Director Alejandro Gutiérrez: con los pies en la tierra y la mirada en la meta

Hace seis años, el músico Alejandro Gutiérrez partió del país con el objetivo de estudiar Dirección Musical en Texas para luego volver a enseñar a la Universidad de Costa Rica. El trayecto cambió cuando fue aceptado para dirigir la orquesta estadounidense Pacific Symphony, pero el destino se mantuvo

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Uno no esperaría ver a un músico profesional vestido de frac saltándose una cerca de púas en una propiedad estatal... pero aquí estamos.

Antes de posar para el fotógrafo, el director Alejandro Gutiérrez sostiene con una mano su batuta y con la otra los alambres que podrían o no herirle los dedos.

Para esas alturas de la entrevista ya ha posado al borde de dos pequeños precipicios, mientras dirige para la cámara una orquesta imaginaria que abarca todo el Valle de Ujarrás.

Aprender. Gutiérrez regresó en julio a su natal Cartago después de trabajar durante tres años en Estados Unidos.

Ejerció, hasta un día antes de su vuelo, como director asistente de la orquesta Pacific Symphony y como director de su rama juvenil, la Pacific Symphony Youth Orchestra –radicadas en el acaudalado condado de Orange County en California–.

Ahí tuvo la oportunidad de codearse con la escena musical de Hollywood. Por ejemplo, el año pasado le tocó preparar a Ramin Djawadi –compositor de la música de la serie Game of Thrones – para que dirigiera la Orquesta Filarmónica de Nueva York.

“Mi inglés es muy fluido pero siempre con el acento de Dulce Nombre de Cartago. Nunca salí de aquí”, cuenta sonriente.

Antes de aprender en una orquesta de las “grandes ligas”, como la considera, se mantuvo ocupado estudiando en su doctorado en Dirección Orquestal de la Universidad de Texas.

En los seis años que pasó fuera de Costa Rica mantuvo la mirada puesta en la misma meta: absorber todo el conocimiento que la experiencia le permitiera, volver para retransmitirlo.

Sin embargo, en ese mismo tiempo, su carrera ha dado giros tan inesperados como satisfactorios. Los cambios de itinerario los ha asumido naturalmente.

“Siempre tuve la ventaja de tener mis pies bien puestos en la tierra y recordar cuál fue la misión de haberme ido: regresar”, afirma antes de contar los planes que tiene para sus nuevos trabajos.

Es evidente que se siente tan cómodo dirigiendo una orquesta en una de las comunidades más acaudaladas de Estados Unidos como en San Pedro, que para llegar toma el autobús de San Ramón de Alajuela a las 5:30 a. m. (su Toyota Corolla todavía no ha podido importarlo).

Desde que inició el ciclo lectivo de la Universidad de Costa Rica, Gutiérrez retomó su puesto como profesor de la Escuela de Artes Musicales y, además, su labor desde la dirección de su Orquesta Sinfónica.

La ruta de regreso a las aulas ticas no estuvo exenta de “tentaciones”, confiesa. Para la primera no puso resistencia y aceptó el reto de liderar Pacific Symphony, al lado del maestro Carl St. Clair .

Pese a que ambos están unidos indirectamente por sus respectivas relaciones con la Orquesta Sinfónica Nacional (Gutiérrez como intérprete y después director invitado en los conciertos escolares; St. Clair como director titular desde el año 2013), el destino no los presentó en Costa Rica sino en la Universidad de Texas.

En esa institución se conocieron porque recayó en Gutiérrez la responsabilidad de preparar a la orquesta de la institución para que un exalumno la dirigiera en un concierto especial. Esa persona resultó ser St. Clair.

Seis meses después, el mismo St. Clair le ofreció un puesto entre los cuatro finalistas del concurso para ser su director asistente. Mientras Gutiérrez se entusiasmaba por la oportunidad de aprender, el maestro le dijo expresamente que no buscaba un estudiante, sino un colega.

La audición la hizo meditando los grandes “peros” que le rodeaban: el tiempo que le restaba para terminar sus estudios, la distancia entre su familia de Cartago y su esposa e hijos en California.

Al principio, Gutiérrez se intimidó de pensar que un tico iba a competir con profesionales provenientes de países que tienen un legado musical más conocido que el costarricense.

Así fue como, confrontado con músicos de Nueva York, San Petesburgo y Viena, el tico ganó las audiciones por su propio mérito.

Gutiérrez aceptó mudarse a California guiado por un sentido de aventura y de aprendizaje, el mismo que lo ha impulsado a saltarse la cerca de púas en frac y a meterse en un barreal con los zapatos pulcros y lustrados.

