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Las noticias cayeron como baldes con agua fría para muchos, pero en especial para la Generación X —personas nacidas entre 1960 y 1989— quienes vieron cómo sus íconos de la juventud fueron robados por ese cruel ladrón que resultó ser el 2016.
La princesa Leia, interpretada por Carrie Fisher (1956-27 de diciembre) fue su primer heroína en el cine y Carol Brady, personificada por Florence Henderson (1934-24 de noviembre) de La tribu de los Brady , fue la madre ideal que quizá muchos no tuvieron.
“Es un tiempo muy melancólico”, dijo Shelly Ransom, una especialista de lenguaje de 47 años en Connecticut, Estados Unidos. “Esto nos ha revivido muchos sentimientos de angustia adolescente. Se suponía que esa gente sería la voz de mi generación y es triste ver que esos artistas ya no están ahí para ser nuestra voz ”, añadió.
O como diría el cineasta Lawrence Feeney, de 51 años, de Florida, Estados Unidos: “Si pierdes a George Michael (1963- 25 de diciembre) y a Carrie Fisher en un periodo de tres días, sientes como si te lanzaran dos dagas”.
A lo largo del año, las conversaciones en los pasillos y las reuniones, así como en las redes sociales se han llenado de incredulidad, tristeza y temor, pues un famoso de los años 80 tras otro ha muerto, desde enero, fecha en la que falleció el cantante David Bowie (1947-10 de enero).
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Estos sentimientos han sido especialmente agudos para los de la Generación X, quienes crecieron cuando muchas de estas figuras estaban en la cúspide.
“Los músicos que admiré cuando crecí están muriendo ahora. Ojalá que todavía me queden unas décadas por vivir, pero la realidad de morir es mucho más clara”, confesó Rob Withrow, de 43 años y propietario de un negocio de paisajismo en Palm Bay, Florida.
Sin embargo, se debe aclarar que esto le pasa a todas las generaciones, los ídolos se mueren y de repente se siente que la juventud se va.
Pero como dijo Lou Manza, un profesor estadounidense de sicología, “las generaciones mayores no están tan involucradas o conectadas con sus famosos”.
Los de la Generación X tenían el canal de música MTV, por lo que los astros pop como Prince (1958-21 de abril), y Bowie solían estar mucho tiempo en las casas.
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Eso, sumado a la inmediatez y la intimidad de las redes sociales en el que, por ejemplo, nos podemos enterar a través de la red social Facebook que el roquero de pelo platino Billy Idol cumplió 61 años el 30 de noviembre, aumenta la tristeza.
“En los 70 nuestros padres escuchaban sobre la muerte de un famoso en el noticiero o al día siguiente en el periódico”, dijo Manza. “Ahora hay cada vez más y más inmediatez con cada generación”, agregó.
Sin embargo, hay dos lados para toda historia. Sarah McBride Wagner, una autora de 37 años, dijo que las redes sociales han creado un espacio para el luto colectivo. “Nunca conocimos a esa gente, pero a pesar de esto todos nos sentimos muy afectados, dijo. “Que sea una pena compartida lo hace más grande y fácil”.
Para algunos la muerte de las figuras de su infancia y de la adolescencia evoca el fallecimiento de las personas más cercanas y del paso del tiempo.
“La muerte de famosos que admiramos exacerba esos sentimientos” , dijo Amanda Forman, residente de Pennsylvania.
“Creo que en el caso de aquellos que son un poco mayores y murieron, nos hace sentir que estamos mucho más cerca, que nuestra generación es la siguiente. Y nos hace sentir que nuestra infancia está mucho más lejos de nosotros ”, confesó.