Así son los días de Marco Antonio Rojas, el legendario arquerazo del Saprissa

No ve fútbol nacional, mantiene intacta la elegancia que desbordó durante sus 27 años como portero del Saprissa, su inteligencia es intimidante y su fino sentido del humor, fascinante. Ha esquivado la muerte, pero también la enfrentó de la forma más dolorosa. Eso sí, el roble sigue en pie: nada de tiempos extras.

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La sola evocación de su nombre impone respeto inmediato hasta en generaciones que no llegaron a verlo jugar. La leyenda de aquel porterazo que defendió el marco del Deportivo Saprissa durante nada menos que 27 años dejó una impresionante estela de éxito, liderazgo y pundonor, tanto dentro como fuera de la cancha.

Por un tema generacional, él y yo nunca nos cruzamos en los estadios durante los años que yo cubría fútbol para la sección de Deportes de La Nación; de hecho no lo conocía personalmente pero tenía la impresión de que Marco Antonio Rojas Porras era un tanto serio y otro tanto inaccesible.

Por eso empezamos con el pie derecho cuando, al llamarlo por teléfono para solicitarle esta entrevista, duramos cinco minutos en coordinar y 24 horas después, acompañada de dos compañeros de Fotografía y Video, ingresábamos a su acogedora vivienda, en San Rafael Abajo de Desamparados y cuya extraordinaria buena vibra se percibe no bien cruzamos el umbral.

Ya habíamos roto el hielo cuando yo el día anterior le sugerí que estuviera vestido como lo hace siempre, pero que tuviera a mano un “buzo” o un atuendo deportivo alusivo al Saprissa, para tener más variedad en la propuesta fotográfica y me contestó: “No, del Saprissa no tengo nada, ni fotos en la pared ni nada”.

Otra sorpresa es advertir que la sala de su casa está decorada, empezando por los muebles, por una predominante combinación de rojo y negro. “Son mis colores preferidos, de siempre”, dice ante nuestras risas. Pero lo dice en serio. Nunca mejor aplicado aquel adagio: “diay es que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”.

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Luego entendería otros aspectos de su personalidad, como que Marco Antonio adquirió una gran destreza para vivir en el presente sin renegar en absoluto del pasado, de hecho sostiene incólume su amor por la institución a la que estuvo ligado por más de dos décadas, desde 1966 hasta 1987, con un fugaz retorno en 1990 para su retiro definitivo, en un juego al que fue invitado por don Ricardo Saprissa, aunque no se trató de una despedida oficial. De hecho, el que para muchos ha sido el mejor arquero en la historia del equipo morado, no contó con un adiós revestido de todos los honores y la parafernalia que implicaba por ese tiempo el adiós a un grande del fútbol.

La tertulia con él es deliciosa porque habla y opina sin filtros, con honestidad y sobre todo con argumentos acerca de lo que se le consulta, tanto en el aspecto personal como en sus valoraciones sobre el balompié nacional, el campeonato que recién ganó Saprissa a pesar de haber dejado los pelos en el alambre durante todo el torneo, su opinión sobre Keylor Navas y hasta cita qué otro arquero nacional bien podría estar a la altura de Navas, hoy cancerbero del PSG.

Pero bueno, de vuelta a nuestra llegada a su casa, nos saluda con el codo y aunque ya él y yo estamos vacunados, programa la entrevista en una de las terrazas de la parte trasera de la casa, con el fin de estar prácticamente al aire libre. “Esto era un cafetal, cuando mi papá murió me la heredó y hemos ido construyendo áreas verdes para hacer parrilladas con los amigos, para que vengan los nietos” narra Marco Antonio mientras nos realiza una especie de visita guiada.

Optamos por sentarnos a la par de la piscina que está en el patio principal y cuenta que, en 20 años, si acaso se ha metido dos o tres veces, a pedido de los nietos cuando estaban más pequeños. Casado dos veces, Marco Antonio es padre de dos hijas y tres varones, y abuelo de tres nietos.

