Conversar cara a cara con el artista Tony Meléndez no solo es una prueba irrefutable de que querer es poder, sino que es contagiarse por completo de positivismo, energía y esperanza.
Desde el momento en que entra a una habitación las miradas se vuelven hacia su cuerpo sin brazos, pero él lo que devuelve inmediatamente es una sonrisa cálida y un saludo emotivo. Parece que, aunque es muy consciente de su... ¿discapacidad?, Tony no necesita para nada a sus extremidades superiores y de paso hace que quienes están a su lado ni siquiera noten esa ausencia; así pasó con quien escribe el día de esta entrevista.
Hace dos semanas el guitarrista, orador y charlista motivacional de origen nicaragüense, estuvo en Costa Rica como parte del encuentro para jóvenes estudiantes Convivio, que se llevó a cabo en el Country Club. Allí Tony cantó y realizó una charla motivacional para estudiantes de colegio.
Es un hombre sencillo y apasionado por lo que motivó su carrera: Dios. Verlo manejar la guitarra y desenvolverse en un mundo que, en la teoría, no está hecho para él, es algo muy alentador. Empero, Tony, en su naturalidad y por decisión propia hace lo que pocos pueden lograr: entrar en los corazones de miles de fieles por medio de un talento que tuvo que trabajar con una tenacidad envidiable.
“El secreto de tocar la guitarra con los pies es muy sencillo”, dijo de nuevo con una sinceridad digna de admirar. “Lo único que hago es afinarla de manera diferente para que me de los tonos y los acordes. Al final de cuentas es la misma guitarra que te pones en el regazo, pero yo la pongo en el suelo”, aseguró.
La historia de Meléndez va más allá de la de una familia centroamericana que emigró a Estados Unidos para buscar la manera de ayudar al pequeño con un tratamiento médico. Tony no solo rechazó los prótesis que le pusieron porque le incomodaban, sino que luchó para “encajar” en una sociedad que no estaba preparada para él.
“Yo quería hacer todo lo que pudiera en este mundo. Quería amar a un amigo, salir con mi familia y no quedarme sentado quejándome y diciendo ‘¡ay, no tengo brazos!’”, agregó, y eso fue lo que hizo. Pero más que esas motivaciones había una que Tony n o entendía del todo y que le llegó de un poder superior a cualquier impedimento mundano: Dios.
“Siempre tuve el deseo de no quedarme esperando a alguien que me ayudara y eso es lo que le digo a quien me escucha: levantate, llamá, buscá, practicá, aprendé, que todos tenemos las mismas oportunidades porque vienen de arriba”.
Música para el alma. “No soy un cantante cuya voz se identifique fácilmente como lo es Shakira, pero cuando me dan un tiempito la gente ha permitido dar un mensaje de esperanza. No hago reguetón ni rock and roll o un estilo que el joven espera, pero ahí me aguantan y me han dado el privilegio de tener un respeto por parte de ellos que nunca esperé”.
Tony no canta nada parecido a las letras de los géneros que mencionó, pero su música es muy alegre y siempre conlleva un mensaje positivo, no solo de corte religioso, sino que intente calar en las almas.
Su inspiración, dice, no le llega de manera fácil. Aclara que nunca es él quien tiene las mejores ideas y que no se sienta a escribir cual si fuera un gran compositor. “Tony no se sienta como yo quisiera a escribir una canción de alabanza o de amor; ha sido más bien Dios quien pone palabritas en mi corazón y de ahí salen los temas. Muchas otras veces Él lo hace por medio de otras personas que me cuentan sus historias o me piden que escriba algo. No he tenido nunca el don de decir que voy a escribir sobre algo, siempre me ha venido de otro lugar”.
¿Se ha enojado alguna vez con Dios?, le pregunté temiendo una reprimenda; sin embargo, la respuesta que salió de inmediato del corazón de Tony fue todo amor: “Nunca con Dios. ¿Por qué debería si Él ha hecho en mí lo que mejor sabe: amar?”.
En medio de una fama que, en su gremio, ha alcanzado una amplísima cantidad de público, a Meléndez le llena de orgullo un pasaje muy especial que vivió en 1987 cuando fue invitado a cantarle al papa Juan Pablo II. Ese día, el ahora santo lo bendijo y le dijo que su labor era llevar esperanza a muchas personas.
Pero, dejando un poco de lado el principal sentido de su trabajo, Tony logra el cometido también por la calidad musical y artística que rodea sus producciones. Su música es de calidad y lo que hace con la guitarra y sus pies es algo digno de ovación.
“La esperanza no tiene límites de edad, un niño o un viejo necesita esa lucecita en el corazón para emprender luchas y salir adelante. Otra vez la mano de Dios me ha puesto al lado de grandes músicos con los que he grabado y de personas que han creído en esta labor para apoyarme incluso económicamente porque hacer música no es fácil ni barato”.
Lleno de alegría y felicidad, Meléndez se ha mantenido durante toda su vida con una convicción: llegó al mundo sin brazos pero lleno de esperanza.