Florencio del Castillo: Sus hazañas poco conocidas en México

Luego de las Cortes de Cádiz, el presbítero costarricense fue nombrado en la diócesis de Oaxaca en México, uno de los sacerdotes oficiantes en la coronación de Agustín de Iturbide como emperador y parte del Consejo de Estado de Agustín I

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“La Provincia de Costa Rica está decidida a su unión con el Imperio Mexicano y enviará a las Cortes de México el Diputado o Diputados que se le señalen y se sujetará a la Constitución que aquel Soberano Congreso establezca”.

Las anteriores palabras no fueron producto de lo fortuito o lo casual, sino que, por el contrario, acaecieron en enero de 1822 como resultado directo de una determinante coyuntura política que se dio en el entonces recién independizado territorio de Costa Rica tras su histórica declaratoria de autonomía en la fecha del 29 de octubre de 1821.

Dicho evento determinó el nexo con la entidad imperial mexicana y, de modo significativo, dispuso el nombramiento y envío a ese país de quienes nos representarían, por primera vez, en esa nueva realidad política.

Así, al cumplirse más de 200 años de uno de los hechos menos conocidos de nuestra historia, se exponen los intrincados aspectos que se conjugaron para ello en general y la peculiar actuación que tuvo la eximia figura del Presb. Florencio del Castillo V. en particular.

Prolegómenos

La invasión del ejército francés del emperador Napoleón Bonaparte contra España en 1808 repercutió en Europa y provocó ostensibles incidencias en Las Indias (antiguo nombre de América), pues casi todas sus regiones, aprovechando la tensa situación en la monarquía ibérica, comenzaron a desarrollar diversos procesos para independizarse tras varios siglos de égida.

En ese sentido, fue desde 1810 y en el entonces Reino de México (adscrito al Virreinato de la Nueva España), donde se dio el conocido Grito de Dolores, con el cual inició la gesta autonomista en esa zona bajo el liderazgo, entre otros, del Presb. Miguel Hidalgo C., quien fue sucedido, en 1811, por el Presb. José M. Morelos P.

Tras ulteriores eventos, la guerra fue asumida por el general Vicente Guerrero (1815), quien unió sus fuerzas luego con el general Agustín de Iturbide por medio del célebre Plan de Iguala (1821). Texto en el que, junto a la independencia de México, se decidió crear una monarquía propia para ese territorio, así como dotarla de una pionera norma constitucional.

Para agosto de 1821, las autoridades españolas se rindieron, siendo el 28 de setiembre cuando se firmó el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, a lo que siguió la instalación de una Junta Provisional Gubernativa y un Consejo de Regencia. Este último fue un órgano que regiría la corona mexicana hasta que se escogiese a su primer rey y cuya dirección fue asumida por Iturbide.

Para decidir lo más conveniente para Costa Rica, se conformó en nuestro suelo una Junta de Legados de los Ayuntamientos, cuyos miembros, junto con otros personajes ilustres, rubricaron la denominada Acta de Independencia de Costa Rica el 29 de octubre de 1821.

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Destino propio

Otra de las entidades adscritas al Virreinato de la Nueva España fue el Reino de Guatemala, cuyas provincias integrantes (influenciadas por lo acontecido en México), comenzaron distintos eventos proautonomistas. Tal fue el caso de la Provincia de Chiapas, la cual se independizó el 8 de setiembre de 1821.

Mismo mes y caso de la Provincia de Guatemala (día 15), la Provincia de San Salvador (actual El Salvador; día 21), la Provincia de Comayagua (actual Honduras; día 28) y la Provincia de Nicaragua y Costa Rica, cuyo primer territorio hizo lo propio en citado día 28 y lo refrendó el 11 de octubre siguiente.

Mientras que, para decidir lo más conveniente para Costa Rica, se conformó en nuestro suelo una Junta de Legados de los Ayuntamientos, cuyos miembros, junto con otros personajes ilustres, rubricaron la denominada Acta de Independencia de Costa Rica el 29 de octubre de 1821.

Coyuntura en la que, ya dueños de nuestro propio destino, se escrituró en dicho texto: “En la ciudad de Cartago, a los 29 días del mes de octubre de 1821, con premisas de las plausibles noticias de haberse jurado la Independencia en la capital de México […] 2° Que absolutamente se observarán la Constitución y leyes que promulgue el Imperio Mexicano, en el firme concepto de que en la adopción de este plan consiste la felicidad y verdaderos intereses de esta Provincia”.

El 10 de enero de 1822, cuando la Junta Electoral modificó el Pacto de Concordia y puso en vigencia el texto ya citado al comienzo de este escrito, reafirmando no solo la adhesión de Costa Rica a México y a su eventual Constitución Política dispuestas desde octubre de 1821, sino también la intención de nombrar a varios representantes de nuestro país ante el congreso de ese imperio.