El que quizá haya sido el mayor sufrimiento que ha afrontado fue el fallecimiento de una de sus muchachas, Stephanie Rojas Chaves, quien perdió la vida en febrero del 2011 en un accidente automovilístico ocurrido en el puente peatonal de Zapote, en el que también murió el novio de la joven, Kevin Picado, ambos de 22 años.

No fue un tema en el que profundizamos mucho, pero hacia el final de la conversación, mientras su encantadora esposa, Vicky Chaves, nos muestra las fotos de la pareja en las paredes de la sala, Marco Antonio comenta con voz queda que “se aprende a vivir con eso, pero hay días en los que uno afloja y vuelve a sentir aquella cosa tan terrible, como que se le aflojan las piernas... pero bueno, hay que seguir”.

Luego de la entrevista no me he podido quitar a Marco Antonio Rojas de la boca... ni de mis redes, donde publiqué un adelanto de lo que había sido el tremendo encuentro. Entonces un amigo mutuo me contó que tras la mencionada tragedia, hecho pedazos, como estaba, Rojas asumió el liderazgo ante semejante situación y, en su homenaje fúnebre, con ese verbo de oro que lo caracteriza, fue capaz de conmover a la multitud de presentes y hasta hacerlos reír, cuando mencionó que su yerno, también fallecido, era un muchacho tan bueno tan bueno que “solo tenía un defecto: ¡ser liguista!”.

Un lince quieto en base

Cuenta el famoso exarquero que desde que la covid-19 empezó a asolar al país, prácticamente no sale de su casa. Eso sí, ya vacunado se siente mucho más tranquilo, pero de ninguna manera piensa bajar la guardia. Es un enamorado de la vida que casi pierde hace unos años, cuando sufrió un severo padecimiento cardíaco que incluso le valió dos delicadas operaciones del corazón, de las cuales salió bien librado... clásico en él.

Que lo diga el video que se anexa en la versión digital de esta nota y que nos transporta a varias espectaculares faenas de Marco Antonio Rojas en defensa de su meta.

Más allá del sabroso anecdotario que continúa más adelante, se impone resumir la legendaria faena que protagonizó Rojas en el fútbol nacional.

Por más de una década, fue considerado el mejor portero del país. Su experiencia y liderazgo bajo los tres tubos eran una garantía para cualquier equipo.

Como futbolista, creció vestido de morado: jugó para los mosquitos, el infantil, el juvenil, la reserva y el primer equipo del Deportivo Saprissa. Irónicamente, de pequeño no tenía mayor vínculo con el fútbol, mucho menos en la portería: lo suyo era el montañismo porque hasta el día de hoy se enorgullece de haber integrado la Tropa 8 del cuerpo de Boy Scouts en Desamparados, además de que le encantaban el baloncesto, el béisbol y el ciclismo. Sin embargo, estando en sexto grado en la Escuela Juan Rudín integró un combinado futbolístico y su talento llegó a oídos de los reclutadores del Deportivo Saprissa, específicamente del recordado Víctor Bolaños, quien fue personalmente a la casa de los Rojas con el fin de solicitarle permiso a don Efraín, padre de Marco Antonio, para que el chiquillo se integrara a los Mosquitos del Saprissa.

Tras pasar su adolescencia fichado por las distintas ligas menores de la institución, en 1970 debutó en la Primera División e integró, cual héroe imbatible, el conjunto saprissista que obtuvo seis campeonatos consecutivos (1972-1975). También ganó el título nacional en 1982 y tres torneos de La Fraternidad Centroamericana.

Con la Selección Nacional jugó cuatro eliminatorias mundialistas y la Olimpiada de 1984. Tres años después pasó al Club Sport Cartaginés y después a la Asociación Deportiva Limonense. Se retiró por un tiempo y, con 37 años de edad, regresó a la casa morada en 1990 en lo que él hoy califica como una hombrada, una tremenda deferencia de don Ricardo Saprissa, quien lo quiso honrar al dejar que se despidiera de la afición nada menos que con el equipo que lo descubrió y lo inmortalizó.

