Steve Turre es un hombre grande, grandísimo, como si todas las experiencias que ha tenido en su vida le hubieran sumado centímetros de estatura y grosor a sus extremidades. Con 24 años tocó trombón un año en la banda de Ray Charles y ha compartido con músicos de la talla de Dizzy Gillespie y Rahsaan Roland Kirk, este último famoso por tocar hasta tres saxofones al mismo tiempo.
“Son experiencias que acumulas, se quedan contigo y luego te guían. Hacer música es difícil, aún después de tanto tiempo”, dice ahora con 71 años.
Fue con Kirk que aprendió a tocar los caracoles grandes como un instrumento más, una lección que le abrió a Turre una puerta que se ha mantenido abierta por 50 años más.
Turre llegó esta semana por primera vez al país para dar un concierto, por invitación del trombonista Andrés Cervilla. Se presentará en Amón Solar, en San José, este jueves 16 a las 9 p.m. en compañía de un ensamble tico para disfrutar una noche de jazz latino. Las entradas se pueden comprar en el lugar por ¢7.000.
Antes del concierto, conversamos con Steve sobre su carrera como intérprete que ha incluido una estancia de 35 años como parte de la banda de Saturday Night Live, así como colaboraciones con Herbie Hancock, Tito Puente, Celia Cruz, Whitney Houston y Quincy Jones.
–Steve, ¿cuál fue su primer contacto con la música?
–Crecí en el Bay Area de San Francisco, California, en Oakland. Empecé a tocar trombón en cuarto grado; tenía unos diez años.
–¿Por qué el trombón?
– (Hace una mueca) Bueno, no sé. Nos pusieron una imagen con varios instrumentos y me preguntaron, ‘¿qué tocas?’ y señalé ese. Se veía interesante.
– Visualmente es muy atractivo.
– Y es difícil, aún lo estoy aprendiendo.
– ¿Lo aprendió en el colegio?
– Sí, aprendí a que mi instrumento sonara, las escalas, todo eso. Toqué en la banda de concierto del estado, una banda de honor. Luego fui a la universidad un par de años (en Sacramento State) y luego decidí salirme para trabajar como músico profesional. En la universidad logré ver a muchos músicos tocar, incluido Jimi Hendrix.
LEA MÁS: Max Esquivel quiere subir la barra en el jazz tico
– Usted fue a la universidad en los años 60, durante la guerra con Vietnam. ¿Lo impactó eso como artista?
– Yo no quise ir a Vietnam porque ese pueblo no le hizo nada a Estados Unidos, era una guerra acerca del dinero. Mi abuela es mexicana, así que pensé en irme a ese país, pero me aceptaron en la universidad así que fui ahí. Era una gran época para la música. The Beatles decían All You Need is Love y James Brown decía Say It Loud. Había muchos mensajes positivos, se sentía el cambio en el aire y la música jazz encontró a sus viejos exponentes con sus maestros.
– ¿Cuándo empieza a tocar cerca de los grandes?
– Mi primer trabajo importante fue en 1972, cuando toqué por un año con Ray Charles. Él tenía su propio avión, su propio bus, su propio estudio, ¡era impresionante! A alguna gente no le gustaba tocar con él por quisquilloso. Él no veía, pero escuchaba muy bien y siempre te pedía que tocaras en el estilo de la música de él, no que llegaras a improvisar o tratar de resaltar. Él te pedía mucha disciplina y que tocaras bien, así que no tuve problema. Más adelante él tocó en uno de mis discos (In The Spur Of The Moment, 1999).
– Eso le debió abrir muchas puertas...
– En 1973, conocí al trompetista Woody Shaw y nos hicimos amigos y él me presentó a Art Blakey, quien me ofreció ser parte de su banda The Jazz Messengers. Desde ese entonces he vivido en Nueva York y han pasado muchas cosas... No sabría por dónde empezar.
– La hoja de vida de los jazzistas siempre está llena de los nombres de otros músicos...
