Adrián Gómez y una vida dedicada a la pintura de niños y mujeres afrodescendientes

El artista no sabe bien cómo surgió su inspiración, aunque en su infancia visitaba con frecuencia Limón. Lo cierto es que ya suma 32 años de crear coloridas obras inspiradas en el Caribe.

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En medio de un caótico día, un afrodescendiente transita por el Jardín de Paz, ese pequeño parque que se ubica frente al edificio metálico, en el centro de San José. De repente hace una pausa: un mural de cerámica en el que se ve a una niña afrodescendiente balancearse en un columpio se interpone en su camino.

Él lo aprecia con detenimiento... tal vez le trae recuerdos, o simplemente le atrae la obra de arte que tiene frente a sus ojos.

A lo lejos está el pintor Adrián Gómez, quien al ver la escena se acerca sigilosamente y con una sonrisa amable le pregunta al espectador si le gusta la figura plasmada en el gran muro de concreto.

“No está mal”, le responde sin dar mayores impresiones sobre la obra.

Sin embargo, para el artista de 59 años, esas tres palabras significan todo. Él es el creador de esta y muchas obras más de afrodescendientes que se ubican en diferentes lugares de Costa Rica.

“Ese ‘no está mal’ es como pegarse la lotería, es de lo más satisfactorio ver cuando personas afrodescendientes están observando mi obra y desconocen que yo soy el autor. La verdad es que la comunidad afrodescendiente me ha dicho cosas maravillosas”, afirma.

Por más de 30 años, el pintor costarricense Adrián Gómez se ha dedicado a desarrollar obras relacionadas a la comunidad afrodescendiente, principalmente niños.

Algunos de sus personajes comen sandía, otros se balancean en columpios. Hay unos más grandes que otros, mientras que las obras se ubican en diferentes lugares y son de materiales distintos. Al final, lo que no cambia es la esencia.

De visita en Limón

El artista no sabe de dónde proviene ese gusto por pintar personas afrodescendientes en sus obras. Sin embargo, presume que quizá se deba a que en su infancia viajaba frecuentemente de Cartago a Limón, junto a su mamá y sus hermanos, para visitar a su papá quien trabajaba en esa provincia.

Es allí donde Gómez, quien es vecino de Desamparados, considera que se enamoró de la cultura caribeña.

“Había una insistencia en mi cabeza de sacar esas imágenes o esos personajes. A los 18 años, un amigo artista me dijo que los colores con los que yo pintaba eran muy caribeños y yo no le entendí bien ese día, pero sí, todos mis trabajos tenían colores verde perico, fucsia y amarillo, por ejemplo. Mientras que los personajes eran achinados, con los pómulos destacados, grandes labios, pero yo no lo razonaba, solo lo hacía”, asegura.

Lo cierto es que desde hace 32 años tiene un gusto especial por retratar la belleza afrocaribeña. Así, a través de una serie de obras a las que llamó Espacios de juego, comenzó a pintar niños junto con esa sensación de libertad que dan los columpios.

Espacios de juego mostraba la inocencia de los pequeños y le permitía a Gómez mostrarle al mundo, de alguna manera, el niño que llevaba -y sigue llevando- dentro.

“Siempre se ha dicho y queda claro que hay un niño interno en cada uno de nosotros. Yo tengo muy claro que yo puedo expresar un montón de inquietudes, necesidades, sentimientos o momentos a partir de la niñez.

“A modo de ejemplo, con un niño puedo expresar ternura, sueños, esperanza, futuro, sinceridad y eso yo no lo puedo lograr con un adulto, porque un adulto ya está ‘viciado’, pero con el niño yo puedo hablar de un mundo lúdico, puedo hablar de libertad, de juego, de esperanza”, explica.

A partir de esa serie de niños en columpios, nacieron otras series como Sabor Caribe, Perfección Caribe y Mujeres del viento, que fue la primera que lanzó.