Arquitecto por vocación y prácticamente empírico, estuvo a punto de irse a estudiar la carrera de sus sueños a Brasil tras graduarse de bachiller en el Colegio Seminario, pero finalmente optó por Administración de Empresas en la Universidad de Costa Rica. Pronto se convirtió en un exitoso agente de seguros, trabajo que siempre combinó con su faena en el Saprissa. Se pensionó hace años, pero su espíritu incansable hizo que obtuviera una autorización para seguir vinculado con su trabajo en seguros hasta el día de hoy.

Eso sí, las huellas de su amor por la arquitectura abundan por toda su casa y agregados, además de que uno de sus hijos es arquitecto. “Todo esto lo diseñé yo, y la decoración también es mía”, dice con orgullo.

Aunque las paredes incluso de la terraza están repletas de cuadros, del Saprissa solo hay uno, bastante pequeño, y lo colgó ahí en agradecimiento porque se lo regaló Carlos Porras (Bam Bam Porras, también exarquero, de su generación). El que sí sobresale es el del equipo extranjero de sus amores, el Bayern Munich, de Alemania.

“Todo lo tengo aquí adentro --dice mientras se señala la cabeza--, el que se acuerde de mí pues que se acuerde en buena lid”, insiste Rojas, quien nos esperó vestido con un atuendo informal pero elegante. Y sí, se permitió una t-shirt con la inicial del logo morado, una pequeña S estampada en el pecho.

El otro gran héroe de Los Ángeles

Antes de enfrentarme a Marco Antonio Rojas, periodísticamente hablando, me documenté con uno de los más destacados cronistas deportivos del país, Roberto García Herrera, quien es congénere de Rojas y que se solazó al escribir esta remembranza que ayuda a entender el calibre de la leyenda del espigado arquerazo.

“El YouTube no me deja mentir. Esa especie de lámpara de Aladino que repone por arte de magia las hojas caídas de los calendarios, nos permite retornar al ayer y comprobar, fehaciente e inobjetablemente, que Marco Antonio Rojas Porras inscribió su nombre en la historia del fútbol centroamericano como uno de los más grandes guardametas del siglo XX.

“Basta una fecha para demostrarlo: 2 de agosto de 1984 en Los Ángeles, Estados Unidos, Juegos Olímpicos en ese país. Costa Rica 1—Italia 0. La anotación de Enrique Rivers que dio a Costa Rica la victoria histórica contra Italia, el campeón mundial vigente, hizo que, hasta la fecha, cada vez que se habla de ese gran triunfo del seleccionado que dirigía Antonio Moyano Reina, se recuerde básicamente el gol de Rivers, anotación de gran calidad, tras un avance fluido y letal de los nuestros, que culminó con su certero remate para vencer a Walter Zenga.

“Sin embargo, la gran figura de ese partido no fue Rivers, sino Marco Antonio, quien lo tapó todo en esa memorable ocasión. Quienes vimos ese juego en vivo por la televisión guardamos en nuestras retinas las electrizantes tapadas del arquero tico, con salidas oportunas y lances suicidas a los pies de los delanteros, como acostumbraba hacerlo, volando también como el ángel blanco de la Tricolor al cortar centros de altura y remates de media y corta distancia.

“No exagero” --agrega Roberto García-- “Si bien la aparición de Keylor Navas en el concierto futbolístico internacional, coloca al adolescente humilde de Pedregoso como el más grande cancerbero costarricense de todos los tiempos, por su gesta en Brasil 2014 y las páginas de gloria escritas con el Real Madrid español y el PSG francés, el YouTube permite apreciar una asombrosa similitud en la forma de atajar de ambas figuras, Rojas en el pasado, Navas en el presente. Busque y compruebe”, apostilla García.

