La pasión por la música de Mateo Wait es legado de familia: su madre tocaba el piano y su padre es Dudly Wait , un calipsonian de 93 años, que llegó a Puerto Viejo en 1935. Como buen hijo de tigre, siguió los pasos de su progenitor y aprendió a tocar la guitarra, el banyo, y a cantar con esa pasión que solo alcanzan quienes disfrutan verdaderamente lo que hacen.
En el pueblo, todos lo conocen; casi todos lo escucharon en alguna ocasión, ya sea en un acto de alguna escuela, en un concierto en uno de los hoteles del lugar o en una esquina de su querido Puerto Viejo, en el Caribe sur.
Con gran satisfacción recordó que lleva al menos 30 años dedicado a la música, casi siempre en los caminos del calipso. También, el oficio lo llevó a cantar salsa, pero insiste en que lo suyo es ese género tan propio del Caribe.
“Compongo algunos calipsos para que la gente se dé cuenta de que hay músicos que no dejamos tirado al calipso. Me gustaría que el Ministerio de Cultura tome este género en serio y haga una sede del calipso en el Atlántico porque aquí es donde se ha tratado de mantener, aquí es donde existe esta buena vibra musical”, aseguró Mateo, como lo llaman todos.
Realidad. En su memoria no lleva un registro de cuántas canciones ha compuesto; no obstante, sabe que todas hablan de su querido Limón. Sus ojos brillan y una sonrisa se dibuja en su rostro, mientras enfatiza que el calipso se nutre de lo que vive, de los problemas que han enfrentado por décadas, del amor, de la alegría de sus hermanos afrocostarricenses, del medioambiente y de muchos otros temas.
En su día a día, vive dos realidades con respecto al calipso. Por una parte, la de un público que llega a Puerto Viejo, pero no se interesan en ese sonido autóctono y prefiere pedir música conocida de otros géneros.
Para su buena suerte, no son todos. La otra realidad está compuesta por aquellas personas que disfrutan mucho de sus creaciones y las valoran
“Pienso que el calipso no tiene muchos seguidores, pero creo que no es muy sabio entrar a discutir si tiene o no apoyo. Uno puede inyectar ciertos mensajes suavemente, porque la gente tiende a ofenderse”, dijo.
Aunque la música es su pasión, de amor por el arte no se puede vivir. Por eso, combina su labor artística con la agricultura. En una parcela familiar, siembra yuca , plátano, y todo lo que se pueda para salir adelante.
En cuanto al futuro, siente que hace su pequeño aporte al enseñar a nuevas generaciones. Procura que valoren más el calipso, que aprendan algún instrumento y tomen la estafeta del género.
Uno de sus sueños, explicó, es que desde el Ministerio de Cultura se realice un gran concierto anual de nuevos talentos del calipso.
Siente que de esta forma los más jóvenes se llenarán de entusiasmo por aprender y ser los mejores; así, de paso, crecerán nuevos talentos.