No hay bebés feos ni medios de comunicación (muertos) malos. Años atrás me tocó ser parte del cierre de un proyecto de comunicación, en el cual creí con toda el alma y al que le dediqué mis mejores esfuerzos. Como en casi todos los casos, su desaparición fue dictada por justificados motivos de negocio y mucha más gente de la que se esperaba lamentó su muerte (irónico, pues si aquel lamento hubiese sido proporcional a nuestro consumo, a lo mejor y ahí todavía estaría el periódico).
El trance fue doloroso, hubo lágrimas, cartas de despido en manos de profesionales talentosos y frustración ante objetivos no cumplidos. La vida siguió, los involucrados nos reacomodamos y nuevas opciones se abrieron. Eso sí, la cicatriz a veces pica.
Hoy a Canal 9 son muchos los que lo sienten y lo lloran, tantos que uno podría pensar que la televisora contaba con números de audiencia mucho mayores de lo que las mediciones reportaban. Sin embargo, lo cierto es que el 9 luchó durante su corta vida por hacerse, sin éxito, un espacio visible en medio de una lucha de gigantes.
El fracaso del proyecto Canal 9 viene a ratificar lo que ya se sabía: la televisión comercial abierta costarricense tiene, para efectos prácticos, solo dos actores: Teletica –la televisora con mayor tradición del país–, y Repretel, cimentada sobre la fuerza que le dan sus cuatro canales y el ser parte de un enorme conglomerado internacional.
La programación original de Canal 9 no fue ni mejor ni peor que la de aquellas televisoras. Su revista mañanera era casi idéntica a las del 6 y el 7; su noticiario quiso posicionarse como más caché (nada de “toronoticias”, prometió su primer director), lo cual no es difícil frente a informativos llenos de notitas a la BuzzFeed o sobre el folclórico fútbol local; sus transmisiones de corridas de toros fueron igual de chabacanas que las de los otros.
Al 9 sí hay que reconocerle su arrojo y haberse lanzado a explorar espacios que estaban sin atender. En un medio ayuno de talk shows , su apuesta por un programa de entrevistas con Thelma Darkings sonó bien en la teoría, mas no cuajó en la práctica (en gran parte por falta de pegue de la anfitriona).
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La televisora también aprovechó el auge del stand up comedy y generó diversos espacios con comediantes y sus monólogos. Sin embargo, el público no mostró por esos programas el entusiasmo que los mismos protagonistas generan en sus presentaciones en vivo.
Entre la herencia de Canal 9 destaca la formación de dos figuras que, sin duda, serán mejor aprovechadas en otros lares. El conductor Víctor Carvajal resultó una sorpresa que nadie vio venir y, aún antes de la defunción del canal, a él ya lo tenía fichado Teletica. Igualmente, Douglas Sánchez dio cátedra como uno de los mejores presentadores de noticias del país.
A los colegas afectados por el cierre de Canal 9, mi solidaridad. La herida cierra, aunque la cicatriz, a veces, pica.