El mundo es como es: una mirada a la obra de Myriam Bustos

Divagaciones en torno a la obra de una autora que construye su visión descarnada de la vida real con los materiales de su imaginación.

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Isaac Newton se imaginó qué pasaría si se lanzaba una bala de cañón desde una montaña muy alta, y con la fuerza exacta como para ponerla en órbita alrededor de la Tierra. La bala de cañón iría cayendo y cayendo… y cayendo, sin llegar a tocar tierra jamás. Este es un ejemplo de un experimento mental: Newton imaginó lo que pasaría, pero jamás llegó a disparar el cañón. No había necesidad: la Luna estaba ahí, cual bala de cañón, para comprobar su teoría.

Siempre me ha parecido que los cuentos de Myriam Bustos Arratia se construyen de una manera análoga. Doña Myriam imagina una situación, cual experimento mental, y prevé los resultados que provocaría esta situación, a veces fantástica, a veces tan sólo rara, a veces meramente banal.

¿Qué pasaría si alguien viviera en una casa dentro de otra casa? ¿Qué ocurriría con una mujer a quien le crece una extraña flora en sus genitales? ¿Y si un hombre decide instalar a su mujer dentro de un basurero, pero esta no tiene ánimo para quedarse allí? ¿Cómo querría morir un literato fracasado y masoquista?

De ahí la imaginación vuela, pero sin dejar de lado el conocimiento que, de ese “inefable animal humano” (se llama así uno de los libros de doña Myriam), hace que el vuelo resulte tan creíble para los lectores que más de uno reacciona como quien escucha el experimento mental de Newton y después alza la vista, mira la Luna y comprueba que lo que le han hecho imaginar es cierto.

Lo maravilloso

Lo curioso es que, a diferencia de lo que suele ocurrir en el campo de la ciencia, cada lector de un relato de Myriam Bustos toma un camino distinto a la hora de interpretar el experimento mental que le han planteado. He dicho lo curioso; debí decir lo maravilloso. Porque, si la solución fuese la misma para todo el mundo, estaríamos en presencia de textos planos, habitantes de lo consabido. Nada más lejos de la obra de Myriam Bustos: en ella la imaginación despega siempre la primera.

El hecho es que la comandante de la nave conoce por dónde se dirigirán los viajeros una vez puestos en órbita. Pero ¿qué significa ese viaje, por qué se da esa trayectoria? Eso no nos lo dice. Hypotheses non fingo, se limitó a sí mismo Newton; lo hace también doña Myriam, pero con un guiño hacia los lectores, en cuyas manos deja tamaña responsabilidad.

A doña Myriam le gusta correr riesgos. Lo suyo no es lo “políticamente correcto”, y se le agradece. En un tiempo en que estamos obligados, no tanto por la censura como por la autocensura, y no tanto por la convicción como por el temor a las reacciones lapidarias, a modular la voz con las precauciones de quien no quisiera herir ninguna susceptibilidad, doña Myriam ha sabido defender el sagrado espacio de la literatura para hablar sin pelos en la lengua. Acaso el único espacio que nos va quedando para expresarnos como nos nace desde los más profundos impulsos, en vez de desde las superficies bien educaditas.

No faltará aquel que se sienta incómodo porque lo que doña Myriam escribe no es literatura de salón, porque habla de dos compañeras de trabajo que se disputan el uso del servicio sanitario y revelan sus más íntimos (y hediondos) secretos o de parejas sin hijos que pierden la paciencia con los niños ajenos y un buen día deciden asesinarlos, pero una lectura sin prejuicios revela que en esas historias yace el ser humano, tal como es.

Literatura fantástica

Si Corneille pinta a los hombres como deberían ser y Racine los pinta tal como son, doña Myriam sin duda ha decidido ser Racine. Sus historias no hacen recomendaciones literales; al fin y al cabo, son literatura, y se sirven de la ficción para efectuar radiografías. Mostrar lo que hay de oculto en los seres humanos, aunque a veces se oculte a flor de piel: esa es la especialidad de doña Myriam.

