Luisa González de Sáenz: una artista que logró trascender lo terrenal en su pintura

La exposición de la artista costarricense Luisa González de Sáenz (1899-1982), está abierta en la Sala Herradura del Museo de Arte Costarricense. Esta incluye ejemplos de sus obras en pintura, dibujo y vitral, así como documentos y bocetos de su archivo

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En la sala Herradura del Museo de Arte Costarricense se presenta actualmente Trascender lo terrenal, una exposición monográfica de la artista Luisa González de Sáenz. Si bien es cierto su obra ha formado parte de una serie de muestras individuales y colectivas, el volver a poner en valor, desde diferentes perspectivas, la producción de un artista es siempre relevante, lo es en especial cuando el legado de esta producción ha sido resguardado y conservado por sus familiares de manera constante y comprometida.

Luisa González Feo de Sáenz fue una mujer que planteó un lugar de exploración complejo y de constantes revelaciones.

Nació en San José Costa Rica en el año 1899 y estudió en el Colegio Nuestra Señora de Sión, siendo allí donde inició el aprendizaje del dibujo y la pintura. Poco a poco empezó a incorporarse al ambiente artístico del país, participando en las Exposiciones Nacionales de Artes Plásticas en el Teatro Nacional -organizadas por el Círculo de Amigos del Arte- y realizando a lo largo de su vida una serie de exposiciones individuales y colectivas.

Fue galardonada con el Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en el año 1979 por su exposición retrospectiva realizada en el Museo de Arte Costarricense, a sus ochenta años. Murió en San José, en 1982.

Desde la década de los años 30, su actividad artística es reconocida en el país, relacionada también a una generación con atención en el paisaje y el retrato, junto a la participación en las Exposiciones de Artes Plásticas de la época.

Sus retratos cuentan con una gran carga expresiva que viene de la estilización y el manejo del color. Dentro de esta línea sobresale el Retrato de María Cristina Goicoechea, un óleo de 1936 que obtuvo el Primer Premio en Pintura de la 8° Exposición de Artes Plásticas llevada a cabo en el Teatro Nacional, tal como lo menciona a la historiadora del arte Eugenia Zavaleta en su libro Las exposiciones de artes plásticas en Costa Rica (1928-1937).

Este acercamiento al paisaje que surge con fuerza en el país entre la década de los años treinta y cuarenta, remite a la producción de una generación de paisajistas enfocados en centrar la mirada en el entorno local, como lo hicieron artistas como Teodorico Quirós, Fausto Pacheco, Francisco Zúñiga, Francisco Amighetti, entre otros, conformando la llamada Generación Nacionalista o Nueva Sensibilidad.

En el caso de Luisa, este paisaje es abordado con un estilo personal en cuanto al uso del color, el trazo y la atmósfera que se genera. La casa campesina y el paisaje rural son trabajados desde otra intención más que la de capturar un motivo.

Resulta significativo su interés en explorar otro tipo de escenarios, así como espacios más íntimos e irreales, donde conviven personajes literarios, mitológicos e históricos.

La expresividad presente en su producción después de la década de los años 40, como lo menciona el escritor Luis Ferrero en su texto Cinco artistas costarricenses, pintores y escultores (1985), se introduce a partir de elementos fantásticos y el dramatismo de las escenas.

El crítico de arte y exministro de Cultura, Carlos Francisco Echeverría, en su libro Una mirada risueña a lo terrible. Luisa González de Sáenz, menciona que: “Esa vocación espiritual es lo que nos da la clave para entender la obra completa de Luisa González de Sáenz.

En efecto, alrededor de 1945, su pintura comienza a emanciparse del realismo y entra cada vez más decididamente en el territorio de lo fantástico. Su fantasía no es caprichosa, sino que es una alusión constante, casi obsesiva, a fenómenos y fuerzas espirituales. Un ejemplo de esto puede ser su obra Los caballos de las ruinas, de 1958.

Es posible encontrar en esta época escenarios donde la potencia del paisaje se contrapone a las figuras aisladas que los habitan, así como un número importante de referencias a pasajes bíblicos como es el caso de La mujer de Lot, ampliamente estudiada por la artista. La aparición de personajes y de la naturaleza animada, nos transportan así a escenarios de gran fuerza y recogimiento.

De esta manera, se hace presente un vínculo con una espiritualidad en términos amplios, donde el concepto de lo “sublime” se vuelve significativo.

No es gratuito que la influencia de un romanticismo en la naturaleza haya sido explorada por artistas del siglo XIX como un revival del espíritu medieval. Es así como las vidrieras góticas fueran entendidas como un espacio asociado a la concepción de la luz divina, planteada en las ideas del teólogo Pseudo Dionisio Areopagita desde el abad Suger en la abadía de Saint-Denis en Francia. Esta idea puede verse reforzada si se piensa en la asociación con la utilización de la técnica del vitral.

En la obra de la artista, la técnica del vidrio coloreado es llevado a la exploración de temas religiosos y mitológicos con un efecto de la luz y la presencia de lo divino en lo terrenal.

Escenas comoLa anunciación”, “San Francisco y los pájaros”, así como la representación de “Baco”, también conocido como Dionisio desde la mitología griega, donde las celebraciones dionisíacas entorno a este dios de la fertilidad y la abundancia dieron pie a reinterpretaciones de liturgia cristiana, nos enmarcan en una serie de referentes para nada azarosos. Al mismo tiempo, los procesos en la elaboración de los mismos, nos presentan a una artista meticulosa en el estudio a profundidad de la técnica, así como los motivos y el color como elementos simbólicos.

La Anunciación es un vitral que, junto al rosetón que se encuentra en la segunda planta del edificio patrimonial del Museo de Arte Costarricense, fueron encargados en 1979 a la artista por la entonces directora del MAC, Ligia Kooper.

Esta obra se ubicaba antes de la renovación del edificio en el 2010, también en la segunda planta en una puerta con salida a las terrazas. Las piezas fueron trabajadas empleando la tradición vitralista medieval. En este caso, se presenta el tema bíblico de la Anunciación, es decir, la visita del Arcángel San Gabriel a la Virgen María para anunciarle que será la madre de Jesús por la gracia del Espíritu Santo.

Luisa González de Sáenz nos presenta una amplia producción que evidencia, una vez más, el legado invaluable de una visión singular para su época. Un universo aún indescifrable dentro del arte costarricense de una mujer artista, cuya obra debe seguir siendo descubierta.