Libro revela la evolución de la mítica Ofelia: de la sufrida enamorada a la mujer dueña de su futuro

Carolina Sanabria publicó ‘Ofelia fementida. Transescrituras desde la literatura, la pintura, el cine’; se trata de un estimulante y exhaustivo ensayo sobre el personaje de Shakespeare.

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Ofelia es un personaje secundario del drama shakesperiano Hamlet, príncipe de Dinamarca que, a pesar de eso, cobró una autonomía estética hasta convertirse en una figura mítica de la cultura contemporánea.

En la tragedia original es parte de la corte danesa y se la presenta como hija de Polonio, el lord chambelán del reino, hermana de Laertes y enamorada de Hamlet. La relación con el príncipe no se concreta y presa del sufrimiento y de la indiferencia muere ahogada, sin que se sepa si es a consecuencia de un accidente o de su propósito por quitarse la vida, ya que se considera que la joven había enloquecido. Su muerte se convirtió en un motivo reiterado de la pintura del siglo XIX y se trasladó a la iconografía del siglo XX, por medio de adaptaciones a la literatura, al cine e incluso a la televisión.

En Shakespeare, el motivo ofélico –la muerte del personaje– parte de un texto que ha sido pensado para ser contado más que representado. En la tragedia nos enteramos de su deceso gracias a la narración del hecho que relata la madre de Hamlet, la reina Gertrudis. Por lo tanto, no hay puesta en escena del acontecimiento.

Esta laguna textual, este vacío, es lo que se ha completado en diversos lenguajes artísticos y es a lo que Carolina Sanabria ha dedicado su estimulante y exhaustivo ensayo Ofelia fementida. Transescrituras desde la literatura, la pintura, el cine (Barcelona: Laertes, 2019).

El estudio de las transescrituras –lo que comúnmente llamamos adaptaciones fílmicas–, en este caso, no se dirige tanto al relato –mediación lingüística textual–, como sucede con la mayoría de los estudios realizados sobre la adaptación, sino a las obras visuales. Parte de la pintura del siglo XIX, que recreó el motivo con cierta frecuencia, sobre todo entre los artistas románticos, que destacaron el sufrimiento y la locura de Ofelia, y los prerrafaelitas (quisieron recuperar el detalle y el color anterior a Rafael), que subrayaron su posición como ideal estético. Como explica Sanabria, estos cuadros fijaron la imagen de Ofelia en las aguas, en un imaginario que luego sería reproducido por lo audiovisual.

Las flores, el sauce y el río, junto con la doncella inerte, son los elementos fundamentales que se extraen del discurso de la reina Gertrudis, quien cuenta la muerte de Ofelia, en lo que se ha considerado uno de los anuncios de muerte más poéticos e inolvidables de la literatura.

De esta tradición pictórica destaca la Ofelia (1852), de John Everett Millais, pintura paradigmática de la estética prerrafaelita y modelo que se repetirá, con algunas variantes, en su trasvase al cine e incluso al cómic.

Ofelia en el cine

Sanabria considera que Hamlet ha sido uno de los dramas shakesperianos más adaptados al audiovisual, y distingue tres posibles aproximaciones: las recreaciones históricas, en las que tenemos las marcas de la época en que se sitúa el relato; las actualizaciones, que lo traen al momento de la producción del filme; y las apropiaciones, en las cuales encontramos las constantes estilísticas del adaptador.

Dentro de las primeras, la autora parte de la que se considera la adaptación cinematográfica inicial, El duelo de Hamlet (1900), película de menos de dos minutos con la famosa actriz francesa Sarah Bernhardt travestida como Hamlet, en la que no aparece Ofelia. También aborda algunos filmes silentes y estudia adaptaciones sonoras como la realizada por Lawrence Olivier, en 1948, como sabemos, uno de los intérpretes shakesperianos por excelencia.

Entre las versiones contemporáneas de la tragedia sobresalen la del realizador soviético Grigori Kózintsev (1964) y la del italiano Franco Zeffirelli (1990), con un elenco formado por Mel Gibson como Hamlet, Glenn Close en el papel de la reina Gertrudis y Helena Bonham Carter como Ofelia. En 1996, el director Kenneth Branagh retomó la obra y Kate Winslet encarnó a una sufrida Ofelia, más madura y erótica que sus antecesoras.

