Mercado Central de San José: querido y centenario símbolo de la ciudad

Al centro de abasto e hito josefino se le renovaron las luces y se le instaló un sistema de gasificación. Este mercado fue fundado en 1880, está declarado como patrimonio histórico y arquitectónico del país; resguarda historias, saberes populares, colores y personajes.

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Con sus personajes, colores, plantas medicinales, helados de sorbetera, condimentos, comidas tradicionales y los más variados productos a la venta, el Mercado Central es un símbolo centenario de San José, uno que atrae cotidianamente a cientos de compradores, antojados y amantes de curiosear lo que ofrecen sus 240 tramos.

A este centro de abasto se le pusieron luces led en su fachada e interior, con una inversión del ¢31 millones, y se le instaló un sistema entubado para distribuir gas en 41 lugares y eliminar el uso de los cilindros de gas, el cual costó ¢41 millones; los arreglos los hizo la Municipalidad de San José para cuidar este hito de la ciudad y “promover el comercio y el turismo”, explicó el alcalde Johnny Araya.

El Mercado Central tiene 140 años de ser testigo de las transformaciones y cambios del país: fue fundado en 1880 y declarado como patrimonio arquitectónico e histórico de Costa Rica en 1995.

Presenta una parte de finales del siglo XIX, la cual muestra una influencia neoclásica, y una más actual, que data de los años 40 del siglo XX, con estilo modernista, detalla el decreto en que se le nombra patrimonio, firmado por el presidente de entonces, José María Figueres Olsen.

Según un comunicado del Ministerio de Cultura, el terremoto de 1888 afectó el edificio original, de influencia neoclásica y construido con ladrillos, tanto que se le demolió el segundo nivel. La empresa de Adela Gargollo de Jiménez reconstruyó la sección noreste en concreto armado y dos niveles en la años 40.

¿Dónde conseguir una nigüenta para la buena suerte, una oveja para el portal, una manzanilla fresquita, masa ya preparada en pelota para los tamales o unas sandalias de cuero? Pues en el Mercado Central.

Es más que un inmueble icónico de la ciudad, ya que en su interior bulle el patrimonio intangible: las hierbas que sirven para los remedio caseros, las comidas tradicionales que a veces cuesta encontrar en otro sitio (desde una sopa de mondongo hasta un tradicional helado de sorbetera), las artesanías típicas, la forma de hablar y hasta las memorias que guardan sus viejos protagonistas. Todas estas razones ligadas a la cultura popular lo vuelven un sitio único, fascinante para nacionales y extranjeros.