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Nexo histórico

Tras nuestra independencia, la Junta de Legados de los Ayuntamientos fue sustituida por una Junta de Legados de los Pueblos, la cual tuvo facultades constituyentes, por lo que sus miembros aprobaron, el 1° de diciembre de 1821, nuestra primera Constitución Política autónoma con el nombre de Pacto Social Fundamental Interino de Costa Rica (también llamado Pacto de Concordia).

El mismo 1.° de diciembre, la Junta de Legados de los Pueblos cesó, dando lugar a una Junta Interina que laboró hasta el 5 de enero de 1822, cuando una Junta Electoral inició funciones, entre las cuales estuvieron plenas potestades constituyentes.

Fue entonces el 10 de enero de 1822, cuando la Junta Electoral modificó el Pacto de Concordia y puso en vigencia el texto ya citado al comienzo de este escrito, reafirmando no solo la adhesión de Costa Rica a México y a su eventual Constitución Política dispuestas desde octubre de 1821, sino también la intención de nombrar a varios representantes de nuestro país ante el congreso de ese imperio.

Así, la Junta Superior Gubernativa, que desde el 13 de enero sustituyó a la Junta Electoral, nombró en marzo de 1822 al presbítero José F. de Peralta y L. como diputado propietario, así como también presbítero José A. Alvarado B. como diputado suplente, ante el Congreso Constituyente mexicano que había iniciado trabajos desde el 24 de febrero de ese año.

Legado de lujo

Mientras Costa Rica transitaba por los anteriores episodios, el ahora llamado I Imperio Mexicano presentaba sus propias especificidades, pues su ya citada Junta Provisional Gubernativa (desaparecida para crear el Congreso Constituyente), había adoptado de previo una decisión de ostensibles consecuencias.

Del Castillo fungió como secretario y vicepresidente de las Cortes de Cádiz, hasta ser electo en el honroso cargo de presidente de dicha entidad (1813), erigiéndose así en el primer costarricense que ejerció un cargo de esa naturaleza político-jurídica a nivel internacional.

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Desde el 19 de febrero de 1822, dicha junta había convocado a varios individuos nacidos en el otrora reino guatemalteco y que estuviesen domiciliados en suelo mexicano para que representasen de modo interino a sus respectivos países en el Congreso Constituyente, mientras los diputados titulares se incorporaban. En el caso costarricense, este aspecto implicó el designio del presbítero Florencio José de Castillo Villagra como nuestro legado.

Así, el sacerdote del Castillo (nacido en Ujarrás en 1778) había fungido en varios puestos eclesiásticos y docentes en Costa Rica y Nicaragua, siendo en 1810 cuando fue escogido como diputado por nuestro territorio antes las Cortes (órgano legislativo) que emitieron en suelo ibérico la afamada Constitución Política de la Monarquía Española (o también Constitución de Cádiz)

Poco después y por su valía intelectual, Del Castillo fungió como secretario y vicepresidente de dichas Cortes, hasta ser electo en el honroso cargo de presidente de dicha entidad (1813), erigiéndose así en el primer costarricense que ejerció un cargo de esa naturaleza político-jurídica a nivel internacional.

Fue precisamente el prestigio que obtuvo en España, lo que ocasionó que don Florencio del Castillo adquiriese gran valía ante sus colegas diputados y sobre todo entre los mexicanos, los cuales emitieron valiosas recomendaciones a su favor. Esto provocó que dicho presbítero resultase electo como canónigo en la diócesis de Oaxaca.

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Prestigio y valía

Fue precisamente el prestigio que obtuvo en España, lo que ocasionó que don Florencio del Castillo adquiriese gran valía ante sus colegas diputados y sobre todo entre los mexicanos, los cuales emitieron valiosas recomendaciones a su favor. Esto provocó que dicho presbítero resultase electo como canónigo en la diócesis de Oaxaca, a donde viajó en 1814.

Para finales de 1821 y cuando el ya referido general Agustín de Iturbide lideraba el Consejo de Regencia del I Imperio Mexicano, Del Castillo fue designado por la diócesis oaxaqueña como su representante ante una junta de autoridades eclesiásticas, creada para regir las relaciones entre la iglesia y el imperio, por lo que el sacerdote costarricense se trasladó a la Ciudad de México.

Esta coyuntura explica su designación como legado interino de Costa Rica ante el Congreso Constituyente mexicano, pues su estancia en la capital de ese país coincidió con las decisiones de la otrora Junta Provisional Gubernativa para abrir el congreso de cita.

