50 años de Woodstock: el oasis de paz y amor que aún reverdece

Medio siglo atrás miles de jóvenes se reunieron en un área rural de Nueva York con la promesa de encontrar armonía y buena música. El festival más legendario de la historia ofreció condiciones inhumanas para sus espectadores, además de varios fracasos económicos, pero su magia sigue siendo lo que todos los festivales posteriores han querido capturar.

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Fue un 15 de agosto de 1969 que el festival de música Woodstock hizo historia en una finca en White Lake, Bethel, Nueva York. Se había planeado en otra localidad, pero un mes antes, cuando el municipio más cercano se enteró de que esperaban unas 100.000 personas en una finca, decidió retirarles los permisos.

Los cuatro productores del espectáculo estaban completamente aterrados. Tenían semanas anunciando la actividad –que la prensa vendía como toda una rareza– y de pronto se habían quedado sin un lugar para que artistas como Janis Joplin, Jimi Hendrix y bandas como The Who y Jefferson Airplane se presentaran.

Finalmente un empresario lechero, Max Yasgur, les ofreció su finca de 600 acres (242 hectáreas) para realizar el concierto.

Woodstock tuvo muchos pasos en falso. A todas luces, era una tormenta perfecta, empezando por la llegada masiva de cientos de miles de muchachos completamente despreocupados de dónde iban a dormir o qué iban a comer.

Bajo los estándares de nuestra época, Woodstock habría sido un desastre, un evento sin suficientes baños, alimentos, agua, ni personal médico y en un ambiente húmedo y lluvioso. Los que estuvieron ahí seguro tuvieron unos días difíciles, pero la leyenda opacó esas intensas jornadas.

A 50 años de su realización, al festival se le considera leyenda, un ideal de unión a través de la música y sobre todo un símbolo del amor y paz que el mundo pedía a gritos.

Woodstock es la prueba registrada de que el rock n’ roll sí podía cambiar el mundo y que el pacifismo sí tenía cabida en la tierra.

Medio siglo después de que ocurriera todo, da risa y ternura ver a los medios de comunicación de entonces tratando de entender qué ocurriría en el festival.

John Roberts, Joel Rosenman, Artie Kornfeld y Michael Lang –cuatro empresarios inexpertos, recordemos– estaban gastando medio millón de dólares para llevar a algunos de los talentos más reconocidos de la época a una finca en medio de la nada.

Si en nuestros tiempos es algo difícil llegar hasta las partes más montañosas del estado de Nueva York, imaginemos la escena a finales de los años 60. Miles de jóvenes pidiendo ride o durmiendo al lado de la carretera en pos de un concierto.

El diario The New York Times tildó la cita como una “pesadilla”, afirmando que “los sueños de marihuana y música rock que reunieron a 300.000 fans y hippies a Catskills eran apenas menos incoherentes que los lemmings que marchaban hacia el mar a buscar su muerte”. En palabras sencillas, además de una pesadilla, ir hasta allá era poner la vida en riesgo.

Y sí, unas tres personas murieron, según cuenta History.com. Dos asistentes por sobredosis y una más que dormía debajo de un tractor, y bueno, ya se pueden imaginar qué pasó.

El editorial del Times terminaba agregando que –sorprendentemente– todos estos personajes llenos de drogas y hambrientos se comportaban pacíficamente.

Tanto el diario como la revista Life se enfocaron en cubrir el consumo de marihuana, los fuegos o los jóvenes durmiendo en los peores lugares imaginados: desde el techo de una combi hasta en el suelo, sin nada.

Afortunadamente las noches de verano acogieron al público, que se mantenía de fiesta hasta altas horas de la madrugada.

Fue un espacio para que las personas que estaba tratando de iniciar comunas se encontraran entre sí, los que querían hacer yoga en las mañanas se juntaran y los vegetarianos sufrieran tratando de encontrar comidas distintas a perros calientes y hamburguesas.

Miles de veinteañeros de todos los orígenes calzaron vibras y bajaron la guardia por casi cuatro días en los que la lluvia no dio tregua, pero el momentum era más grande que todas las complicaciones.

Quizá Woodstock se acabó hace 50 años, pero la idea de Woodstock, de ese lugar en donde no existían las guerras ni conflictos, sigue viva en el corazón de miles.

Una cita legendaria

Los fanáticos del rock hablan de Woodstock como una gran ceremonia. 50 años atrás, era difícil reunir a 100.000 personas para un concierto de cualquier tipo, y los jóvenes pacifistas eran vistos como bichos raros.

“Vinieron, pareciera, para disfrutar de su propia sociedad y para exultar un estilo de vida como una forma de declarar su propia independencia”, declaró un artículo publicado el 19 de agosto en el Times, cuando la tormenta humana ya había pasado.

