No sabemos quién fue William Shakespeare con gran detalle, pero él parece conocernos muy bien. 450 años después de su nacimiento, sigue en escena; es decir, continúa retándonos, deleitándonos y cuestionando lo humano desde el teatro.
En realidad, se desconoce la fecha exacta del nacimiento del escritor. Fue bautizado el 26 de abril, por lo que se estima que podría haber nacido entre el 19 y el 23.
En Reino Unido, su patria, este año es el Jubileo de Shakespeare, Justo el 23 de abril empezará una gira del Globe Theatre que espera llevar Hamlet a cada país del mundo, para lo cual solicitan dinero en la plataforma Kickstarter .
La Royal Shakespeare Company prepara espectáculos en varias salas, y el 26 de abril se celebrará un desfile en Stratford-upon-Avon, donde nació en 1564.
En Costa Rica, se celebrará con una temporada especial de El Rey Lear en el Teatro Nacional, del 2 al 4 de mayo, y en el Museo de los Niños se estrenará El mercader de Venecia el sábado 26 de abril.
Se sabe poco más: se casó joven, salió de su pueblo con una educación limitada, llegó a Londres a hacer comedias y sangrientas tragedias populares, y en veinte años, terminó convirtiéndose en el dramaturgo universal.
Saber. “Para mí es, seguramente, el autor más maduro, con más proyección, con más hondura en el sentido de los cuestionamientos y reflexiones”, comenta el director teatral Fabián Sales.
La riqueza de su lenguaje y su prolífera y variada producción son parte de las razones de su éxito. A ellas se suma lo que el crítico Harold Bloom llamó “la invención de lo humano”. Para él, Shakespeare introdujo la psicología en el teatro; con él, los personajes cambian, crecen y se contradicen – justo como hace el ser humano–.
Lo probó en las 37 obras cuya autoría se ha demostrado. Incluyen la tragedia, con exploraciones del alma como Hamlet, Otelo, El Rey Lear y Macbeth; así como ingeniosas y críticas comedias, como Sueño de una noche de verano, El mercader de Venecia y Mucho ruido y pocas nueces.
Es un reto para los actores que se aproximan a su obra. “Entrar al mundo de Shakespeare requiere una gran inteligencia, una gran sensibilidad, un gran amor por la palabra y su significado, y también tener una gran curiosidad sobre el misterio de las relaciones humanas”, considera el dramaturgo Daniel Gallegos.
“Shakespeare llegó a América Latina durante el siglo XIX, no en obras de teatro, sino en adaptaciones de la ópera. Es decir que llegó ya como “alta cultura” y sin el aspecto popular del teatro isabelino, o bien, de las publicaciones que los peregrinos llevaron y difundieron durante el periodo de las trece colonias”, dice Santiago González, estudioso del inglés.
No es un inglés sencillo. Entre los siglos XVI y XVII, el inglés se estaba consolidando. Una prueba es que, para expresarse mejor, Shakepeare inventó casi 1.700 palabras.
La traducción más difundida en español es la de Luis Astrana Marín, pero traducciones de obras específicas son recordadas en Costa Rica: las de José Basileo Acuña y las de Joaquín Gutiérrez.
Sorteada la barrera del idioma, permanece la pregunta: ¿por qué llega tan lejos y tan hondo? “Una de las grandes virtudes que tiene es que podés hacer una relectura de sus obras, tramas y fábulas con una actualización formal que igualmente se sostiene”, dice Gladys Alzate, directora de la Compañía Nacional de Teatro (CNT).
La primera obra de Shakespeare que montó la CNT fue La comedia de las equivocaciones , en 1974. Luis Fernando Gómez, exdirector de la CNT y participante del montaje, recuerda que se realizó con gran éxito en la capital e incluso en colegios rurales.
Para Gómez, Shakespeare exige gran sensibilidad de sus actores. “Son temas profundos, tratados con mucha precisión y delicadeza. Hace falta estudiar, leer, pero esto por la complejidad misma del drama”, asevera.
Roxana Campos ha interpretado dos veces al Ama de Romeo y Julieta , y para ella, es prueba de maestría del autor. Las criadas representan, en Shakespeare, la sabiduría del pueblo. Son un reto porque se inician en comedia, y terminan en tragedia”, cuenta.
Shakespeare saltaba de la risa a la reflexión con soltura; así, ha logrado saltar entre siglos sin perder ni un poco de su genio.