Con estas obras el artista comenzó a dar indicios más firmes de que ya no solo se inclinaba por pintar niños, sino también mujeres afrocaribeñas.

“Para mi el personaje de la mujer o de las niñas me permiten hablar más de sensibilidad, de afecto, de cariño. Y no es que los niños no tengan esa capacidad, pero la feminidad, en el caso mío, me permite jugar con la brisa, con el viento, que son creadoras de sueños, de amores e infinidad de cosas”, detalla.

Cada una de estas series cuenta con fondos llamativos, lisos, sencillos y con colores encendidos, que dan calidez a las obras.

Sin embargo, el artista ha preferido no ir más allá: en sus pinturas no muestra paisajes de Limón como sus playas, sus palmeras, su arquitectura o su vegetación. En ese sentido, Gómez es enfático en que él no interpreta el entorno caribeño, ni pretende hacerlo.

“Es una obra con una limpieza, con esencia, con fondos de color y personajes que producen un estado de ánimo, pero los recursos son mínimos. Lo que quiero decir con esto es que yo aplico la frase ‘menos es más’.

“Y la obra se ha alimentado y se ha sostenido con estos espacios atemporales donde no recurro a ningún elemento del entorno del Caribe, por eso es que ‘no necesito necesariamente estar físicamente en la zona’, porque yo no hago necesariamente el Caribe, sino una interpretación, una sensación o una percepción de lo que yo siento que puede ser para mí el sitio. Para mí, el Caribe es esa necesidad del ser humano de libertad, de serenidad, de espacio y de armonía”, comenta.

Y aunque su gran mayoría de obras son relacionadas a la comunidad afrodescendiente, hay otras que no lo son. Es un artista versátil, capaz de dibujar y plasmar sobre diversos materiales otro tipo de imágenes.

Artista por vocación

Adrián Gómez no recuerda cuál fue su primera obra. Tenía tan solo 11 años cuando descubrió que el arte era lo suyo.

Posteriormente, cuando tenía 13 años, su familia le pagó unos cursos que tenían un valor de ¢20 cada uno. Se trataba de lecciones en un taller del pintor costumbrista Marco Aurelio Aguilar, quien le daba clases de dibujo. Luego, Gómez ingresó a la Escuela de Arte Juan Ramón Bonilla y a través de esa experiencia conoció al artista Fernando Carballo, quien le dio muchos consejos que le han ayudado en su vida artística.

Sin embargo, más allá de estos cursos, no estudió arte o pintura a nivel académico.

“(Mi formación) Ha sido autodidacta, muy lenta, pero no menos satisfactoria. Por supuesto que una cosa es la academia, que es una formación de técnicas y de corregir cosas, pero la otra es la calle, los colegas, la diaria interrelación con artistas y los libros.

“Y creo que la mayor formación que he tenido y donde he adquirido mayor riqueza es en mi pasión y mi constancia. Yo no me he conformado con tener una técnica, sino que he tratado de mejorarla, enriquecerla, preguntar, leer y las posibilidades que nos da Internet de ver y aprender el desarrollo de técnicas”, afirma.

En esa línea, todos los buenos comentarios que recibe y la cantidad de obras que ha podido desarrollar para instituciones como la Municipalidad de San José, el Hospital Nacional de Niños, el Patronato Nacional de la Infancia (PANI), en Barrio Luján, lo hacen sentirse satisfecho y muy seguro de que el esfuerzo de años ha valido la pena.

Como si fuera poco, su obra también se puede encontrar en restaurantes, en la lotería, en el hotel Best Western de Tamarindo, en el hotel Cala Luna y en la Mucap en Cartago.

“Hay personas que han creído en mi trabajo y, a través de todo ese afecto y empatía, he logrado exhibir en en diferentes lugares. Recuerdo que en una primera etapa presentaba mi obra en la ciudad de Cartago, pero luego, al trasladarme a San José, empecé a exhibir en diferentes lugares. Entonces me puedo dar el honor de decir que he expuesto tanto en galerías privadas como en museos y edificios públicos; también he participado en ferias y he donado obras para bien social”.