Creo que no existe en el medio costarricense otra escritora u otro escritor tan severamente poco idealista como doña Myriam. Ninguna ilusión la convence, ni de las religiosas, ni de las políticas, ni mucho menos de las psicológicas o morales. Entre nosotros, nadie como ella le abre la puerta a lo terrible que resulta la existencia humana.

Y lo afirmo aunque, en esta época de abultada producción de realismo sucio, tendencia poco idealizante si las hay, parecería haber mucha competencia. Pero de eso se trata con doña Myriam, y por eso deja atrás a todos con la fuerza de su bala de cañón: lo suyo no es el realismo, sino la literatura fantástica.

Esa clasificación se podría discutir ya que en la obra de doña Myriam lo que hay es una tendencia, no una obligación, hacia la literatura fantástica. Como todos los buenos escritores, no se deja clasificar enteramente sin que la taxonomía no se parezca en algo al lecho de Procusto. Pero el punto que defiendo es que doña Myriam nunca se ha visto limitada por los senderos del referencialismo, esa tendencia tan nociva de muchos escritores ticos a hablar de lo mismo que están hablando los periódicos, y que provee las fuentes de buena parte del realismo sucio que se ha escrito en Costa Rica.

Doña Myriam construye su visión descarnada de la vida real con los materiales de su imaginación, y acierta, acierta más todavía porque no se limita realizar la observación en torno suyo, sino que profundiza cada vez que imagina.

Una paradoja

Su lenguaje no deja de ser sorprendente por una razón particular: su incorregible corrección. No hay un punto ni una coma que no estén puestos en su lugar; y, de haberlos, jamás he dudado de que el error se gestó en las manos descuidadas de editores, no en la impoluta prosa de doña Myriam.

Siempre me sorprendió que alguien tan sin trabas a la hora de imaginar mostrase un apego tan conservador a las normas idiomáticas, al punto que mucha gente parece conocerla más como una filóloga purista que como una escritora. Siempre se me hizo raro que su espíritu aventurero en lo que concierne al tema de sus relatos no cuajara en una prosa igualmente poco convencional, amiga de experimentar o un poco loca.

Pero un día me di cuenta de que los relatos de doña Myriam Bustos necesitan de esa prosa de profesora (y lo digo sin hacer sorna de los profesores, que yo también lo soy) como medio de contraste. Blanco sobre blanco no se distingue; negro sobre negro es una mancha. Una prosa correctísima es el vehículo adecuado para una historia que nunca lo es. Así se nota aún más cuánto hay de descarnado en esa visión de los mundos de la imaginación de doña Myriam: el suyo es el idioma de un expositor neutro, que avanza hacia lo más terrible sin cambiar el tono ni subir la voz.

Debe entenderse: Myriam Bustos nunca ha pretendido escandalizar. La casi rigidez de su prosa convierte sus relatos en piezas que, antes que hacernos gritar, nos hacen aceptar. Aceptar la realidad del mundo, tal como es, sin pensar en el escándalo de que no es como debería ser.

Simplemente sabe hacer coincidir su imaginación con el mundo, tan prosaico que solo una prosa algo monótona es capaz de develar su dimensión apagada, su triste naturaleza. Cualquier otro artificio verbal no haría sino mentirnos, al proponernos que es posible escapar de unas reglas del juego que no hemos puesto nosotros, y que Myriam Bustos expone parsimoniosa, fatalmente.

En cierto modo, la propuesta estética y filosófica de doña Myriam consiste en mostrarnos a Mr. Hyde mientras habla como el Dr. Jekyll. En el contraste, la visión del mundo cobra más fuerza. El rigor con que un gran Mr. Hyde va surgiendo, relato tras relato, no nos mueve tanto al horror como a la aceptación de lo inevitable. El mundo es como es: de sabios es aceptarlo, y de talentosos artistas, expresarlo. Myriam Bustos Arratia es tan sabia como talentosa.

El autor es escritor, filólogo y catedrático de la Universidad de Costa Rica.