Promesa cumplida. Paolo Nani demostró que su trabajo es capaz de generar las risotadas en quien lo ve con su espectáculo La carta , de eso dan fe el público que llenó el Teatro 1887, la tarde del sábado.
Despertó por momentos carcajadas tan contagiosas del público, que él mismo no escapó de ese efecto multiplicador.
Su presentación en el marco del Festival Internacional de las Artes (FIA) 2014 nunca careció de aplausos y él lo supo retribuir generando una química constante.
La carta parece simple en su planteamiento inicial: Es una obra corta, en la que una persona escribe una carta sentada frente a una mesa, pero por descuido no advierte que su bolígrafo está sin tinta; al final, termina culpándose por no poner atención.
Esa primera acción ocurre en menos de dos minutos. El verdadero espectáculo comienza cuando él se propone mostrar esa misma obra contada sin palabras y de 15 maneras distintas.
Para meter al público en su juego se vale de un cartel en el que explica que La carta se presenta al estilo del cine mudo, o de las películas de vaqueros, incluso como un simpático ebrio.
Como un juego. La primera función comenzó a las 5:33 p. m., pese al retraso a nadie pareció molestarle la espera. Lo primero fue entrar en calor y contacto con el público. Con una carta llena de frases muy propias de los ticos, explicó a todos por dónde iría el juego.
Una de las primeras versiones fue mostrar la historia en reversa, luego en un modo en que repetía todo tres ocasiones.
Las risas no faltaron nunca, pero conforme pasaron los minutos, estas fueron creciendo y siendo cada vez más honestas y sonoras.
“¡Qué idiota!”, exclamó una dama casi al final de la sala, acompañada de una carcajada. Mientras tanto, Nani mostraba la versión “vulgar” de la historia.
El artista , como buen clown , tiene un manejo perfecto del tiempo cómico. Supo leer a su público, se metió con ellos cuando fue oportuno para aprovechar una risa sonora y pegajosa que no se detenía entre las butacas.
También los 22 años de experiencia haciendo este unipersonal –lo ha presentado más de 1.000 veces– le permite saber cuáles chistes visuales o gags son los que prefiere la gente.
Por eso no extrañó que tras comerse un chicle que encontró debajo de la mesa o imitar una película de horror, los asistentes cayeran rendidos a sus pies.
Una hora después, el público puesto en pie agradeció con su aplauso y silbidos, por tantas risas y ocurrencias .