— Adrián Gómez, artista.

Además, a lo largo de los años ha podido ir descubriendo diferentes técnicas, porque no le gusta “encasillarse”, por el contrario, quiere demostrar que puede hacer lo que se proponga.

Por ello, Gómez ha experimentado con una gran variedad de recursos artísticos, tales como la escultura en hierro, la obra gráfica, la serigrafía, el grabado y el metal.

“La mayor cantidad de obra que realizo es en acrílico sobre el lienzo. Pero tengo muy claro, o por lo menos ese es mi discurso, que un artista tiene un imaginario, una propuesta que hacer y a su favor tiene una gran cantidad de técnicas con las cuales expresarse. Entonces, aplicando eso en mi vida, no me he quedado con esa inquietud de solamente dedicarme a una técnica”, asevera.

De hecho, Gómez asegura lo siguiente: “Es muy aburrido que un artista dedique una vida entera a solo hacer una técnica. No está mal, es válido, pero habiendo tantas posibilidades para expresarse…”.

Muchas oportunidades

México, Estados Unidos, Nicaragua y Londres son tan solo algunos de los países que han podido presenciar la obra de Adrián Gómez, pues le han abierto las puertas para presentar sus proyectos. Estas han sido parte de esas oportunidades únicas que el artista cartaginés atesora.

“Hay personas que han creído mi trabajo y a través de todo ese afecto y empatía, he logrado exhibir en en diferentes lugares. Recuerdo que en una primera etapa presentaba mi obra en la ciudad de Cartago, pero luego, al trasladarme a San José, empecé a exhibir en diferentes lugares. Entonces me puedo dar el honor de decir que he expuesto tanto en galerías privadas como en museos y edificios públicos; también he participado en ferias y he donado obras para bien social”, resalta.

Y aunque en un principio a todas esas actividades iba acompañado de su familia, esto quedó en el pasado. Sus hijas Alejandra y Sofía, así como su esposa Xinia Ureña (con quien suma más de 30 años de casado) ya no asisten tan frecuentemente como antes a las exposiciones.

Sin embargo, no las culpa y considera que en parte esta decisión ha sido por él mismo.

“Vivieron mi aventura por 18 años, pero yo creo que en algún momento las saturé a las tres. Ellas no dejan de ver mi obra, de preguntarme, de alegrarse… lo único es que ya no asisten a exhibiciones ni a nada de eso, pero por años de años estuvieron al lado mío y a la fecha son el apoyo que uno como artista necesita”, se sincera.

De hecho, reconoce que ellas son quienes lo continúan impulsando para que nada lo detenga y pueda seguirse desarrollando como artista, experimentando con técnicas y demostrando su amor por la comunidad afrocaribeña a través de su arte.

“Siempre se ha dicho que hay un niño interno en cada uno de nosotros y yo tengo muy claro que yo puedo expresar un montón de inquietudes, necesidades, sentimientos o momentos a partir de la niñez. Con un niño puedo expresar ternura, sueños, esperanza, futuro, sinceridad; puedo hablar de libertad, de juego, de esperanza”.

— Adrián Gómez, artista

De todas formas, esta es una profesión que le apasiona y que le permite cumplir con el dicho: ‘no trabaja quien hace lo que ama’.

“No me he arrepentido nunca de ser artista, más bien cada día que vivo me siento más feliz de haber encontrado mi vocación, porque realmente esto me llena y me ha llenado toda mi vida desde que yo tengo memoria, desde niño”, asegura.

Su más reciente proyecto está plasmado en la sede central del Colegio de Farmacéuticos de Costa Rica, en Moravia, que lo eligió para dar vida a un mural que rinde tributo a aquellos agremiados que fallecieron víctimas de la covid-19.

Así espera seguir teniendo oportunidades para demostrar su gran talento y lo mucho que ama lo que hace.