03/04/2004. LA Sabana, San José. La Carpa CR Circos presenta un espectaculo de payasos para un grupo de jovenes y niños en hora de la tarde. en la fotografía: Rosquete ./PAblo MOntiel (Pablo MOntiel)
La Carpa CR Circo se convirtió ayer en un transformador de personas: quien entraba allí con una cara seria salía casi llorando de la risa. Magia pura.
¿La fórmula? El humor sano y las ocurrencias de seis payasos arrancaron más de una carcajada en esa carpa, ubicada en el Parque Metropolitano La Sabana, como parte del Festival Internacional de las Artes 2014.
Los graciosos protagonistas también aprovecharon el espacio para hacer críticas sociales y dejar más de una moraleja en el público.
Así fue. La carpa se abrió a las 2 p. m. y, de ahí en adelante, todo fue como vivir en un chiste permanente. Margarita y punto tuvo la labor de calentar al público con su presentación, para darle paso al dúo Los Chuminos, conformado por Rosquete y Pinoleta.
Desde que subieron los artistas al escenario, los presentes, que en su mayoría tenían dientes de leche, explotaron de risa y mostraron mucha ternura.
Rosquete lloraba desconsoladamente porque su novia lo había dejado plantado y le dolía aún más recordar que hasta le había comprado su jugo y galletas preferidas.
Para evitar que su amigo estuviera triste, Pinoleta le propuso escribirle una carta a su pareja para preguntarle la razón por la cual no había llegado a la cita. Sin embargo, Rosquete no sabe escribir y le pide ayuda a su compinche.
“Sostenga el jugo y las galletas para inspirarme mejor”, le dijo Rosquete a Pinoleta, cuando el público estaba atento, callado. Mientras uno abría su corazón para el dictado; el otro se comió las galletas y tomó el jugo con gran descaro.
Eso fue suficiente para que todos volvieran a reír y para que algunos intercambiaran palabras entre sí. “¡Qué bárbaro!”, le dijo una adulta mayor a su nieta.
Entre aplausos, se despidieron y llegó el Payaso Queque, de la Carpa CR Circo, mejor conocido como Pepe Picaporte.
Su humor fue muy particular: callaba a los niños, les tiraba pelotas de plástico (sin importar en dónde los golpeaba) y hasta les reventaba globos en la cara. Eso sí, todo fue muy bien aceptado.
Cachetoncita Boom Boom apareció posteriormente. La payasa dejaba ver su silueta delgada con un ajustado enterizo morado. Por encima, traía un abrigo rojo.
En sus manos cargaba revistas de modelos y leía aquellas publicaciones. Un artículo llamó su atención: Trucos para ser la mujer perfecta .
“¡Sí, quiero ser una mujer perfecta! Hagan silencio y escuchen”, les dijo a los espectadores. Los niños y adultos hicieron caso.
Poco a poco, leía las instrucciones que se debía seguir para parecerse, lo más posible, a una Barbie. “Caminar recto, listo. Sacar pecho; estoy en problemas. ¿Cómo hago?”, gritó desesperada. Tras pensarlo unos segundos, sacó de los bolsillos del abrigo dos globos, los infló, y, aunque quedaron disparejos, se los colocó para simular ser una mujer con busto grande.
Siguió y siguió, hasta que terminó. Ya podía considerarse perfecta, pero no era así. Sentía un gran vacío en su corazón y eso la puso a reflexionar y entender que esa tal mujer ideal no existe.
“Seamos nosotras mismas; si no nos queremos depilar las axilas, no lo hagamos; así somos bellas”, con ese mensaje se despidió Cachetoncita Boom Boom de un público, que lo tomó todo como un mero chiste.
El final de la tarde de circo lo puso Juno. Él movía sus caderas para el frente y para atrás de forma tan sensual, que los gritos de las más jóvenes no se hicieron esperar.
Al ritmo de música disco, recorría la tarima circular, mientras dejaba ver entre su rizado cabello un lazo, que en realidad era un corbatín mal acomodado.
Tras casi una hora cargada de humor, los niños, abuelos y colegiales ya se reían por la más mínima cosa, pero Juno vino a darles eso que faltaba: un sketch que deja volar la imaginación.
Como si fuera a estar en una piscina, él se puso un traje de baño muy llamativo: camisa blanca, pantaloneta roja y medias de rayas negras y verdes. Todo un personaje.
Lo único que fallaba en este caso es que no había piscina; lo que tenía al frente era un pequeño vaso plástico con agua; a pesar de ello, él creía firmemente que podía nadar un rato ahí.
Puso una silla frente al recipiente, se subió en ella y, como si fuese a hacer un clavado, hizo unas cuantas piruetas y se lanzo al vaso. Unas cuantas gotas de agua lo pringaron.
La imaginación, el humor y el público receptivo hicieron una química tan grande, que, por poco, hacen explotar esa carpa, la carpa de la felicidad en este FIA 2014.