“Pienso que si hubiera una orquesta en medio de la selva, yo quisiera dirigirla”, bromea. “Deberíamos regresar a la simplicidad, los humanos nos complicamos mucho”, dice sonriendo.

Enseñar. Cuando habla de enseñar, Gutiérrez se entusiasma. Admite que nunca fue su primera ambición, pero ha sido el curso natural de su carrera. “Uno cuando enseña, aprende mucho”, asegura.

El director dice que le saca tanto provecho a los jóvenes a su cargo –cinco, durante este semestre– como ellos a él.

A sus 51 años tiene ahora un enfoque didáctico en su arte. En los conciertos que dirige se involucra no solo con los músicos que tiene a cargo sino con el público: cuenta historias, canta un poco y, principalmente, se relaja.

“Hay gente que sin darse la oportunidad dice que no entiende la música y, en realidad, no hay que entender nada.

”Hay que relajarse y dejar que la música haga el trabajo solita”

Antes de ser profesor en la Escuela de Artes Musicales sacó experiencia en la calle: formó parte de la Orquesta Sinfónica Juvenil, creó su propio coro en Dulce Nombre de Cartago y, en 1991, fundó Trombones de Costa Rica –cuarteto ganador del Premio Nacional de Música en 1997–.

Del único éxito que se jacta con picardía es el de haber estado siempre en el lugar correcto, en el momento correcto.

Tal y como los cuenta, los eventos que han marcado su carrera profesional han sido una mezcla oportuna de coincidencia y buen talante.

Por ejemplo, si no hubiera sido por la ausencia del niño que tocaba los platillos, probablemente no hubiese empezado a tocar.

El director de esa primera orquesta en la que se involucró fue contratado por su papá y un vecino para dar clases de música a sus hijos. Como Gutiérrez asistía de oyente a los ensayos para acompañar a sus 15 hermanos –que eran casi la mitad de la orquesta, como bromea el músico–, le tocó sustituir al niño.

Después de eso, Gutiérrez dejó fluir su educación. En el colegio, dice, estuvo involucrado en seis orquestas al mismo tiempo (entre ellas, la del Colegio San Luis Gonzaga y la Banda de Cartago).

El segundo golpe de suerte fue aquel que lo vinculó al Centro Nacional de la Música.

Pese a que se arriesgó a un castigo por ir solo a San José para pedir matrícula en la Orquesta Sinfónica Juvenil, el ingreso lo logró en la Basílica de Los Ángeles.

Enamorado de la idea de pertenecer al grupo, Gutiérrez asistió a un concierto que, por casualidad dieron, en ese lugar.

Desanimado por no haber logrado nada en San José, se armó de coraje para hablar personalmente con el músico estadounidense y entonces profesor de la orquesta, Dwight Sullinger. En menos de una semana, Gutiérrez había ganado su audición.

Gutiérrez tiene, gracias a los eventos de su vida, una filosofía de trabajo clara: cree en el compromiso que le ha permitido crecer pero, en primer lugar, cree en plantearse metas concretas y dejar que el camino se vaya construyendo hacia ellas con naturalidad.

Esa es la fórmula para no perder la visión de lo que realmente importa en la vida: su trabajo, sí, pero, sobre todo, la gente que lo rodea.

“Es un reflejo de la energía que uno mueve. Uno trabaja con sueños. Uno tiene una visión y al trabajar por ello las cosas se van abriendo”, asegura.

Con la Escuela de Artes Musicales. Alejandro Gutiérrez dirigirá su primer concierto con la Orquesta Sinfónica de la Escuela de Artes Musicales el próximo viernes 2 de octubre. La presentación, gratuita, incluirá piezas icónicas como la Danza Eslava de Antonin Dvorak, Meditación de la ópera Thaïs de Jules Massenet, hasta Granada de Agustín Lara, y la conocida Quinta Sinfonía de Ludwig van Beethoven. Acompañarán a los jóvenes músicos de la orquesta el violinista Erasmo Solerti, la soprano Mercedes Sánchez y el tenor Ernesto Rodríguez.Gutiérrez explicó que en la velada tampoco faltarán sorpresas: “Yo quisiera que la música sea más accesible. Hacer cosas raras, cosas locas. Este tipo de locuras hace que la gente vea la música clásica diferente”. El concierto se realizará en el Teatro Nacional a las 8 p. m. Las entradas para el ingreso se pueden conseguir hoy en la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica hasta las 5:00 p. m.