Diseñadora Ana Gutiérrez: 'una puerta va abriendo las otras'

El mes pasado, la artista celebró 10 años de mantenerse y consolidarse en el mercado costarricense y fuera de él

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A los 18 años, Ana Gutiérrez pidió un préstamo para comprar su primera máquina de tejer. La moda siempre la inspiró, pero hace casi tres décadas el estudio de esa carrera no era común en el país, por lo que se inclinó por administración de negocios.

Los años pasaron y Ana, quien se convirtió en mamá a temprana edad, se empeñó en trabajar con fuerza por su pequeño hijo y por conservar el legado de sus padres en el que el trabajo es fundamental.

Dejando la moda de lado (de modo pasajero), se formó en administración de negocios y estudió para ser chef en la escuela de cocina Le Cordon Bleu.

Su entereza y ganas de alcanzar lo que siempre había soñado en el campo de la moda, la motivaron a, pasados sus 30 años, matricularse en un curso de joyería. La pasión por el diseño que la inspiró en su juventud se manifestó nuevamente.

“Como un hobbie entré a clases de diseño de joyería y empecé a hacer piezas para mí; una prima me vio y me pidió que le diseñara algo. A partir de ese momento empezaron a surgir más compradores y todo se convirtió en un negocio”, dijo Ana.

A sus 46 años, Ana lleva una década dedicada por completo a lo que empezó como un pasatiempo, y que hoy es su fuente de ingresos. Además del diseño de joyas para damas –que se inspiran en la naturaleza costarricense–, tiene su línea de carteras y prendas de vestir.

Crecimiento. Actualmente, la mujer que empezó haciendo inventarios en la finca bananera de su padre, tiene tres tiendas: una en Lindora, otra en el Aeropuerto Juan Santamaría y una en Las Vegas, Estados Unidos.

En los locales se exhiben sus diseños; algunas de las piezas que ofrecen son únicas. Las prendas de vestir las vende solamente por encargo. Ana estudió Diseño de Modas en la Universidad Creativa hace varios años cuando la carrera se consolidó en el país.

¿Cómo ha logrado mantener su empresa por 10 años? Gutiérrez le da todo mérito al esfuerzo, la innovación y la fidelidad de sus clientas.

“Considero que una de las fórmulas para mantenerse en el mercado costarricense es innovar. El mercado es pequeño y se satura rápido, la gente se cansa, se aburre, les gusta lo nuevo, lo original. Mantenerme también ha sido posible gracias a mis clientas; he tenido la grandísima dicha de tener clientes muy fieles que me han comprado durante los 10 años. He tenido ese apoyo que es muy importante sin el cual no sobrevive una marca”, aseguró la empresaria.

Cuando Gutiérrez habla de innovación se refiere también al diseño de joyas y prendas inteligentes, que creó con la tecnología de la empresa Intel, en mayo pasado.

Además de la delicadeza de sus joyas trabajadas con oro, plata, piedras semipreciosas y cuero, y de los finos acabados de sus carteras y prendas, la figura de Ana sobresale en el panorama del diseño tico gracias a su presencia en el exterior.

“En el caso de mi presencia en el extranjero se da gracias a un contacto, un amigo me ayudó a crear el enlace para estar en Estados Unidos.

“Hace dos años la marca se ha posicionado. El mercado en Las Vegas es un poco lento, tomando en cuenta que la población de ahí es flotante, los compradores no se mantienen, son nómadas. Sin embargo, esta oportunidad en el extranjero permite que se conozca la marca en el exterior. Hay muchas personas que luego de comprar en Las Vegas entran al sitio web de Ana Gutiérrez y compran”, dijo.

Ana dice que “una puerta abre la otra”. Luego de recibir un premio en el 2007 al mejor diseñador de accesorios en el Miami Fashion Week, las oportunidades empezaron a llegar.

El éxito que ha alcanzado esta costarricense se ha visto reflejado incluso en la alfombra roja.

“En el 2009, las piezas (joyería) de Ana Gutiérrez estuvieron en las bolsas de regalo para los nominados al Óscar.

”En el 2011, presentamos en el Museo del Louvre en París. Se ha hecho bastante exposición internacional”, detalló quien estudió orfebrería en el Studio Metallo.

Hace muchos tiempo Ana dejó de usar aquella máquina de tejer con la que forjó su futuro, pero en su vida sigue presente el deseo de alcanzar lo soñado trabajando con mucho esfuerzo.