Por lo anterior, Del Castillo volvió a protagonizar otro hito, pues, al igual a lo sucedió en Cádiz poco más de una década antes, este nuevo designio le implicó convertirse en el primer costarricense que desempeñó una función de esa importante categoría en el continente americano.

Acciones ilustres

Ahora bien, tras varios meses de existencia autónoma, la realidad política mexicana se modificó el 18 de mayo de 1822, cuando el general Iturbide logró que el Congreso Constituyente lo declarase como Emperador. Acto en que participó Florencio del Castillo, dado el cargo que ahí ocupaba.

De seguido, se ordenó toda la logística necesaria para su coronación, la cual se efectuó con gran boato, el 21 de julio siguiente, en la Catedral Metropolitana de la Asunción de la Santísima Virgen María en Ciudad de México. A partir de entonces asumió el nombre de Agustín I y su esposa, doña Ana M. Huarte M., llevó el título de emperatriz mexicana.

El presbítero Del Castillo, además de fungir como uno de los sacerdotes oficiantes, fue también el único costarricense presente en la coronación de Agustín I. Además, el emperador Iturbide lo había nombrado en el prestigioso cargo de integrante de su Consejo de Estado.

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Empero, hubo una relevante presencia en dicho acto de coronación: el presbítero Del Castillo, además de fungir como uno de los sacerdotes oficiantes, fue también el único costarricense presente.

A lo que cabe agregarse que, junto a su puesto interino ante el Congreso Constituyente, el emperador Iturbide lo había nombrado en el prestigioso cargo de integrante de su Consejo de Estado.

Por otra parte, y de regreso a Costa Rica, fue en setiembre de 1822, cuando la Junta Superior Gubernativa contactó al presbítero José F. de Peralta (quien residía en Guatemala) para que viajase a México con el fin de que asumir su curul y presentar ante el Congreso Constituyente un pliego de condiciones que nuestras autoridades consideraban indubitables para consolidar nuestra unión con ese imperio. En ese momento dicho legajo fue también remitido al presbítero Del Castillo para que lo conociese y fuese preparando todo lo necesario para el momento en que arribase De Peralta. Sin embargo, el panorama político de México experimentó un giro copernicano.

Culmen e impronta

A partir del momento en que Agustín de Iturbide se convirtió en Agustín I, comenzó un megalomaníaco ejercicio del poder que lo llevó tanto a enemistarse con sus antiguos correligionarios insurgentes, como con el propio Congreso Constituyente que lo había elegido emperador desde mayo.

Por ello y en un despotismo superlativo, Iturbide incluso cerró el congreso de cita (31 de octubre, 1822), creando en su lugar una Junta Nacional Instituyente a la que le transfirió todas las prerrogativas del fenecido órgano constituyente, además de lo cual escogió a sus nuevos miembros de modo unilateral.

Lo anterior hizo que el periplo del presbítero Florencio del Castillo en el I Imperio Mexicano también terminase. No obstante, continuó manteniendo correspondencia con las autoridades costarricenses para mantenerlas al tanto de la álgida situación en suelo mexicano, en especial porque, por diversos motivos, José F. de Peralta nunca tomó posesión de su cargo como nuestro diputado titular.

Ya para 1823, el sacerdote Del Castillo retomó sus actividades eclesiásticas en Oaxaca. Además, en los siguiente 11 años, ejerció una gran cantidad de cargos públicos y docentes, hasta que su muerte acaeció el 26 de noviembre de 1834 a los 56 años, siendo enterrado en el templo de San José de ese Estado mexicano.

Por otra parte, el autoritarismo de Agustín I, unido a las crecientes voces en contra, provocaron que Costa Rica rompiese su vínculo político con México el 8 de marzo de 1823, el cual estuvo en vigencia por poco más de 14 meses. El 19 de marzo siguiente fue derogado el Pacto de Concordia, con lo que se eliminó el último resquicio de dicha unión.

Desde 1834 y por 137 años, un aspecto se mantuvo pendiente. Fue hasta 1971 cuando la osamenta de don Florencio del Castillo por fin regresó a Costa Rica.

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En esa misma fecha, el I Imperio Mexicano también colapsó, pues, tras una virulenta guerra dirigida por varios de sus otrora adalides, el emperador Iturbide tuvo que dimitir, con lo que la egida imperial mexicana desapareció tras 18 meses de existencia.

Desde 1834 y por 137 años, un aspecto se mantuvo pendiente. Fue hasta 1971 cuando la osamenta de don Florencio del Castillo por fin regresó a Costa Rica, siendo en 1972 cuando el Congreso costarricense le confirió el título que le correspondía por antonomasia: Benemérito de la Patria.