guerra o las migraciones. En Pantalones cortos, de manera sencilla y delicada, se abordan escenas que calzan con este discurso innovador, principalmente en la Costa Rica de la década del 80, como la de la visita al hogar de niños huérfanos o el razonamiento que hace el chico de preguntar si “a Jesús lo enterraron con esa bandera” al mirar la tradicional imagen del resucitado.

Imposible leer Pantalones cortos sin sonreír. Las trastadas de Arturo Pol son jocosas, y aunque Ana Garralón señala las complejidades, y hasta la imposibilidad, de definir el humor, expresa que en gran medida se fundamenta en la contradicción entre lo que se dice y se aparenta decir, y de esa forma se capta la realidad con todos sus elementos trágicos, y se les da vuelta para burlarse de ellos. Y precisamente eso encontramos con Arturo, un niño que intenta llevar a cabo tareas como la de colocar la cola en un burro de papel y termina fijándola en las posaderas de la abuelita de un compañero.

No se han añejado las páginas de este libro a pesar de los abundantes cambios culturales, sociales y económicos que ha experimentado la niñez durante las últimas cuatro décadas. Sus personajes no saben nada de internet ni teléfonos celulares, se entretienen con la televisión y observan allí programas que son desconocidos para las nuevas generaciones. A pesar de ello, niños y adultos leemos Pantalones cortos pues allí encontramos el remanso de ternura, complicidad, picardía y magia que solo están en los caminos de la infancia.

Tres miradas al libro

Évelyn Araya Fonseca, asesora nacional de Español, Ministerio de Educación Pública (MEP)

Cuarenta años después, el libro Pantalones cortos nos sigue conectando, desde la sencillez y pureza de lo cotidiano, con el amor que pervive en el corazón de la niñez. Como una caja de resonancia, sus páginas contienen los ecos y las voces de ensueño que permiten que, generación tras generación, se continúe posicionando como un texto único, vigente e indispensable dentro de la producción literaria costarricense.

Floria Jiménez, escritora y catedrática jubilada, Universidad Nacional (UNA)

Pantalones cortos es un hito en la literatura infantil costarricense. Lara Ríos se aleja del cuento tradicional de fantasía y ofrece con su notable habilidad narrativa, una prosa fluida y rica en matices de forma y estilo para llevar a sus lectores en un viaje a la infancia de Arturo Pol, el niño protagonista, que evoluciona a lo largo de la obra en su devenir de experiencias tristes y placenteras al calor de la familia.

Este libro tan amoroso, sensible y humano le pertenece a Arturo Pol y a todos los niños con su mensaje de respeto, solidaridad y ternura que les enseña a ser más solidarios, más sensibles y decididos.

Y es precisamente valerse del diario de un niño el gran acierto de la autora, recurso literario que le permite al pequeño lector reconocerse a sí mismo e identificarse con el protagonista.

Daniela Violi, artista colombiana, ilustradora del Pantalones cortos

Sin lugar a duda, Pantalones cortos es uno de los libros que más atesoro en mi corazón. Son muchas las razones: su contenido ameno y a la vez educativo que jamás pierde vigencia, la historia real detrás del relato, la oportunidad de conocer más a fondo la maravillosa cultura costarricense, el desafío gráfico pues fue una de mis primeras obras recién llegada de Italia, el equipo editorial con el que tuve enorme afinidad desde el inicio, pero especialmente, la conexión con su autora, la luminosa y talentosa Lara Ríos. Me siento profundamente afortunada de haberla conocido hace ya 25 años y entre más pasan los años, confieso, con más fuerza inspira mi camino.

A modo de anécdota también comparto la felicidad que me ha significado recibir múltiples mails y comentarios a través de mis redes sociales donde personas de todas las edades me escriben: “yo crecí con Pantalones cortos, tus ilustraciones me gustaron mucho y todavía conservo el libro”. ¡Gracias infinitas, extraordinaria Lara Ríos y Costa Rica!

El autor es profesor de literatura infantil en la UCR y miembro de la Academia Costarricense de la Lengua.