El amor también se cocina: tres chefs nos cuenta cómo flecharon corazones con su buena cuchara

Hay ocasiones en el que el corazón se conquista a través del paladar, sino que lo digan Isabel Campabadal, Sophia Rodríguez y Miguel Ángel Hernández, a quienes su talento en la cocina le ha dado buenas alegrías al corazón

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Cada ingrediente es un verso de una poesía que cocen a fuego lento, moderado o fuerte; y el poema del que son autores, aunque solo es posible saborearlo, es un canto al amor.

¿Se cocina el amor? Tres reconocidos chefs del país afirman que sí. La buena cuchara que heredaron o aprendieron Isabel Campabadal, Sophia Rodríguez y Miguel Ángeles Hernández, les ha servido para algunas conquistas, aunque también para demostrar cariño a sus seres cercanos.

Campabadal, por ejemplo, tiene en su vasto catálogo de recetas una que está inspirada en su esposo; Rodríguez involucró a su prometido con la comida a pesar de la poca afinidad que había entre él y la cocina, ahora su pareja, dice Sophia, es casi experto en el tema culinario; mientras que Hernández destaca lo interesante que puede representar un hombre chef como pareja.

Isabel Campabadal relaciona el arte culinario con una muy buena excusa para reunir a la familia en torno a la mesa y demostrarles afecto a través de lo que se sirve, sin necesidad de que sean manjares. La reciente ganadora del Premio Nacional Magón 2020 relaciona la cocina solo con cariño.

“Cuando expresamos el afecto y amistad podemos hacerlo a través de una actividad que nos reúna como comensales en una mesa. A mis hijos siempre les inculqué el amor a la buena mesa y a comer”, comenta Campabadal.

Todos los sábados en su casa, ella reúne a todos sus hijos con sus familias para el almuerzo y les cocina algunas de las recetas predilectas. “Son platos sencillos y algunos son de antojos que ellos piden y que trato de complacerlos”, subraya la chef de 76 años.

En sus círculos de amigos también ha funcionado la cocina como vitrina de afecto. “Cocino desde hace más de 50 años y la cocina siempre jugó un papel importante en las relaciones de amistad, porque a mí siempre me ha gustado recibir amigos en mi casa y muchas veces los recibo con vino y boquitas que yo les preparo. Esa es mi forma de demostrarles mi afecto. Si recibo alguna invitación, también siempre trato de llevarles un cariñito: unas galletitas, un quequito, algo hecho por mí como muestra del amor que tengo por la gastronomía y el gran aprecio por ellos”, destaca.

Campabadal fue más allá y aprovechó su gran talento en el arte culinario para crear un postre que dedicó a su esposo Carlos Jakilevich, con quien tiene más de 20 años de casada.

La receta la creó hace más de dos décadas usando la popularidad de una fruta poco explorada en la cocina de aquel entonces, pero que ella le encontró gracia y con su ingenio la llevó al paladar. Quedó tan encantada con el resultado, que se la dedicó a Jakilevich de quien apenas era novia.

El postre se llama Espuma de pitahaya con violetas confitadas. “Para el 14 de febrero siempre suelo repetir esa receta cuya creación marcó el inicio de mi relación amorosa con mi esposo. Otras personas conquistan con flores o salidas a bailar, yo lo hice con la comida. La gastronomía siempre ha jugado un papel importante en mi vida”, cuenta Campabadal con algo de curiosidad.

De su creación dice: “En algún momento las pitahayas las traían de vez en cuando de Nicaragua, pero años después las empezaron a cultivar en Guanacaste y yo tratando de hacer algo diferente la comencé a usar. Es una fruta con un color maravilloso y si uno sirve la espuma dentro de la pitahaya, se ve lindísima. A mí me llamó la atención (la fruta) por lo linda y diferente”.

Desde luego que el platillo de su esposo está incluido en las múltiples publicaciones de libros que ha lanzado a lo largo de su reconocida carrera culinaria.

Curioso flechazo

Si en algo concuerda Sophia Rodríguez con doña Isabel es con la idea de repartir cariño con la buena cuchara.

“Dicen que el corazón se conquista por el estómago, entonces creo que sí, uno puede tener ciertas habilidades en la cocina que le permitirán consentir a la pareja, y eso es una forma de dar amor, es una forma bonita de compartir y de tener espacios más íntimos que no siempre se logran en los restaurantes por la cantidad de gente, más en una fecha como esta del 14 de febrero”, dice la exparticipante de Dancing with the Stars.

