El Palacio Presidencial, el primer edificio simbólico del viejo San José en desaparecer

De escuela a comandancia: Nació para albergar los talleres nacionales de herrería, carpintería y carrocería; por último fue cuartel de la Policía

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En su obra autobiográfica Al través de mi vida, Carlos Gagini se refiere a su padre, Pietro Gagini Traversa como “constructor de puentes y edificios, (…) trabajador incansable, a quien no veíamos en casa sino a las hora de comida y en la noche.”

“Él construyó los puentes de la Quebrada del Fierro, el del Tiribí, el del Torres y otros, así como varias casas particulares y edificios públicos, entre ellos el antiguo Palacio Presidencial (hoy Comandancia de Plaza, enfrente de la Artillería), cuyas columnas jónicas labró con sus propias manos por no haber en el país quien pudiera hacer el trabajo”.

En efecto, Gagini Traversa (1832-1882) fue un activo empresario y contratista que mucho contribuyó al desarrollo urbanístico de San José al empezar la década de 1850. Tras naturalizarse costarricense, en 1864, ocupó un cargo gubernamental al integrarse a la Dirección General de Obras Públicas.

Artes y oficios

Fue en 1822, recién alcanzada la Independencia, que la Junta Superior Gubernativa quiso establecer una escuela de artes y oficios, como la opción educativa que mejor respondía a las necesidades del momento. Es de suponer que, si no se creó, fue por nuestra usual falta de recursos y por la inestable coyuntura política centroamericana del momento.

Décadas más tarde, en 1866, durante la segunda administración de José María Castro Madriz (1866-1868), se crearon los Talleres Nacionales con sus secciones de herrería, carpintería y carrocería, los cuales sirvieron para formar operarios y cumplieron un papel clave en la aparición de la industria nacional.

Dos años después, el Senado y la Cámara de Representantes le concedían al Poder Ejecutivo la facultad de crear, de forma anexa a dichos talleres, una escuela de artes mecánicas. Esta institución enseñaría gratuitamente a 16 jóvenes de la provincia de San José, 8 de cada una de las provincias de Cartago, Heredia, Alajuela y Guanacaste, y a 4 de la comarca de Puntarenas.

El 30 de octubre de 1868, Pedro García, secretario de Fomento, comunicaba en La Gaceta Oficial que el Ejecutivo adquiriría “nuevas áreas de tierra en la manzana donde ya tiene las que ocupan los Talleres, la Casa de Moneda y la Imprenta; con el objeto de ensanchar los primeros y de plantear en continuidad con ellos la expresada escuela, [y que le autorizaba comprar a] don Manuel Antonio Bonilla la casa que a este le pertenece, ubicada en la referida manzana, con el solar que ocupa y otros anexos”.

Tal manzana estaba ubicada entre avenidas 1 y 3 y calles 2 y 4, mientras que la propiedad es la que ocupa, desde 1950, el edificio anexo del Banco Nacional de Costa Rica, al costado oeste del edificio de Correos y Telégrafos, con vista al sur.

Arquitecto y edificio

Castro sería derrocado en noviembre de 1868, pero la segunda administración de Jesús Jiménez Zamora (1868-1870) siguió adelante con aquella necesidad. Si de construir el edificio en dicha propiedad se encargaría Gagini, de diseñarlo se hizo cargo el director general de Obras Públicas, Ángel Miguel Velázquez (1866-1869).

Este era un ingeniero-arquitecto mexicano que había realizado sus primeros estudios en Nueva York, para luego completar su carrera profesional en Italia antes de regresar a México e incorporarse a su Facultad de Ingenieros Civiles y Arquitectos.

Con solo 25 años, había partido a Guatemala para fundar allí la Escuela de Bellas Artes; sin embargo, las rivalidades entre aquel país y El Salvador dieron al traste con tal propósito.

Radicado en suelo salvadoreño, colaboró con el gobierno del general Gerardo Barrios, a quien acompañó al exilio tras su caída, circunstancia que lo trajo a Costa Rica.

