Rubén Pagura se deja abrazar por su natal Argentina

El artista regresa a su tierra luego de 40 años de brillante carrera actoral en Costa Rica. Estrenos, talleres y una compañera lo esperan en el sur

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Como si fuera el cierre de un plan perfectamente orquestado, el 22 de mayo Rubén Pagura se despedirá de Costa Rica con la misma agrupación que lo vio actuar por primera vez en este país, el Teatro Universitario.

A sus 65 años, cuando muchos deciden acogerse al retiro, este histrión se lanza a una titánica aventura: volver a su natal Argentina y emprender un ciclo profesional completamente nuevo.

No es una ocurrencia que se da de un día a otro.

El plan comenzó a labrarse hace un año, cuando viajó a Rosario para celebrar el cumpleaños de su papá y terminó con una temporada teatral que se extendió todo el 2013.

Las oportunidades se prolongaron un año más: invitaciones para dirigir espectáculos, para presentar los suyos y dar talleres en importantes centros artísticos de Buenos Aires.

Como si fuera poco, ilusionado, cuenta que volvió a encontrarse con un viejo amor. Las cosas no pueden ser mejores para él.

La decisión de dejar Costa Rica no fue sencilla para Pagura, quien en cierta forma asume esta situación como dejar a su patria, pues ha vivido más tiempo en Costa Rica que fuera de ella.

“A finales de los 60, mi papá fue nombrado obispo de la Iglesia metodista de Costa Rica y Panamá. Mi familia vino aquí primero; yo no quería vivir acá, pero en la primera ocasión que vine a Costa Rica, me encantó. No regresé más”, aseguró el artista, quien llegó a suelo tico a sus 21 años.

Su carrera artística la comenzó en la música, pero pronto encontró al que sería su gran amor, el teatro.

“Yo estaba estudiando música y quería ser roquero. Al llegar acá mi hermana estaba estudiando Psicología en la Universidad de Costa Rica y me di cuenta de que ahí había una escuela de teatro que estaba recién fundada, entonces me metí pensando que me iba a servir para mis planes como músico, pero terminó siendo mi profesión”, contó el artista que al segundo año de carrera ganó el Premio Nacional de Teatro al mejor actor debutante (1973).

Fue el momento justo para iniciar como actor. Según recuerda, en aquel entonces el movimiento teatral en Costa Rica estaba en pleno auge, con compañías como el Teatro Arlequín, la Compañía Nacional de Teatro y la que era su casa, el Teatro Universitario.

“Eran grupos que hacían buen teatro. Después de ellos se dio un salto importante con la llegada de todos los actores chilenos y uruguayos que llegaron al país y que le dieron un impulso muy importante al desarrollo del teatro independiente en Costa Rica”, agregó.

Sumado al crecimiento profesional, esa época también marcó a Pagura y lo convirtió en un artista crítico, comprometido con las diferentes causas sociales.

“En todo el mundo había una efervescencia, particularmente en América Latina, con toda la influencia de las guerrillas y de la Revolución cubana; había mucho activismo de izquierda. Todo eso estaba en el ambiente y la gente de teatro y de música éramos militantes de movimientos de izquierda”, recordó Pagura.

Con ese prometedor inicio, Pagura se fue abriendo camino: primero con el Teatro Universitario, donde dio sus primeros pasos; luego vinieron proyectos como el Teatro 56, con el que trabajó desde el 78 hasta el 81, y hasta tuvo oportunidad de pelearse con la actuación entre 1984 y 1986 y hacer carrera como cantautor.

La reconciliación llegó ese mismo año con un musical llamado La cantata centroamericana , con la que viajó por todo el continente americano.

En 1990, fundó con Juan Fernando Cerdas el Teatro Quetzal, un proyecto en el que potenció su talento para hacer unipersonales.

“A partir del 90 comenzaron los recortes de presupuestos en cultura, por ejemplo, la Compañía Nacional de Teatro eliminó su elenco estable, se eliminaron todos los programas de teatro en las provincias y se recortaron las subvenciones a los grupos independientes; entonces, comenzaron a surgir los emprendimientos personales de salitas de teatro. Eso fue muy difícil para mí, porque el nivel de calidad que se había alcanzado comenzó a bajar y el sostener un grupo que no fuera de puro divertimento, era muy difícil”, recordó.

Para el 2003, el Quetzal se había disuelto, pero la fórmula de uno solo en escena ya había calado profundo en el actor.

“Yo seguí haciendo unipersonales porque es muy difícil vivir del teatro, y esta forma de hacerlo me facilita el trabajo; girar con uno solo es más sencillo que hacerlo con un grupo grande, lo mismo con los ensayos. Confieso que es muy cómodo trabajar a solas, pero a mí me gusta mucho trabajar en grupo”, agregó el actor.

Hasta el día de hoy, Rubén Pagura ha cosechado una prolífica carrera tanto en la música como en la actuación. En Costa Rica deja un legado de dos cortos, seis largometrajes, ocho discos grabados y 53 espectáculos teatrales.

De acá se lleva cinco premios nacionales, en las categorías de mejor actor debutante (1973), mejor actor (1975), mejor grupo (Quetzal en 1992), mejor obra nacional ( Memorias del ombligo del mundo - 1992) y mejor actor (2009). También un premio Viva en la categoría de teatro (2010).

“Como actor uno aspira a que el trabajo que uno hace se proyecte dentro y fuera del país. En mi caso, cuando creo una obra, tengo la esperanza de que el trabajo llegue a la mayor cantidad de gente, porque pienso que lo que hago tiene algún interés. Sin embargo, yo no imaginaba que mi futuro iba a ser así. A nivel nacional me siento muy afortunado”, destacó.

La última actuación, por ahora, que este artista hará en Costa Rica será en la obra Dramas íntimos , dos piezas teatrales de August Strindberg, que se presentarán del 22 de mayo al 8 de junio, en el Teatro Universitario en San Pedro.

Rubén Pagura se irá el 16 de junio a Argentina, aunque estará lejos, en su corazón desea que sus colegas, especialmente los más jóvenes, no se rindan y sigan dando batallas desde el escenario.

“Los artistas tenemos una gran responsabilidad. García Lorca decía que el teatro es el termómetro de un pueblo y yo coincido con él, porque es parte de la vida cultural de una sociedad, por tanto es reflejo de su salud. El artista debe tener conciencia de eso y saber que el teatro, aunque sea de minorías, es parte de la vida espiritual de una comunidad”, aseguró.