Fueron cuatro días –desde el 15 y hasta la madrugada del 18 de agosto– en los que unas 400.000 almas estuvieron ahí dejando sus huellas en el lodo o bailando a más no poder al frente del escenario.

Woodstock se volvió un símbolo de cómo debería verse y vivirse un festival de música. La crónicas de los diarios exaltaron lo malo, pero la referencia de la mayoría de amantes de la música es el video que quedó de toda la experiencia, con entrevistas a los músicos y algunos de los asistentes.

Económicamente el festival fue un fracaso. Cientos de miles llegaron –digamos que 300.000 personas más de las que esperaban– y lo hicieron con hambre, porque lo único que habían comido eran horas de presa.

La organización optó por dejar la entrada libre y ahí fue donde quedaron a ciegas con respecto a la cantidad de gente que pasó y entró. Pero claro, los productores se reservaron los derechos de grabar toda la cita y el documental, estrenado en 1970 en el festival de Cannes, se volvió un hit.

Al director Michael Wadleigh se le encargó darle forma a todas las grabaciones que se hicieron en el lugar y tanto en el 25 aniversario como en el 40, se han publicado versiones del documental con más material.

El video original contenía presentaciones de Crosby, Stills & Nash, Joan Baez, The Who, Richie Havens (quien se encargó de abrir el festival), Jefferson Airplane y por supuesto un combo que solo dejó imágenes icónicas: Santana, Janis Joplin y Jimi Hendrix.

Recientemente se ha incluido también tomas de la participación de artistas como Creedence Clearwater Revival o una entrevista con Jerry Garcia, el mítico líder de The Grateful Dead.

El video es el documento que quedó del festival, pero es posible que lo que podemos ver a ahora en una pantalla es muy diferente de lo alcanzó a ver la audiencia. Hay una leyenda urbana de que hubo al menos tres nacimientos dentro del festival, y otra que dice que para cuando Jimi Hendrix apareció en escena el último día de festival, muchos ya se había ido; su icónica interpretación del himno de Estados Unidos quedó reservada para los más fiebres (o los más cansados).

El documental fue tan popular que se mantuvo en cartelera por meses, gracias a los miles de jóvenes que no estuvieron ahí pero quisieron revivir el momento.

50 años

Medio siglo no ha pasado en vano. Los festivales de música son de las actividades artísticas más populares en el planeta y la aparición de las redes sociales solo le ha dado más ganas a los jóvenes de visitarlos.

Muchos intentaron copiar el modelo de Woodstock, sin éxito. De esos esfuerzos solo sobrevive el festival Glastonbury, que se extiende por cinco días en Pilton, Inglaterra y le da carta abierta a sus asistentes para comportarse como en Woodstock (incluso de acampar en el lugar).

Es igual de “desastroso”, claro, pero cumple su propósito con creces: le permite al público ver algunos de los mejores artistas vivos –desde Roger Waters hasta The XX– y es transmitido por la BBC.

En 1994 y 1999 hubo dos nuevos festivales Woodstock pero su enfoque fue muy comercial y a pesar de su masiva concurrencia, fueron abundantes las críticas hacia la organización. Este 2019, para celebrar 50 años de Woodstock, se intentó hacer un festival similar en la misma zona, pero ahí fue precisamente cuando se notaron los años que han pasado.

Los precios por ver a un artista en vivo (y las posibilidades de hacerlo) han crecido de manera exorbitante. Encontrar un lugar adecuado para celebrar el 50 aniversario fue la primera tarea que falló y de nuevo, los permisos fueron denegados.

Woodstock 50 tendría la participación de artistas como JAY-Z o Miley Cyrus, quienes cancelaron sus apariciones a semanas del supuesto inicio del festival.

Se intentó trasladar el festival fuera de Nueva York y hacia el Merriweather Post Pavilion de Maryland (cerca de Washington DC), pero se les pidió a las bandas “llegar por su cuenta” y no cobrar la entrada.

El plan, admitieron los organizadores en una carta, se salió de las manos, igual que la primera vez.

Quizá ya no quedan tantas ganas desinteresadas de estar en un lugar rodeado de extraños o a lo mejor las redes sociales han reemplazado esos espacios.

Lo justo de decir es que Woodstock fue un momento irrepetible y que tratar de emularlo, solo le quitaría la magia.

Cuando lo que se desea es inalcanzable, saben más ricos los recuerdos.

FUENTE: HISTORY.COM, WOODSTOCK.COM Y CBS NEWS.    || William Sánchez.. / LA NACIÓN.