Vea The Americans . Lamento no ser más sutil o comedido con mis palabras, pero no hay mucho tiempo que perder. Porque cada segundo que usted pasa sin ver The Americans es un segundo que transcurre sin hacer de la suya una mejor vida.
Vaya, corra, las tres primera temporadas están en Netflix. Yo espero.
¿Ya vio The Americans ? ¿Todavía no? Bueno, no lo posponga mucho: es conocida la facilidad con la que Netflix hace desaparecer de su catálogo material de calidad altísima sin que uno pueda oponer resistencia. La acción que le recomiendo es ver esta serie y dejarse llevar.
The Americans es mi ejemplo favorito del lado oscuro de esta era dorada de la televisión en que vivimos: no genera tanta conversación en redes sociales como lo hizo Mad Men , no se escribe tanto de ella como de Bojack Horseman, no se comenta en horas laborales tanto como Black Mirror . No que estas series no merecen ese bullicio, pero sin ellas tal vez The Americans gozaría de una mayor popularidad, porque la merece.
En síntesis: durante la Guerra Fría, dos espías soviéticos posan como una pareja de agentes de viajes que viven una tranquila existencia en los suburbios cercanos a Washington D. C. Su misión es su matrimonio: llevan 15 años casados, pese a no conocer un solo detalle de sus vidas pasadas, ni siquiera sus nombres. De su unión teatral nacieron dos hijos, que tampoco conocen sus vidas reales.
Infiltrados en la capital estadounidense, Elizabeth y Philip debenejecutar tareas de espionaje que podrían determinar el futuro de las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética. El balance del planeta depende de que llevan a cabo su misión con éxito. Pero esta parte es la menos importante de la historia.
The Americans, por encima de todo, es una serie sobre la mentira.
El de Elizabeth y Philip es un caso extremo, pero con el cual es posible identificarse al vuelo: ¿cuántas de nuestras relaciones están construidas, al menos parcialmente, sobre mentiras? Tal vez mentiras blancas, piadosas, pero que con el tiempo se extienden y se expanden, manchando todo.
El matrimonio de los dos espías inició meramente como una charada para destruir a la superpotencia norteamericana, pero en el camino se interpuso una encrucijada: su relación personal. ¿Qué debe priorizarse, la honestidad con la pareja o la lealtad a una ideología y a una misión o, incluso, a sí mismos?
Es un terreno fangoso, el de la honestidad, porque mentir a veces es necesario y otras veces es simplemente cómodo, pero nunca está libre de consecuencias.
A veces, esas consecuencias pueden determinar el futuro de una guerra entre dos súper potencias. En otras ocasiones, pueden salvar o condenar a un matrimonio.
Vea The Americans .