El manga o la semántica de la imagen

Arte en crecimiento: Conozca la historia del manga japonés y de algunos de sus principales impulsores.

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Los niños de las villas japonesas de comienzos del siglo XX se mantenían pendientes al oír sonar a la distancia el peculiar golpeteo de unos tacos de madera llamados hyoshigi. Era la señal esperada para salir todos corriendo en tropel hacia el lugar donde el gaito kamishibaiya (cuentista del teatro ambulante kamishibai) había montado un pequeño escenario de madera. Una vez llegados al sitio, los chicos competían por los primeros lugares frente al particular proscenio.

El cuentacuentos (que utilizaba ese recurso para venderles caramelos a los chicos) comenzaba a narrar historias a su audiencia, las cuales ilustraba con una serie de dibujos realizados en tablas o en láminas de cartón que pasaba uno tras otro (a medida que avanzaba el relato) en una especie de pantalla en el citado escenario de madera.

Kamishibai significa literalmente “drama de papel” y se originó en los templos budistas japoneses del siglo XI, donde los monjes empleaban unos pergaminos arrollados llamados emakimonos, en los que se combinaban imágenes con textos para enseñar a personas, generalmente analfabetas, sobre preceptos morales y espirituales.

Esta tradición de contar historias con textos asociados a imágenes se arraigó en el alma del pueblo japonés y se mantuvo como tal durante siglos, dando origen, hacia el año 1600, a los ukiyo-e, grabados en madera por medio de los cuales se contaban historias, en su mayoría eróticas, con las que la población buscaba olvidarse de las penurias que padecían bajo la dictadura feudal del periodo Edo.

En 1814, el estilo ágil y dinámico de los ukiyo-e fue adoptado por el pintor y grabador Katsushika Hokusai y definido como “manga”, que significa “dibujo ágil que transmite una idea”. De hecho, Hokusai fue autor de 15 volúmenes de la obra llamada Hokisai manga con 4.000 dibujos en ese estilo.

El manga fue tomando forma de una especie de literatura popular en su particular estilo de imágenes rodeadas de textos narrativos. En el siglo XIX, los artistas japoneses entraron en contacto con las obras de los autores de cómics occidentales y el manga llegó a adquirir su forma narrativa actual.

Los primeros “mangas” modernos

Al optar por una modalidad más moderna en el siglo XX, el arte del manga mostró diversas temáticas de acuerdo con el tipo de público al cual se dirigía y adoptó un nombre adecuado para cada uno. Así tenemos que el Kodomo manga se destina a niños pequeños, el Shonen manga se dirige a muchachos adolescentes, el Shojo manga a chicas adolescentes, el Seinen manga a hombres jóvenes y adultos, y Josei manga a mujeres jóvenes y adultas.

En 1923, el artista Shousei Oda lanza Las aventuras de Shochan en la modalidad de Kodomo manga. Hacia 1931 Takeo Nagamatsu crea el primer superhéroe japonés (y del resto del mundo) llamado Ogo Bat, especie de semidiós que empleaba sus grandes poderes para derrotar las fuerzas del mal.

Ogo Bat debutó –y de la mano de su creador– en el kamishibai pero, tras el declive de esta expresión, fue llevado al manga con gran éxito. Este superhéroe, con capa y habilidad para volar, antecedió a Supermán y a Batman en siete y ocho años, respectivamente.

La llegada de la era Tezuka

Hasta los años 40, el manga japonés presentaba historias lineales, sencillas y autoconclusivas, ilustradas en secuencias cortas de viñetas planas y rígidas, sin grandes proposiciones en el manejo de los ángulos de encuadre y planos narrativos.

En 1947, Osamu Tezuka, joven artista estudiante de medicina de 29 años, quien ya venía realizando series de manga desde su adolescencia, marca un punto de inflexión en el arte de la narrativa de imagen de su país al publicar, asociado con el escritor Shichima Sakai, la serie Shin-Takarima (La nueva isla el tesoro).

Luego, Tezuka se consolida como el gran creador del moderno manga japonés en series como Jungle Taitei (Kimba, el león blanco), Tetsuwan Atom (Astro Boy), Hi no Tori (Fénix) y Ribon no Kishi (La princesa caballero). Este inquieto creador también realizó en manga obras de la literatura clásica como Crimen y castigo y Fausto, así como una serie sobre Adolfo Hitler y la vida de Siddarta Gautama, Buda.

Al fundar los estudios de animación Mushi Productions, Tezuka se convierte en uno de los pioneros de animé japonés. No sin razón en su país se le conoce como “el dios del manga”.

El legado de Tezuka

La obra y el estilo narrativo de Osamu Tezuka inspiró a toda una pléyade de nuevos creadores que llegaron a enriquecer el mundo del manga con renovados personajes, muchos de los cuales fueron llevados al animé y los videojuegos. Citamos entre ellos a Candy, creada por Yumiko Igarashi; Mazinger Z, de Go Nagai; Dragon Ball, de Mr Morishita; Pokemón, de Satoshi Tajiri y Kazuo Umezu, creador de historietas de humor de terror para adultos.

Miyazaki ha declarado que, cuando era estudiante y soñaba con ser un realizador de mangas y series de animé, la influencia de Tezuka fue tan marcada que llegó a destruir sus primeros dibujos para buscar un estilo más original.

Kasuo Umezu, gran maestro de las historietas de terror, explica el por qué de la extraordinaria fuerza del dibujo japonés que tanto impacta hoy día en todo el mundo: “Mire nuestros caracteres Kanji, los ideogramas importados de China. Están constituidos por pequeños dibujos que se ha ido codificando con el tiempo. Para el lector japonés descifrar uno de estos caracteres y leer un manga supone el mismo esfuerzo”.

Los dibujos animados (animé) que los occidentales juzgan rígidos o estereotipados recobran la misma firmeza de las posturas del teatro Noh.

El dibujo es la expresión natural de Japón. Cuando leemos un manga, cuando contemplamos un animé, sin saberlo estamos hablando japonés.

*El autor es profesor universitario y director de los grupos La Pluma Sonriente y La Pluma Comic.