Rojas ascendió a la primera división morada en 1971 bajo el mando del recordado y ya fallecido Marvin Rodríguez, quien lo debutó en Primera División en 1972, en un juego contra Barrio México que ganó Saprissa 3 a 0.

“Siempre se ha dicho que mi debut fue contra Cartaginés, pero en realidad ese fue mi segundo partido. Quizá es recordado porque tapé un penal, aunque ese día perdimos 1 a 0″.

García también recuerda aquella jornada y destaca que, a pesar de su espectacularidad, Rojas no se distinguió particularmente como atajador de penales.

“Sus virtudes consistían en la agilidad, salidas suicidas y oportunas, vuelo espectacular de palo a palo, tenazas en los guantes para atrapar los balones y, de gran trascendencia, la elegancia, su personalidad, la jerarquía y el respeto que imponía su figura en la portería del Saprissa y de la Selección Nacional”.

Imposible no mencionarle, en nuestra entrevista de terraza, la famosa y brava rivalidad que durante aquellos años les endilgó la afición a Marco Antonio en el Saprissa, y Alejandro González en Alajuelense, como los dos arqueros más destacados del país.

Sonriendo socarronamente con la mirada, contesta simplemente que González “era un adversario de equipo, como tantos otros”.

Ahora así, los disparos a marco

Antes de las preguntas a quemarropa, Marco Antonio se adelanta y dice “Hablemos de lo que quiera, yo no tengo rabo que me majen”, dice sonriente, sin arrogancia pero con contundencia.

¿Cómo se enamora de la portería cuando ni siquiera le gustaba el fútbol, de chiquillo?

— El portero puede ser el héroe o el villano, pero siempre es el que sostiene la gran responsabilidad. Mi papá y mi mamá trabajaban, mi abuela nos criaba pero fue una crianza muy rica porque entre los tres nos inculcaron que todo lo que uno haga no es para agradar a nadie, si no para agradarse uno y crecer como persona. Ahí entra directamente papá, como filósofo, catedrático, como emérito de la Universidad de Costa Rica (UCR), fundador de la biblioteca Rodrigo Facio... al menos a mí me transmitió la filosofía de hacer las cosas con satisfacción: “Si se mete en algo hágalo bien, si no no se meta”, decía.

¿Ese fue el catalizador cuando se inclinó por la portería?

— A mí me ponen con 12 años de juntabolas, detrás del Flaco Pérez (otro arquerazo de antaño) y cuando veía las grandes cosas que hacía empecé a preguntarme si algún día yo podría llegar a ser como él. Entonces comencé no a imitarlo, si no a mejorar, llegaba al pequeño patio de la casa a practicar todo lo que veía en él, porque en ese tiempo no había videos ni mucho menos.

En mis tiempos el fútbol era un deporte solidario, donde yo ayudo a mi compañero. Uno sabe que en ese puesto uno debe ser doblemente mejor que cualquiera porque yo arreglo, compongo o evito cualquier error del compañero, aunque al final siempre sea como digo yo: un portero nunca gana un partido, siempre lo pierde. Si ataja muy bien, pa’ eso está; si hace excelentes partidos, qué ‘guavero’ y si no, él es el responsable de la derrota aunque la falla sea de otro.

—¿Cree que de toda esa inspiración se originó el fuelle que le valió ser uno de los ejecutores de los famosos seis campeonatos seguidos?

— Es que sin ánimo de criticar a los porteros contemporáneos, ves mucho fallo, no saben salir, no se saben parar, rebotan las pelotas.... Entonces caemos en cuenta de que antes no se podía fallar. Siempre me acuerdo de las palabras lapidarias de don Ricardo Saprissa: “aquí se llega a ser campeón, aquí no se permite ni un segundo o un tercer lugar”.

— Percibo que cita muchas diferencias de entonces con el manejo del fútbol actual...

