Juguemos: “Sucia, caótica y con unos servicios desastrosos (...). Hasta el turista más despistado se da cuenta de que algo no marcha bien”. ¿Se refiere la cita a San José? No, El País Semanal se refiere a Roma.
“La capital fue nombrada como el área más odiada del país, en un libro que recopila las 50 localidades menos deseadas de la nación”.
¿San José? No, el Daily Mail habla en realidad de Londres.
“Los retrasos causados por el tráfico son cosa de todos los días, especialmente durante la hora pico”. NBC no estaba haciendo mención de Chepe, sino de Nueva York, ciudad que fue votada número 96 entre los 100 lugares más apetecidos por los estadounidenses, de acuerdo con una encuesta publicada por U. S. News .
¿Cuántos de nosotros tenemos a esas tres ciudades en nuestra lista de destinos por conocer? ¿Cuántos de nosotros hemos idealizado esas tres ciudades? ¿Cuántos las hemos visitado y hemos pensado que son paraísos urbanos?
Todas las ciudades son feas. El asunto, claro, está en que todas son, al mismo tiempo, hermosas. Eso incluye a la nuestra –suya y mía, aunque a veces quisiéramos pretender, usted y yo, que no es así–. San José es horrible, San José es lindísima.
Lo injusto es casarse con una sola afirmación y luego negarse a cualquier otra posibilidad. Es particularmente injusto cuando lo hace un medio de comunicación, como lo hizo Teletica el fin de semana pasado durante la cobertura del ya infame Diner en blanc.
Escribieron los periodistas Sergio Arce y Josué Sánchez, entre otras cosas, “En una San José deslucida…”, “...en uno de los pocos lugares ‘presentables’ de la capital…” y “las estrechas y sucias calles capitalinas, donde merodean indigentes”. De acuerdo: Arce publicó, dos días después, un artículo de opinión que explicaba un poco mejor su posición –aunque, en realidad, lo que hizo fue confirmarla–, pero no se puede borrar el daño.
Es muy fácil quedarse con el estereotipo sin detenerse a comprobar qué tan cierto es. En San José abundan las iniciativas de mejora urbana y apropiación del espacio público. Estas iniciativas, por cierto, no se limitan a Amón u Otoya (que Arce llama “chic”). Basta con detenerse a mirar con mínimo cuidado –el que uno supone del ejercicio periodístico– para encontrar iniciativas en barrios marginales también.
Las ciudades son un conjunto caóticos de cosas malas y buenas, es decir, un reflejo de la convivencia humana. La ciudad es lo que somos como especie. ¿Vamos a juzgar a la gente solo por lo que nos cae mal de ella?
Demeritar a ciegas a San José es invisibilizar los esfuerzos –públicos y, sobre todo, civiles– por recuperar y embellecer nuestra ciudad, porque lo ineludible es eso: Chepe, queramos o no, es la sala de nuestra casa. ¿Seguimos viéndola empolvarse o vamos a pasar la escoba y el palopiso?