Ticos cultivan el ‘arte’ de ver el cielo y prever el tiempo

‘Pronóstico del tiempo’ sirve a campesinos para planificar siembras

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Ya son casi 89 años de observar al cielo para pedirle consejo y, por muchos años, Augusto Aguilar sembró café en las tierras de San Isidro de Heredia tomando en cuenta las pintas de verano.

En los primeros días de enero, el agricultor tomaba nota de la temperatura y el viento para prever cómo se comportaría el clima por el resto del año y así planificar el período de siembra.

“Según lo que estoy viendo, este año va a estar muy seco. Van a tener que hacer riego; si no, no hay cosecha”, dijo Aguilar con la certeza de la experiencia.

Las llamadas pintas y repintas son legado de la cultura popular del costarricense y devienen de la tradición agraria.

“De la observación del cielo deviene la posibilidad de prevenir en función de las cosechas. Es conocimiento empírico reforzado por la práctica”, comentó Dionisio Cabal, investigador de la cultura popular costarricense.

De pintas y cabañuelas. En Costa Rica se le llaman pintas, pero en España, México y el resto de Centroamérica se les conoce también con el nombre de cabañuelas.

Estas formas populares de pronóstico del tiempo guardan similitudes entre los países.

Una de ellas es la asignación de los meses a los días de enero. Del 1 al 12 es ascendente (enero a diciembre) y del 13 al 24 es descendente (diciembre a enero).

Después del 25 y hasta el 30 se le asigna medio día a cada mes; por ejemplo: el día 25, enero corresponde a la mañana y febrero a la tarde. Además, el 31 se hace lo mismo, pero cada dos horas.

Según Cabal, las pintas se derivan de la observación del cielo durante las horas diurnas.

Otra similitud es que las pintas y cabañuelas se dan al principio del verano.

Mientras que en México y Centroamérica es en enero, este pronóstico en España se hace los primeros 24 días de agosto.

Ahora, tanto las pintas como las cabañuelas se relacionan con las prácticas agrícolas. A partir de ellas, los campesinos planifican las siembras de café, tomate y frijol, entre otros cultivos.

Así lo hizo siempre Aguilar. Él preparaba las siembras a partir de las pintas de verano (enero) y las canículas (junio-julio), que son días de lluvia y sol.

“En esos días no se puede sembrar porque está la tierra enferma. A como está este año, las canículas van a ser secas”, dijo Aguilar.

En México parece suceder lo mismo. Un estudio realizado por Moisés Cruz López, de la Universidad Intercultural del Estado de México, publicado en la revista académica Ra Ximhai, se abocó a conocer la relación entre meteorología, ritual y labor agrícola.

Para ello, el investigador estudió las cabañuelas y así se dio cuenta de que, debido al cambio climático, se vive un desfase entre la fiesta ritual, el acontecimiento meteorológico y el momento biológico de la planta, lo cual incide en las cosechas y, por tanto, en la economía.

Sobre sus orígenes. Según un artículo publicado en 1945 en el desaparecido periódico La Nación (México), las cabañuelas vienen de los mayas.

Ellos las denominaban “chac-chac” y consistían en la observación del cielo durante los primeros 18 días del año.

Sin embargo, no todos concuerdan y otros adjudican su origen a los españoles.

“La vocación agraria en función de determinados climas y ciclos del agua era un elemento ya desarrollado en España para la época en que se dio el descubrimiento”, manifestó Cabal.

Asimismo, las pintas y cabañuelas se han relacionado también con tradiciones de las culturas babilónica e india.

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