Aquí en San José –donde residió hasta su muerte– fundó entonces su hogar junto a Angelina Castro, hija de Castro Madriz. Entonces, su posición social le facilitó prestarle sus valiosos servicios profesionales al país.

El edificio proyectado tendría 40 metros de frente por 85 de fondo, y su planta era una especie de “H” acostada, con un cuerpo longitudinal que unía dos cuerpos transversales, uno al frente y otro al fondo. La estética elegida era la neoclásica de orden jónico.

Como ha señalado en ese sentido la arquitecta e historiadora Ofelia Sanou: “En Costa Rica, desde 1850, el estilo neoclásico sirvió para sustituir el sistema de construcción colonial, para generalizar, en las obras públicas, el uso de materiales más duraderos que los tradicionales –tierra y madera–, y para crear un código estético que representara los ideales de la nueva República” (Arquitectura e historia en Costa Rica).

Descripción y avatares

De fachada simétrica, el edificio parecía montado sobre un pedestal granítico del que partían las ventanas de arco rebajado, solo para ser interrumpidas por un portalón de madera en que estaba tallado el escudo de Costa Rica. Dividiéndolo en tres cuerpos, a modo de pedestales, los entrepaños se ensanchaban para servir de base a las dobles columnas jónicas del segundo nivel.

En el segundo piso, las ventanas y la puerta central, todas con balcón metálico, eran de arco de medio punto, y junto a las columnas y pilastras, eran coronadas por el entablamento, seguido de un sencillo antepecho. A ambos lados, dos entradas de arco rebajado y portón metálico permitían el acceso a los patios interiores.

Una vez terminado, el edificio alojó la escuela por el corto tiempo de la administración de Jesús Jiménez. A la llegada de Tomás Guardia al poder, en 1870, el mandatario decidió convertirlo en su Palacio Presidencial. Se ordenó entonces refaccionarlo por entero, con el fin de que sirviera de residencia para él y su familia y dar cabida a las oficinas del Ejecutivo en la planta baja.

Ambas labores las cumplió el edificio en las administraciones de Guardia (1870-1882), Próspero Fernández (1882-1885), Bernardo Soto (1885-1889) y Carlos Durán (1889-1890); por lo que en primer número de la revista Costa Rica Ilustrada, de junio de 1887, la residencia gubernamental fue descrita así: “El interior es de mucho fasto y tiene hermosos salones lujosamente amueblados, y las magníficas cortinas de damasco y otros géneros preciosos de París y Holanda, se ven con profusión. Hay además bonitos patios y está comunicado por teléfonos con los dos Cuarteles, la Oficina Telegráfica, Administración General de Correos y otros edificios importantes”.

Fue José Joaquín Rodríguez (1890-1894) quien estableció allí las oficinas de la Gobernación y el Cuartel de Policía; para que alojara luego, y de forma sucesiva, la Comandancia de Plaza, el Ministerio de Guerra y Marina y, por último, las oficinas de Tránsito y la Dirección General de Estadística.

Al final, adquirido por el Banco Nacional para construir su nueva sede, fue demolido en 1949.

Por esa razón, si en efecto aquel magnífico edificio había sido uno de los pioneros en evidenciar la innovación arquitectónica de San José, a mediados del siglo XIX; a mediados del siglo XX, le tocó la mala suerte de ser el primero en evidenciar, también, el inicio de su destrucción como ciudad.

ILUSTRACIONES Y PIES DE FOTO

El Palacio Presidencial convertido en Ministerio de Guerra, hacia 1909. Fotografía de Fernando Zamora. AF para La Nación.

La Comandancia de Plaza, vista desde la Plaza de Artillería, en 1921. A la izquierda, el Banco Internacional de Costa Rica y su derecha, el edificio de Correos y Telégrafos. Fotografía de Manuel Gómez Miralles. AF para La Nación.