— Yo tuve la virtud de integrar un grupo muy lindo de muchachos, ya con 14 años comencé a jugar con la Reserva, con el Juvenil, y también entrenar con el equipo de Primera División siendo un chiquito de 18 años donde prevalecía la idea de que si no se ganaban los campeonatos, “vaya retirándose”. Había que trabajar o estudiar (caso mío), otros cogían café y luego iban a entrenar, eso era un sustento mental, como nos decían en la casa: “nosotros les damos las armas pero no le damos el pescado” ¡Hay que saber ganarse las cosas!.

— Por eso, pero en lo que llamamos fútbol profesional hoy, difícilmente un jugador de un equipo grande puede trabajar y entrenar...

— Hablemos de Saprissa porque ahí es donde nazco, creo que había una lealtad sobre la camiseta, hoy dentro del profesionalismo que se profesa ... eso no es profesionalismo, porque un día juegan bien y otro mal. Es como que un profesional en arquitectura haga bien su trabajo un día y el otro no, ¿entonces qué? ¿Se te puede caer la casa por el día que no fuiste profesional?

—¿A qué lo atribuye? ¿Eran otras épocas?

— Las épocas deben ser iguales, ninguna época es diferente por los años, definitivamente siempre podés mejorar, tal vez para muchos sea un romanticismo muy sabroso (...) Para mí, como te dije, una gran diferencia la marca el cariño a la camiseta y la identificación con la institución.

— ¿Cree usted que se ha monetizado demasiado?

— Yo creo que se ha perdido la perspectiva, como te dije, muchos jugadores han perdido la perspectiva porque ganan bien, no todos, pero siento que debería existir una labor social bien visible, los mismos equipos deberían organizarlo. Yo que estuve en mis periodos de hospitalización vi tanta gente necesitada, internados y con las familias lejos ...en realidad no sé qué tipo de labor social hacen los jugadores actualmente.

— ¿Qué piensa del periodismo deportivo actual?

— Eso está tremendamente... porque la crítica está para despedazar, no dan ideas para mejorar o ayudar a reconstruir.

— Antes me dijo que no ve los juegos de Saprissa, en general no ve partidos del campeonato nacional, solo los de la Selección. ¿Por qué no ve los del Saprissa, que a todas luces es el equipo de sus amores?

— ¡Ay por favor, voy a sufrir! Tendría que tomarme una Alka Seltzer ... ¡es que cómo pasan una bola de aquí a ahí (señala un par de metros de distancia) y no la pegan bien, cómo la botan de ahí al marco! ¡Por favor! Y el portero la rebota y le meten el gol y todo el mundo “¡Qué atajadón!” ¿Pero diay? Si fue gol ¿Cuál atajadón?

Creo que nosotros fuimos excelentes, no es uno el que debe decirlo, que lo digan los demás pero es que hay que ver, si vos estás en algo tan importante y que entrenan todos los días, no como nosotros, diay si boté aquella bola ¿como hago pa’ enmendar? ¿Cómo mejoro? Me voy a quedar entrenando más, pero vuelven a hacer lo mismo (...) Hay jugadores buenos y jugadores malos. Punto.

— ¿Entonces, qué opina del tan mencionado ‘proceso’ del que se habla actualmente?

— ¡Qué dicen, qué proceso! Entonces al muchacho de 18 años que comienza a figurar no hay que darle la titularidad tan rápido, hay que llevarlo poco a poco y tiene que jugar unos 50 o 60 partidos ¡eso es mentira! Y bueno a quien yo pongo como ejemplo siempre es a Rolando Fonseca, entre los más recientes, él empezó creo como a los 15 años, hoy no le darían chance.

— Yo siento que se ha “sobreestructurado” el tema del planteamiento en la cancha, en comparación con lo que se daba en llamar el ‘jogo bonito’, más espontáneo, con más libertades. ¿Qué opina usted?

— Pues claro. ¿Para qué si paso toda la semana estudiando para un examen, tengo que repasar la materia minutos antes? El fútbol debería ser así, y el domingo nada más decirles a los jugadores “Vayan jueguen, cada uno tiene su misión”.

