La Filarmónica dio el grito roquero que desahogó a los más fieles del género

En tiempos donde se dice que el rock pasa un mal momento, el ensamble dirigido por Marvin Araya repasó éxitos en un concierto que alivianó a quienes se rehúsan a dejar morir al género

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Muchas veces las imágenes previstas son las adecuadas. En conciertos en los que la nostalgia es el punto cardinal de atracción para el público, lo que se agradece es revivir el espíritu de tiempos pasados.

La Orquesta Filarmónica, en su concierto del 30 de junio en el anfiteatro Coca-Cola de Parque Viva, hizo lo previsto y estuvo bien: apelar a las memorias de una época que no necesariamente está perdida, pero que se extraña y se revive con los éxitos radiofónicos que todos, sin importar la generación, podemos corear en soledad o en una masa vibrante.

La noche del desahogo

Los noventas significan muchos sentimientos. La música tuvo una época dorada que la propia Filarmónica ha homenajeado en ocasiones anteriores con recitales enfocados en música pop o metal, por mencionar un par.

La consigna para este último concierto fue dedicarle el programa completo al rock noventero, con títulos que aún resuenan o que bien han sido fuente de inspiración para muchas bandas posteriores, sobre todo en los 2000.

Alice in Chains fueron los primeros en ser invocados en el recital. Manuel Barrantes, uno de los habituales fichajes del director Marvin Araya para sus conciertos de tributo, dio comienzo con las vocales de Man in the Box. Kurt Dyer, quien hizo los coros para Barrantes, tomó el recital después con Basket Case de Green Day. Como siempre, comprobó que su voz es una de las que más agradece el público, razón por la que tiene un espacio fijo en este tipo de presentaciones.

Con este comienzo, las predicciones del show eran correctas: los fulminantes violines y los intersolos de las guitarras eléctricas provocaron los gritos más altos. Pareciera que, en una época donde géneros como el hip-hop y reguetón parecen dominar al mundo, los más apegados a la tradición roquera encuentran un grito terapeútico en los acordes estridentes.

En el público, las playeras con el icónico logo de Nirvana y las camisas de cuadros remangadas construían la fotografía de una noche de añoranzas, mientras la mítica Bitter Sweet Symphony y el clásico Creep de Radiohead hacían lo suyo.

Con Creep, el público rellenó muchos espacios en blanco que Gustavo Salazar dejó deliberadamente; es una letra que se canta como himno y el arreglo de Paul Rubinstein, cargado de staccatos en los violines, conmovió con mucha rapidez.

En su programa, Araya también incluyó el tema Fake Plastic Trees de Radiohead que, con mucho más lamentos sentidos por Kurt Dyer, generó un clima lacrimógeno con facilidad.

Otra banda que tuvo más de un tema en el recital fue Oasis. Primero Champagne Supernova dio la bocanada necesaria de esta banda cuando se recuerdan los tiempos noventeros. Dyer estuvo a cargo de las vocales y cumplió.

Luego con Wonderwall, posiblemente el tema más conocido de Oasis, la reacción fue superlativa. Un par de notas sonaron y ya el público estaba mucho más que caliente para cantar ese inolvidable coro que nunca falta cuando en una fiesta particular alguien toma una guitarra para pasar el rato.

Antes del intermedio, fue muy refrescante escuchar a Julián Garita, vocalista de Magpie Jay, junto a la Filarmónica. Garita es un confeso aficionado de Red Hot Chili Peppers, y nunca ha escondido la influencia que esta banda ha tenido para su música.

Con su voz afinada, y demostrando que ha tenido una gran evolución como vocalista, se deslizó en el escenario de arriba hacia abajo con gran comodidad, fresco, delatando el disfrute que vivía por cantar Under the Bridge. Sin duda era la persona adecuada para interpretar este o cualquier otro tema de los Red Hot.

Al regreso de la pausa, No Rain de Blind Melon fue un tiro seguro por parte de la orquesta para emocionar a la audiencia. La balada rítmica, que despide olor a karaoke por todos sus frentes, fue un dardo acertado para retomar la calidez de la noche. Después, Smell Like Teen Spirit de Nirvana fue el sello de fidelidad con el público.

Más temas gritados vendrían: 1979 de Smashing Pumpkins, Zombie de The Cranberries y Killing in the Name de Rage Against the Machine dieron el cierre a la agitada noche.

Actualmente, se dice que el rock está muriendo. Sea cierto o no, puede ser esa misma asfixia la que permite que en conciertos como este se grite como si se estuviera en un show de hace casi 30 años, con el desenfado que amerita.