14/08/2012.HORA 8:08 p.m. Cuarteto Fiato de Estados Unidos en concierto en el Edificio Metalico en San Jos. CARLOS GONZALEZ/GRUPO NACION. (CARLOS GONZALEZ CARBALLO)
El Cuarteto Fiato compartió con un centenar de costarricenses una parte de su trabajo, en el bello salón de actos del edificio Metálico, en el marco del Festival de Música Credomatic 2012. El público no se cansó de aplaudir cada una de las intervenciones de los músicos.
A las 8:02 p. m., una breve presentación en castellano, a cargo de uno de los invitados, sirvió para explicar que provienen de los Estados Unidos y que esa noche interpretarían dos obras y, quizás, una sorpresa al final.
Luego, la música; primero dieron espacio para una obra interpretada por un dúo de violines. Con sus primeros acordes, el silencio del público permitió que los sonidos llenaran los espacios del salón de actos, en el corazón de la capital.
Unas tres cuartas partes de los 300 asientos disponibles lucían ocupados. En ellos, una audiencia variada disfrutaba de lo que en el escenario ocurría.
La oferta de un concierto gratuito del Festival Credomatic sedujo a personas de todas las edades, desde parejas de adultos mayores que, con orgullo, peinaban canas; pasando por jóvenes novios que con la comodidad de un pantalón de mezclilla y calzado deportivo siguieron los movimientos de los arcos de los músicos, hasta por los niños que llegaron del brazo de sus madres.
¡Qué grato resultaba esa música!, los minutos transcurrían y era sencillo olvidarse que a 50 metros el tránsito era lento... acá notas tocadas con una delicadeza y sutileza alimentaban el alma.
Desde luego, la belleza arquitectónica de este espacio de enormes columnas, bellos arcos y singulares lámparas colgantes, contribuyó a generar una atmósfera idónea para el goce de la música.
Que más personas disfruten del concierto fue sin duda positivo, no así las molestias interrupciones mientras se acomodaban, algo con lo que los músicos lidiaron sin más remedio.
Sin embargo, todo lo recompensó el aplauso honesto y afectuoso del público. No importó que se tratara de la pausa entre cada uno de los movimientos de las obras –donde el protocolo dice que no se aplaude–, los asistentes se dieron gusto aplaudiendo en agradecimiento.
Al final de la primera obra, los aplausos fueron aún más intensos, obligando a los músicos a salir una vez más a saludar.
Tras una breve pausa, un reacomodo de las sillas sobre el escenario y la salida de algunos espectadores que abandonaron el lugar, apareció el cuarteto completo.
Ahora sería el turno de escuchar al compositor alemán Felix Mendelssohn, un cuarteto en cuatro movimientos.
En su segundo movimiento, la viola ofreció pasajes dulces, reconfortantes, para dar paso a un protagonismo melodioso del primer violín del ensamble.
Los asistentes se esforzaban por realizar el mínimo movimiento posible, porque las sillas plásticas que dispusieron en el lugar emitían molestísimos chillidos con tan solo querer modificar un milímetro la postura, y eso, sin duda, podría sacar de concentración a los invitados de la noche.
A las 8:48 p. m., la velocidad de la música se incrementaba, era el cuarto movimiento, y los instrumentos dialogaban entre sí. Esto daba como premio un bello pasaje sonoro, con algunos solos del violín que permitían disfrutar de su peculiar sonido.
Con los cuatro artistas puestos en pie, llegó el aplauso final, una muestra de lo agradecido que estaba la audiencia por este regalo musical que les hizo el festival.
Era el final, pero nadie quería marcharse: cómo perderse la oportunidad de escuchar una última interpretación.
Esta vez fue un dúo, el nombre del compositor no se escuchó bien, pero eso fue lo de menos, lo valioso fue escuchar a dos de sus integrantes con un par de composiciones modernas, como despedida de esta noche de música en la capital.
Finalmente, a las 9:09 p. m., llegó la despedida, pero juzgando por los rostros de satisfacción y los aplausos que una parte de los asistentes dieron en pie, el concierto gustó y complació.