A las 8:30 de la mañana del 18 de agosto del 1969, se escuchó como nunca la guitarra eléctrica en los Estados Unidos. Con una potencia nunca antes experimentada, Jimi Hendrix cerraba el intenso festival de Woodstock.
Ese encuentro de tres días fue un hito en una época de amplia activación social y quedó registrado en el valioso documental titulado Woodstock: 3 Days of Peace & Music (Woodstock: 3 días de paz y música), dirigido por Michael Wadleigh y producido por Bob Maurice. Dicha cinta hace énfasis en la atmósfera vivida y celebra el cierre a cargo de Hendrix.
Guitarra única. La guitarra es parte esencial del rock, y Hendrix es considerado el número uno de la historia según una lista publicada por la BBC. Entre los guitarristas sobresalientes, ese listado incluye a Jimmy Page (Led Zeppelin), Eric Clapton, Slash (Guns N’Roses), David Gilmour (Pink Floyd), Kirk Hammett (Metallica) y Carlos Santana (Santana), entre otros.
Hendrix nació en Seattle, fue empírico y creó hitos de la música en solo cuatro años de carrera, suficientes para convertirlo en leyenda. Al fallecer ingresó en el imaginario The 27 Club, artistas que fallecieron a los 27 años, como Jim Morrison, Amy Winehouse y Janis Joplin –esta última formó parte también de Woodstock con Hendrix–.
El celebrado guitarrista fundó la banda The Jimi Hendrix Experience, apenas después de tocar en Inglaterra Killing floor en el escenario junto a Eric Clapton. En esta ocasión impresionó a todos los presentes, incluido al mismo Clapton y a su banda Cream.
Hendrix siempre hizo lo que se le antojó con su guitarra Fender Stratocaster. Revolucionó el género, y durante el festival de Woodstock incluyó una soberbia actuación en la que ejecutó sonidos complejos. Hoy se conserva la guitarra que utilizó en dicho festival en el Experience Music Project / EMP (Seattle, 2000), obra polémica del arquitecto Frank O. Gehry.
Fusión experimental. El estado de Washington –que alberga la ciudad de Seattle– ha visto nacer a músicos, como Hendrix; a empresarios, como el cofundador de Microsoft, Paul Allen; a arquitectos, como Steven Holl, y edificaciones de la talla de la Biblioteca Central de Seattle, diseñada por Rem Koolhaas.
A su vez, Seatle alberga sedes de empresas de formato mundial, como Amazon.com y Starbucks, además de la sede norteamericana de Nintendo. Aun así, sus características urbanas se destacan por su trabajo en los espacios públicos y en la red de parques urbanos.
El EMP resulta una experiencia arquitectónica donde se juntaron tres elementos: la afición por la música y el financiamiento de Allen; la inspiración en la genialidad musical de Hendrix, y la propuesta arriesgada del reconocido arquitecto Frank O. Gehry.
Al igual que el Museo Guggenheim de Bilbao –obra gehryana inaugurada tres años antes–, el EMP se diseñó primero en maqueta y luego se digitalizó con el programa CATIA, software utilizado para el diseño aeronáutico y de carrocerías de automóviles, como los Audi, BMW y Porsche.
El EMP es un edificio de 13.000 metros cuadrados, se basa en la música y la ciencia-ficción; al tiempo, contiene un archivo histórico, salas de exposición, un laboratorio de música rock, una tienda y un restaurante.
La obra presenta una ubicación estratégica y privilegiada –casi adjunta a la Space Needle (Aguja espacial) y muy cercana a los nuevos edificios de la Fundación Bill y Melinda Gates.
La “piel” de acero inoxidable y aluminio que envuelve el edificio resulta metafórica, onírica y arbitraria. Sus colores son representativos e inspirados en el rock and roll, y sus formas, con pliegues, son atravesadas por un monorraíl que pasa dentro del edificio.
Flujos atravesados... y ejemplos. Seattle presenta varios ejemplos de obras que insertan flujos viales o ferroviarios. Tal es el caso del mismo EMP, atravesado en su esquina suroeste por el monorraíl de la Feria Mundial de 1962, encuentro para el que se construyó la “Aguja espacial”.
Otros ejemplos son los dos proyectos paisajísticos: uno es el Olympic Sculpture Park (2007), de Marion Weiss y Michael Manfredi, proyecto atravesado por la avenida Elliot y ubicado a unos 700 metros de la EMP.
El segundo caso corresponde al Jimi Hendrix Park, que resultó de una reacción a la ampliación de la autopista I-90, obra que iba a demoler la Colman School. En su lugar, los vecinos se unieron con el Departamento de Parques e impulsaron el Park, obra paisajística y utilitaria. Estos ejemplos procuran ir revirtiendo los efectos de las autopistas en las ciudades norteamericanas.
Estas obras de Seattle deberían motivarnos, a los costarricenses, a preguntar por el destino de las tierras del INCOFER, principalmente las ubicadas en las zonas urbanas.
Esa institución tiene el potencial de darles un mayor sentido urbano a sus tierras, las que muchas veces son “no-lugares”, como los definía el antropólogo francés Marc Augé. Dichas tierras podrían convertirse en espacios dignos y seguros para la ciudadanía.
Si Jimmy Hendrix tuvo el mejor riff (fragmento musical que se repite) de la historia en Voodoo Child, Frank O. Gehry tiene expresiones arquitectónicas únicas e irrepetibles. Ambos han sorprendido al mundo con obras que transitan en franjas extremas; ellas requieren grandes rigurosidad y perfeccionismo, y no siempre se las valora con la potencia y fuerza expresiva que contienen.
En el caso del EMP, cabe destacar la voluntad de la empresa privada por impulsar obras que celebren las calidades culturales y los aportes de sus coterráneos. Esta situación es muy oportuna y debería ser ejemplo en Costa Rica. Con esto se podría fusionar inversión privada en obra pública: dúo que podría impulsar proyectos de calidad –tanto parques y espacios públicos como proyectos culturales–.