Marvin (Rodríguez) siempre andaba un papelito y lo sacaba cuando le iba a decir algo a alguien, claro, nunca leímos el papelito (risas) pero normalmente nunca le decía a nadie lo que había que hacer, y otra cosa: nunca habló del equipo contrario, ahora todo el mundo habla del equipo contrario: cómo un jugador que está en primera división cinco o seis años no va a saber cómo juega tal jugador, a mí nunca me preocupó cómo tiraban Leonel Hernández ni Wally (Vaughns), diay ¡la bola va a llegar por cualquier lado!. No es nada extraordinario: si la perdemos, recuperarla; si la tenemos, cuidarla y el que tiene la bola sabe qué hacer. (...) El fútbol se ha vuelto limitante, resultadista, saco un empate, luego puedo perder tres partidos pero le gano a Saprissa o a la Liga y ya, soy lo máximo.

— A propósito ¿qué le parece cómo ganó Saprissa el campeonato?

— No me parece. Me parece que la Liga merecía ser campeón, pero diay ese es el formato y Saprissa se levantó y les sonó, quedamos campeones y no hay otra cosa qué decir, no es el mejor equipo pero quedamos campeones, eso es una lástima.

Con todo lo que representa usted y su experiencia como arquero en el fútbol nacional, ¿qué piensa de Keylor Navas como portero y su despegue al fútbol primermundista?

— Ahí hay dos cosas que hay que ver, de hecho tuvo la suerte de hacer un gran Mundial (Brasil 2014) porque muchos pudimos haber hecho cualquier papel pero si no hay referencia de algo que sea visto por todo el mundo... ahí él salió ni al 100 %, salió como al 200%, pero yo siempre voy a enfatizar: Keylor Navas es un buen portero, lo único es que no sabe jugar el área pero estuvo en el lugar y momento correctos, si se hubiera quedado jugando aquí o con un equipo como el Albacete, otra sería la historia, pero después del mundial pasar al Real Madrid y luego al PSG, son las plataformas ideales.

Y sí, es un buen arquero, pero de esos hay muchos, para ponerle un ejemplo está Manuel Neuer (arquero del Bayern Munich).

—¿Y en Costa Rica?

-- En este momento el único del que podría hablar y que está de tú a tú con Keylor es el de la Liga, Leonel Moreira, me parece que el papel que está haciendo ha salvado a la Selección... lastimosamente (en el juego contra Honduras que recién se definió por penales) hace un paradón y le rebota la bola y diay, se le fue para adentro y aún así he oído quienes se maravillan del paradón, entonces no vieron porteros de verdad, no vieron un Carlos Alvarado jugando en el América de México, y no lo mencionan nunca siendo uno de los mejores porteros de Costa Rica.... no vieron a Flaco Pérez, no vieron a un Emilio Sagot jugando en México, que fue catalogado entre los mejores porteros de Costa Rica... no vieron durante 10 años al Cholo Rodríguez jugando con el América de Cali, siendo el mejor portero de Colombia durante muchos años, donde había nueve jugadores costarricenses, entonces, hay historia, pero comenzamos a hablar de historia de jugadores después de Italia 90.

“Hubo unos 290 jugadores que jugaron en el extranjero desde 1935 ¡hasta en Italia! No podemos olvidar esa historia, porque eso es lo que nos transforma a nosotros. Hay que educar a los jugadores jóvenes: no podemos ir al Ricardo Saprissa donde solo están tal vez... diay, el Mariachi (Solís)... está Centeno... pero yo no veo al Flaco Pérez ahí, yo no veo a Catato (Cordero), lo tienen escondido por allá en una esquina, ellos hicieron historia...

En cambio, se contrata a mucha gente, jugadores que pueden funcionar muy bien en otro equipo, pero en Saprissa no, la camiseta les pesa. En algunos equipos están para no descender, en otros para clasificar y en Saprissa para ser campeón, pero les queda grande la camiseta. Entonces es muy difícil.