Rodríguez recuerda que su futuro esposo (la chef se casa en mayo) era algo delicado en temas culinarios: no era muy afín a ese arte y se resistía a algunos platillos o ingredientes. “Poco a poco le fui enseñando que sus experiencias anteriores o fueron malas o no se había dado la oportunidad de probar. Lo fui convenciendo con nuevos sabores y texturas y ahora come de todo”, refiere.

La chef de programas de canal 7 como Qué buena tarde afirma que esa exploración llevó al aprendizaje cuando le enseñó a su novio cómo hacer un buen arroz con leche, el postre favorito de ambos.

"Ahora él le dice a todo el mundo que hace el mejor arroz con leche del mundo y eso lo llena de orgullo”, destaca.

Además de favorecer las buenas conquistas, la cocina, considera Rodríguez, también ejerce protagonismo en la relación que se teje con la familia de la pareja: papás, hermanos, cuñados, sobrinos… La experiencia de ella fue positiva, tanto que ahora para cualquier actividad social, siempre hay expectativa sobre lo que llevará la chef Sofi, como le llaman en el medio.

Pero de su lado, la cosa no cambia en nada. Su familia espera lo mismo siempre.

“Esta es mi mejor manera de transmitir amor, más que todas las palabras que pueda decir, yo doy amor a través de los alimentos”, remata la simpática muchacha de 30 años. “Además, pienso que la cocina y la comida es la combinación que más puede unir a la gente porque todos disfrutamos sentarnos alrededor de una mesa, comer y conversar. Es algo que no hay que perder”.

Bajo ese concepto diseñó Centro Gastronómico Kahli, en Granadilla Norte de Curridabat, el emprendimiento que inició con su pronto esposo a finales del 2017. “Es un espacio muy emocional. Sabemos que la cocina crea ese vínculo fuerte e importante para toda la vida porque cosas que me cocinaba mi abuelita hace 20 años, yo me acuerdo ahora, y me llena de recuerdos y de nostalgia, entonces son cosas que están ahí toda la vida y ese sentimiento quise imprimirle al negocio”, enfatiza.

Kahli también ha servido como punto de encuentro para reunir a sus seres queridos durante actividades especiales. “Las celebraciones más especiales de la familia las hacemos en mi restaurante y ellos me dan la oportunidad de crear a mí el menú basado en algún tema. Hace poco fue el té de canastilla de la que será mi primera sobrinita y yo hice un menú especial de cuentos y ahí hubo mucho amor”, continúa.

Un helado para la amada

Y como el amor anda en el aire, el actor y chef Miguel Ángel Hernández también habla de la forma en que él ha ‘cocinado’ ese sentimiento.

“Me gusta mucho la forma en cómo mi novia y yo hemos vinculado esta relación con la cocina, porque esa es la idea de la cocina: vincular”, opina Miguel Ángel, protagonista del programa de cocina de Multimedios, A fuego lento.

Pero este explosivo cocinero, de 29 años y vecino de Curridabat va más allá: “El hombre que sabe cocinar está rompiendo paradigmas machistas y tradicionales porque hay quienes siguen pensando que los roles de la cocina son femeninos y que de lo contrario no está bien; pero como no es así y hay quienes rompemos con ese esquema tradicional, entonces nos hacemos más atractivos”, argumenta Hernández.

Esa valoración que hace sobre cómo influye los dotes culinarios en el amor, la desprende de su consideración general de la cocina como arte. “La gastronomía es un arte de unión familiar. La comida une y vincula a las personas por eso son tan importantes y necesarios esos momentos”, enfatiza.

Destaca que su afinidad con la cocina proviene de sus abuelos italianos que siempre usaron ingredientes europeos y de mucho romance en sus platillos. El exotismo también le gusta y lo aplicó en un postre que recientemente inventó y que le dedicó a su novia.

“Le hice un postre exclusivamente para ella. Es un helado de cardamomo que va sentado en un almíbar de strudel de manzana con chocolate amargo. Cuando estábamos comenzando la relación tenía que hacer un examen de pastelería que era crear un postre original para un restaurante y me inspiré en ella y le hice ese helado”, explica Hernández con un tono algo romántico.

La idea gustó y sorprendió a su pareja a quien nadie antes la había cortejado con algo similar. “Es una manera original de demostrar amor. A mí siempre me gustó cocinar pero no lo podía hacer tan seguido porque me dedicaba más a la actuación”, agrega.

Su cita del 14 de febrero por su puesto que tendrá una cena especial, pero también habrá concierto de por medio y otras sorpresas que el galán no quiso revelar.

Así que cuando de amor se trata, los dotes culinarios ejercen un papel protagónico para flechar o no al ser amado. Ahí no habrá rosas ni serenatas que valgan.