Entre las actualizaciones destacan Hamlet (2000), de Michael Almereyda, que sitúa la historia en un Nueva York de rascacielos con paredes de cristal, donde resuena una estética posmoderna de visibilidad total. Ofelia, interpretada por Julia Stiles, es un personaje independiente, fotógrafa de oficio, que vive sola y se desplaza en bicicleta por las calles de Manhattan. Su muerte se produce en una fuente semicircular al interior de un edificio.

Gregory Doran realizó un Hamlet (2009) pleno de pantallas y cámaras ocultas, que produce un efecto de gran actualidad: “más cercana a los tiempos del selfie, de la autoimagen compartida y la proliferación infinita de autorrepresentaciones visuales” (página 44), como explica Sanabria.

En cuanto a las apropiaciones, el ensayo destaca tres: Hamlet (1976) de Celestino Coronado, una propuesta experimental y muy personal; Ofelia (1962) de Claude Chabrol, apegada a los presupuestos de la Nouvelle Vague a la que entonces pertenecía el director francés, y Hamlet va de negocios (1987) de Aki Kaurismäki, ubicada en un Helsinki empresarial y decadente que le sirve de crítica al capitalismo hegemónico.

De acuerdo con la propuesta del libro, se produce un continuo proceso de reescritura de Hamlet que llega hasta la actualidad. La más reciente adaptación, Ophelia (2018) de Claire McCarthy, se basa en la novela juvenil homónima de la estadounidense Lisa Klein (2006), también conocida por su obra La hija de Lady Macbeth (2009), que persigue el propósito de feminizar los dramas shakesperianos.

Ophelia es la primera adaptación de la nutrida filmografía shakesperiana que otorga total autonomía al personaje, quien se convierte en la protagonista de su drama personal y lo cuenta desde una perspectiva femenina. Una historia que varía sustancialmente del original shakesperiano y en el que, si bien se repite el motivo ofélico por excelencia –la muerte de la doncella–, esta es una simulación. Ofelia ingiere una pócima hipnótica que la hace parecer muerta, un recurso tomado de Romeo y Julieta. La treta le permite a Ofelia sobrevivir y huir a un convento en Francia, donde vivirá con su hija, producto de un amor correspondido con Hamlet. Por tanto, es una Ofelia dueña de sí, de su vida y de su futuro.

Motivos ofélicos

En su revisión de la tradición ofélica, Carolina Sanabria se sumerge en diversos productos visuales con el propósito de establecer cómo opera el motivo shakesperiano y aparece en autores y obras aparentemente dispares como Vértigo (1958), de Alfred Hitchcock, en que el personaje de Madeleine se lanza a la bahía de San Francisco, la serie Twin Peaks (1990-1991) de David Lynch, en la que analiza la imagen congelada de Laura Palmer –que sirve de portada al libro–, e incluso en el cortometraje La pasión de nuestra señora (1998), de la costarricense Hilda Hidalgo.

También lo aborda en los filmes Las vírgenes suicidas (2000), de Sofia Coppola; Despertares del pasado (2002), de Michael Petroni, y Melancholia (2011), de Lars von Trier, para cerrar con el análisis de un videoclip y de portadas de revistas populares que muestran parodias del personaje.

Estas Ofelias “están atrapadas en el continuo remolino de referencia y transformación intertextual, de textos que generan otros textos en un proceso interminable de reciclaje, transformación y transmutación, sin un punto de origen claro”, como señala Sanabria.

Con una sistemática y a la vez seductora capacidad de análisis, la autora de Ofelia fementida. Transescrituras desde la literatura, la pintura, el cine muestra la génesis literaria, iconográfica y estética de un personaje que asume su plena autonomía en las adaptaciones del siglo XXI, a partir de un vacío textual que nunca termina de colmarse, y que incluso se ha insertado en el imaginario popular y en la lectura feminista de la obra shakesperiana.