Costa Rica se lució con ‘La visita de la vieja dama’, de Friedrich Dürrenmatt

Una obra que se debería ver cada cierto tiempo.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Del 31 de agosto al 7 de setiembre de 1968, se realizó en Costa Rica el Primer Festival de Teatro y Danza Centroamericano-CSUCA. El Teatro Universitario de la UCR, anfitrión del evento, entró por la puerta grande de la mano de Dürrenmatt y del maestro Daniel Gallegos Troyo. ¡Qué manera de participar en la celebración del XX aniversario de la creación del Consejo Superior Universitario Centroamericano!.

El autor

Friedrich Dürrenmatt, consagrado escritor, filósofo, pintor, guionista y dramaturgo suizo, cuya obra la escribió en alemán, fue uno de los pensadores más preclaros del siglo XX. Además de La visita de la vieja dama, contabilizó muchos otros reconocidos títulos para la escena, entre ellos: Los físicos; Ello está escrito (también conocido como Los anabaptistas), Play Strindberg, Hércules y el establo de Augias, Tito Andrónico y otras. También, piezas teatrales para la radio (Höerspiel, como se les conoce en alemán).

Con motivo de su fallecimiento, en diciembre de 1990, el periodista y crítico teatral español, Lorenzo López Sancho, se lamentaba diciendo que “la gigantomaquia del siglo XX ve caer uno de sus árboles más añosos; aquellos cuyo ramaje da su sombra amenazadora, crítica, sardónica, a los grandes pecados, a los atroces males morales, políticos, sociales, de este afligido final de milenio”. En efecto, Dürrenmatt pertenecía a ese selecto bosque, en peligro de extinción, por cierto.

Una obra perversa

La visita de la vieja dama es una obra cumbre del repertorio universal y Claire (Clara) Zachanassian, su personaje principal, uno de los más controversiales, potentes y complejos del teatro contemporáneo y del repertorio de Dürrenmatt.

El autor, atinadamente, había agregado a su texto dramático un comentario en 1956, un año después de escrito, y anotó, entre otros aspectos: “La vieja dama es una obra perversa, aunque por eso mismo no debe interpretarse con perversidad, sino dándole el tono más humano posible, con tristeza, no con ira, pero también con humor, pues nada perjudica tanto a esta comedia, que finaliza trágicamente, como una seriedad empecinada”.

En opinión de Guido Fernández Saborío, en La visita, Dürrenmatt había delineado una parábola en la que hacía una síntesis de los peores rasgos y las mejores virtudes del ser humano de hoy.

Ana Poltronieri, sólo ella

Una obra tan densa, profunda y compleja, requería de actores y actrices profesionales y experimentados. Ana Poltronieri se hizo cargo de Clara Zachanassian y Guido Sáenz González de Alfredo Ill, junto a un elenco de más de 25 participantes.

‘La Poltro’, como se le llamaba cariñosamente en el medio teatral, tenía la madurez, el carácter, el profesionalismo, la potencia y los matices para recrear a la “vieja dama”. Era la indicada para echarse sobre sus espaldas a Clara, que, en palabras del autor “deberá ser solamente lo que es: la mujer más rica del mundo que, gracias a su fortuna, está en condiciones de actuar como una heroína de la antigua tragedia griega, de forma cruel y absoluta, como Medea, por ejemplo”.

Cuando se le preguntó a Ana qué esperaba de la presentación de Costa Rica en este festival dijo: “De nuestra ‘Visita’ tengo mucha fe y esperanza de que haremos todo lo que esté a nuestro alcance porque sea un trabajo digno y admirado por el público”. Efectivamente así fue.

De Alfredo Ill, el tendero de pueblo, Dürrenmatt había señalado que era “un hombre simple al que el miedo y el terror le hacen comprender lentamente algo personalísimo, que vive la justicia en carne propia porque reconoce su culpa y que la muerte lo engrandece”.

No obstante, si estos dos papeles no están bien servidos por el numeroso elenco que interviene, la obra se desplomaría.

Calidad de montaje

Ambos, Poltronieri y Sáenz, lograron una de sus mayores proezas y construyeron sus respectivos personajes con maestría. Fernández Saborío reconoció que en Ana, cuando se ensombrecía su rostro y mostraba su amor-odio con toda intensidad, era una “señora actriz”; en cuanto a Sáenz, subrayó que alcanzaba “una cumbre de interpretación”, pues dibujaba su personaje “con todos los matices por los que trasiega la víctima”.

Del resto del elenco y el personal de apoyo alabó el desempeño, que fue “colosal” no solo por el equilibrio que se lograba, sino también por la solución justa que tenían los “empinados” problemas de escenografía (a cargo de David Vargas), luces y desplazamientos “en una obra que requiere una pluralidad de cambios y un ritmo endiabladamente ágil”. Aun así, la obra “fue llevada a escena pulcra y cuidadosamente, con la exacta movilidad que demandan sus complejos movimientos escénicos”. Para mérito de todos, agregó que este montaje no estaba lejos “en calidad y belleza” de aquel que “se paseó por tres meses en un teatro neoyorkino, hace exactamente diez años”. Se refería al de Alfred Lunt y Lynn Fontanne, que él había presenciado en 1958.

Alberto Cañas Escalante afirmó que era “el espectáculo más rico que haya ofrecido el teatro costarricense; la más audaz y difícil empresa teatral, llevada a magnífico puerto”, porque Gallegos Troyo había conseguido “una puesta esplendorosa, fluida y sin tacha”. Y cerró su comentario con estas palabras: “‘La visita’ es un mojón en la ruta de la actividad dramática de Costa Rica”.

Como se infiere fácilmente, el país se había probado en la vitrina del Primer Festival de Teatro y Danza Centroamericano, con sobrados méritos. El Teatro Universitario y su director, Gallegos Troyo, habían conseguido poner el listón muy alto. Eso es innegable.

En junio de 1987, 19 años después del evento reseñado, Daniel volvió a dirigir La visita de la vieja dama, siempre con Ana Poltronieri como Clara, en un montaje de la Compañía Nacional de Teatro. El resto del elenco fue diferente y el papel de Alfredo Ill lo hizo Leonardo Perucci. En esta ocasión, comentaron la obra el filósofo Arnoldo Mora Rodríguez, el crítico “oficial” de La Nación, Andrés Sáenz y el abogado, periodista, escritor y dramaturgo Alberto Cañas Escalante. Los tres coincidieron en la calidad del montaje y el excelente trabajo del elenco y sus protagonistas, e invitaron al público a ver esta poderosa y aleccionadora obra universal.