Aunque me parecen justificadas la voces de protesta que se levantaron debido a la ausencia de obras de compositores costarricenses en el programa de los conciertos especiales con que la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) celebró su septuagésimo aniversario, la noche del viernes 29 y la mañana del domingo 31, en el Teatro Nacional (TN), el reclamo nacionalista se reparó en parte por medio de la participación de la joven costarricense Daniela Rodó como solista en el piano y del compatriota Giancarlo Guerreo como director invitado.
Actualmente, la señorita Rodó se perfecciona en la Escuela Central de Música de Moscú y el maestro Guerrero cursa una destacada carrera internacional y se desempeña como director titular de la Orquesta Sinfónica de Nashville, en el estado de Tennessee, EE. UU.
La obra data de 1830. El mismo Chopin la estrenó en marzo de ese año en Varsovia con mucho éxito, que repitió unos meses después en su debut parisino.
Daniela Rodó moldeó una versión atractiva de la pieza, segura en el aspecto técnico; dramática en el movimiento inicial; lírica en el movimiento lento; juguetona en el rondó final, bien que la ejecución me sonó algo limitada en gradaciones y matices, sin duda a causa de la sonoridad deteriorada del instrumento, uno de los viejos Steinway, de un frío timbre metálico en los registros medio y agudo y resonancia insuficiente en el registro bajo.
El acompañamiento de Giancarlo Guerrero y la OSN se mantuvo ágil, apegado y solícito junto a la solista.
En la interpretación participaron el Coro Sinfónico Nacional (CSN), preparado con esmero por su director, Ramiro A. Ramírez, y un cuarteto de solistas estadounidenses: la soprano Kelley Nassief; la
La
Es probable que el tiempo insuficiente de ensayo, tres sesiones durante igual número de días, incluido el ensayo general, haya resultado en la cohesión disminuida y la falta de equilibrio instrumental entre las secciones, que el director quizá intentó compensar mediante un volumen demasiado forzado tanto en la orquesta como, durante el movimiento final, en el coro, en ambos casos con el consecuente deterioro de la calidad sonora.
Asimismo, mientras en taquilla las entradas se decían agotadas, en la sala las cortesías sin ocupar dejaron numerosos espacios vacíos
Es censurable que mucho público se haya quedado sin asistir porque la administración de la orquesta no ha puesto en práctica una manera eficiente de canjear las entradas de cortesía y así impedir que se desperdicien y se deje por fuera a quienes pagan por su entrada, vicio que he denunciado varias veces antes.