Una sola vez ha estado Foo Fighters en Colombia, cuando se presentó en el Campín de Bogotá, en el 2015, en un show que agotó entradas. Por otro lado, antes de este año, la agrupación estadounidense de rock había tocado suelo azteca únicamente en el 2013, con dos presentaciones consecutivas en el Foro Sol.
Este 18 de noviembre, el sexteto repitió en México con un trepidante show que cerró el primer día del festival Corona Capital ante un aproximado de 85.000 asistentes.
Estas tres citas han sido las más cercanas a Costa Rica, donde la visita de Foo Fighters no ha sido más un rumor de mal gusto, al ilusionar a sus fans en vano, y nunca una realidad. Centroamérica entera se ha quedado sin ver en directo a la banda que encendió motores en 1995 con Dave Grohl en solitario.
Esta vez en Ciudad de México, en la curva cuatro del Autódromo Hermanos Rodríguez, la emoción musical había comenzado poco después del mediodía, en la primera de dos jornadas que ofrecerían artistas de ofertas disímiles, repartidos en cuatro tarimas separadas por numerosos stands de patrocinadores, puestos de comida económica, food trucks y una zona gourmet.
Los tacos pululaban y la cerveza también, no solo con puestos sino con vendedores ambulantes que se inmiscuían entre la muchachada, con bandejas con vasos de doble ración, sostenidas sobre la cabeza de una incansable audiencia.
Metronomy, la legendaria PJ Harvey, el celebrado trío The XX y la sorpresa británica Elbow habían pasado por algunas de estos escenarios más temprano. Lo había hecho también Daughter, con la suavidad de sus melodías y la versátil agrupación Cage the Elephant, liderada por un enérgico e histriónico Matt Shultz.
Con un gran cartel, Foo Fighters seguía siendo el plato fuerte y el escenario Corona lo sabía. Después de Elbow fue una hora entera la que permitió que los miles de seguidores se agruparan frente a la tarima. A la vista quedaba una pantalla gigante a cada lado, mientras que, al fondo, había otra más, en la forma del símbolo que sirve de portada del álbum Concrete and Gold, lanzado en setiembre. El juego de luces sería estremecedor, el volumen impactante… como debía ser.
Para comenzar el show, en esa pantalla apareció una imagen de Malcolm Young, el guitarrista de AC/DC que había fallecido esa misma mañana, el mismo que había inspirado a Grohl no a tocar guitarra, sino a querer quebrarla, según dijo el mismo artista en redes sociales.
La banda entonces lo homenajeó con Let There be Rock, del grupo australiano, y así se inauguró precisamente una sesión de dos horas de rock duro, de canciones sin complejos, con riffs que atacaban frontalmente, con un baterista vuelto loco, desquiciado, una banda entera sudando a través de ritmos acelerados, vibrando con líricas auténticas, crudas, inspiradoras.
Sin hipérboles de por medio, Foo Fighters hizo que el suelo del Autódromo Hermanos Rodríguez se moviera de arriba a abajo. Los brincos de la audiencia se sentían en tierra mexicana.
Entre la audiencia, se veían numerosas banderas costarricenses, sostenidas por las mismas que desean cerrar el puño en el aire escuchando The Pretender, Learn to Fly o Breakout pero en Costa Rica.
My Hero y Times Like This alcanzaban para las lágrimas. Rope, Run y The Sky is a Neighborhood para maltratarse el cuello adrede, con un merecido headbanging.
Under Pressure, de Queen, daba para la curiosidad, para poder decir que se escuchó un cover entero de Queen, pero en la voz de Taylor Hawkins, quien ya se había lucido con un solo de batería que fue seguido de una ovación que no quería acabar.
Durante un repertorio de 18 piezas, los alaridos de Grohl le quitaron el volumen al "cerveza a 100 pesos, cerveza" de los vendedores. Sus gritos parecían venir casi desde su ingle, pasando por la caja torácica, subiendo a los pulmones y visitando la coronilla antes de salir con furia por la garganta. Viene con furia, con un sentimiento contagioso para la audiencia entera, que, aglutinado, no le daba más espacio que a la euforia y la conmoción.
Dos horas para la eternidad, irrepetibles, inolvidables. Eso es Foo Fighters en concierto, en Colombia, México y –tal vez– algún día en Costa Rica.