En la biografía del expresidente estadounidense Ronald Reagan, The Rol of a Lifetime, el periodista Lou Cannon describe su administración como el papel actoral de su vida. Bueno o malo, el mejor papel que le tocó interpretar hasta su muerte en el 2004.
Su esposa, Nancy (1921-2016), otra colega del gremio actoral en el Hollywood dorado de la década de 1940, asumió también la responsabilidad de entregar la mejor actuación de toda su carrera. Tras llegar a la Casa Blanca en 1981, Nancy se convirtió en una elegante primera dama, preocupada hasta el último detalle por proyectar una imagen de garbo, elegancia y buen gusto.
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Ronald recibió extensas críticas por su mal manejo del presupuesto público, su política de reducción de impuestos a los ricos y su conservadurismo social. Nancy, por otro lado, recibió críticas durante los ocho años de gobierno por tener un guardarropa caro.
Galanos era, sin duda, su diseñador favorito. En el primer baile que organizó la Casa Blanca después de la juramentación, la ex primera dama debutó con un modelo asimétrico de color blanco que tenía incrustaciones cosidas a mano. El vestido, estima The Daily Beast, valía $10.000.
Reagan se hizo famosa por aparecer en público con blusas con volantes, trajes ceñidos con botones y hombreras (muy a la usanza de la década) y por no reportar los préstamos que recibía de las casas de diseño que donaban sus vestidos y joyería a manera de publicidad.
El New York Times reportaba, en 1982, que Nancy debió resolver una crisis pública por los préstamos que recibía. La primera dama había utilizado varios modelos en apariciones diplomáticas y donó trece de los vestidos de ese primer año en la Casa Blanca a museos.
Según defendía uno de sus asistentes personales, la primera dama creía que promocionando marcas de moda estadounidenses estaba estimulando la industria del diseño. Los críticos, por otro lado, veían su despliegue de lujo como una afrenta en un clima político inestable.
Después de dejar la Casa Blanca, Nancy complementó sus atuendos con unos enormes anteojos que tenía que usar debido a su padecimiento de glaucoma. Atrás quedaron los ceñidos vestidos de gala y abrió espacio para prendas más prácticas (variaciones de sus trajes sastre de la década de 1980).
En ese entonces, la exhibición contenía uno de los trajes más famosos que usó Nancy: un atuendo de prendas de segunda mano que fueron escogidas para nunca combinar, el traje que utilizó en una cena formal para la prensa en la que utilizó el preludio de presentación para montar un espectáculo en el que cantó una parodia musical sobre su avaricioso guardarropa.