– Sí. Sucede que en una orquesta normal la creatividad viene del compositor, no del músico. En una banda de jazz cada persona debe saber tocar en grupo, pero también debe encontrar su voz y mostrarla; el jazz plantea esa necesidad y la creatividad se comparte. No aprendes a tocar esto en una escuela, sino con los mejores.
– Debe ser difícil de aprender pero ¿qué le gusta enseñar a usted que trabaja en Juilliard?
– Es importante leer música y tener ese conocimiento que nos llegó de Europa. Pero el lenguaje del jazz viene de África y lamentablemente eso no se enseña tanto. En Estados Unidos, la educación es eurocentrista, y el jazz ha abierto la posibilidad de hacerlo diferente.
“El motivo por el que enseño es porque hay chicos que quieren aprender y es importante para mí mantener la música viva. No aprendí a tocar con gente de mi edad, sino con gente mayor que me enseñó que no se trataba de tocar muchas notas, sino las notas correctas para encontrar la música”.
– Lleva 35 temporadas como músico de Saturday Night Live. ¿Qué se ha llevado de esa experiencia?
– Es genial poder tocar con músicos de altura todo el tiempo, aunque es cansado. Debes llegar ese mismo día a las 11 a.m. y sales pasada la medianoche. Pero es un show de comedia, así que cuando no estás tocando, te estás riendo (se carcajea).
– ¿Cómo fue que encontró los caracoles como un recurso musical?
– Toqué con Rahsaan Roland Kirk y él realmente me dio un chance de tocar y estudiar más a fondo el jazz. Tenía unos 18 años y él tenía unos 30 años. Y claro, él tenía un caracol; fue la primera persona a la que vi tocándolo. Rahsaan abrió la puerta, casi como accidente.
– ¿Cómo fue ese día?
– Hicimos una serie de ocho shows en San Francisco y al tercer día le dije: 'hey, ¿cuándo vas a tocar el caracol? y él me respondió: ‘cuando el momento llegue, lo tocaré’. La siguiente noche, un viernes, llegó una gente al bar y se emborracharon tanto que hablaban duro y no permitían escuchar la música.
“Rahsaan era un maestro para sostener las notas así que tomó el caracol y sostuvo una nota por tres, cuatro minutos, y esta gente pasó de hablar y quedaron boquiabiertos. Así que él paró esa situación trayendo paz, y cuando oí este sonido sentí algo muy especial. Así que inmediatamente me enamoré y conseguí mi primer caracol; mi madre me lo trajo de Hawái, en 1970. Así empezó todo".
– Usted hizo que lo vieran como un instrumento real...
– Entendía rápido que podía sacar notas del caracol metiendo mi mano en el agujero. Luego probé soplando dos caracoles al mismo tiempo y, luego, grabé un disco llamado Sanctified Shells, de una orquesta de caracoles. Toqué salsa con el conjunto libre de Manny Oquendo y fui invitado a tocar caracoles con orquestas.
– ¿Cuál es la misión de un músico?
– Veo la música desde una perspectiva cultural, y creo que puede llegar a ser una gran expresión de la humanidad, como la música de Charlie Parker, la de Bach o la de Bob Marley, que posiblemente la sigan oyendo en 10.000 años. Solía tocar con Hugh Masekela y él me decía que los mayores allá le decían que la música debía ser para hacer sentir a la gente bien y creo que se trata de eso, hacer a la gente sentir, porque la vibración de la música nos transforma.
– ¿Qué prepara en su nuevo disco?
– Estoy haciendo un disco nuevo y quiero incluir a músicos jóvenes y otros más veteranos, más que todo de jazz. No me gusta tocar jazz latino con músicos que no toquen tumbao, si no saben la clave, pues es mejor no hacerlo. Si no se siente real, es mejor no hacerlo. Aquí tocaré algo de música que todos sabemos porque es una banda de músicos locales y creo que podremos encontrar puntos en común. Si toco con alguien, trato de que sea fácil, no me gusta luchar tanto por encontrar un buen resultado... La vida ya presenta suficientes luchas (ríe).