El lunes 31 de marzo se cumplirán 100 años del nacimiento de Octavio Paz. Tres generaciones han transcurrido desde que nació en Mixcoac el poeta que, siendo alguna vez “el sol naciente de la literatura mexicana”, “cruzó el cielo y se detuvo en su centro por casi un siglo”. La aparición de Octavio Paz, autor de 23 libros de poesía, uno de teatro y 36 de ensayos, “en la cultura mexicana ha sido un milagro, que la subió de nivel en una sola vida”. No es la primera vez que esto sucede en la historia cultural mexicana.
Paz es al México moderno lo que Nezahualcóyotl al prehispánico, o sor Juana Inés de la Cruz al virreinal. Como ellos, hizo “avanzar la cultura hasta un nivel milagroso, hasta una marca demasiado alta, difícil de igualar”. Así, Octavio Paz logró lo que sólo José Ortega y Gasset pudo en nuestro siglo: dejar marca en el pensamiento occidental, que “ha sido desdeñoso de los ensayistas de habla hispana. No los ha tomado en serio. Lo nuestro, para ellos, es la poesía y la novela, no el pensamiento”.
Semillero intelectual. Además de enlazar el canon occidental moderno con la lengua española, Paz sirve como bisagra entre los tiempos. Por parte del pasado, las dos generaciones intelectuales más importantes del siglo XX de México, El Ateneo y Contemporáneos , confluyen en Paz, quien en la escuela preparatoria toma clases con Antonio Caso, Samuel Ramos, Julio Torri, Carlos Pellicer y José Gorostiza.
“En los cafés, sus maestros son Xavier Villaurrutia y Jorge Cuesta”. Por parte del presente, Paz transmitió la tradición filosófica, literaria, política a las actuales generaciones de escritores, editores y poetas: Aurelio Asiain, Adolfo Castañón, Christopher Domínguez Michael, Fernando García Ramírez, Enrique Krauze, Hugo Hiriart, Eduardo Lizalde, David Medina Portillo , Guillermo Sheridan, Gabriel Zaid. “Nuestra casa son sus palabras, su voz nuestro aire”.
Paz, que fue “un poeta intelectual pero no una persona libresca”, “tuvo siempre el sentido de la polis. Se sintió responsable, no sólo de su casa, sino de esa casa común que es la calle y la plaza pública. Le parecía inconcebible no intervenir cuando sentía que el país o el mundo iban mal, o desaprovechaban oportunidades de mejorar”.
Por eso, aparte de ser escritor, tuvo una notabilísima actuación en la vida pública mexicana, tanto como funcionario del Estado en misión diplomática (ingresó al Servicio Exterior en 1944 y estuvo adscrito en las representaciones en Francia, Japón e India), como en su trabajo de “editor de revistas”, Plural y Vuelta, las más importantes.
La carrera como diplomático de Octavio Paz terminó con una declaración de principios: después de la masacre de Tlatelolco de 1968, renunció como embajador de México en Nueva Delhi y rompió con el presidente Díaz Ordaz. Ese acto lo llevó a convertirse en lúcido y fervoroso defensor de la libertad política y la democracia, misión que desde entonces llevó a cabo, principalmente, en su papel de editor.
Convicciones. Plural tuvo una vida breve, que terminó tras 58 números, cuando el periódico del cual formaba parte, el Excélsior, fue “tomado” por agentes afines al gobierno del presidente Luis Echeverría, tras haber sufrido diversas presiones para que cesara una línea editorial crítica que era la excepción en el México de los años 70.
Sin arredrarse, Paz y el grupo de personas que hacían Plural, comenzaron a hacer Vuelta , que se publicó sin interrupción entre 1976 y 1998, periodo en el que propició y alentó el “derrumbe del socialismo totalitario y el lento pero implacable desmoronamiento del sistema político mexicano”.
En Vuelta se hizo la crítica del régimen político mexicano, señalando tanto las debilidades de la izquierda “paralizada por una tradición dogmática y por su pasado estalinista”, como a la “obtusa derecha”, que “no tiene ideas sino intereses”, pero su misión rebasó las fronteras del país de Octavio Paz.
Vuelta fue concebida como revista “de batalla” en un momento en el que se había agudizado la politización de los escritores en América Latina, a raíz del triunfo de la Revolución cubana en 1959. Ello lo llevó a polemizar e incluso a enemistarse con hombres como Mario Benedetti, Julio Cortázar, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez.
En la defensa de sus ideas, Vuelta amplió su radio de acción, no sólo a los integrantes de esta gran patria de la lengua española, sino que, ampliando las fronteras de sus discusiones, la revista tomó como propias las causas de la democracia y la libertad fuera de Hispanoamérica.
La “guerra” que libró tuvo como marco la circunstancia histórica mundial, cuyo desarrollo no concluyó sino hasta la caída del Muro de Berlín.
Democracia y libertad. Vuelta fue una especie de cuartel general donde un grupo importante de intelectuales, no solamente mexicanos, luchó contra el comunismo y, en general, cualquier forma de totalitarismo, incluso el de la “dictadura perfecta”, el del “ogro filantrópico”, el idiosincrásico totalitarismo mexicano, que murió en 1997, un año antes que Paz.
Así como rebasó fronteras, es importante notar que la influencia de Vuelta también rebasó los límites de sus páginas. La revista, sobre todo, era una conversación, “una casa, un lugar de reunión, una red de relaciones amistosas, afectivas, intelectuales”.
Por eso, tanto el peso de Paz en el mundo cultural mexicano, como el de la propia revista, fueron un factor decisivo en la conformación de las políticas editoriales mexicanas, sobre todo si consideramos que varios de los miembros de Vuelta (Adolfo Castañón, Alejandro Rossi y Ramón Xirau, por ejemplo) tuvieron una influencia determinante en los catálogos y fondos más importantes del país y, por tanto, son los que más lee la civilización hispánica, con los de Argentina y España.
Paz fue poeta, pero también fue un animal político, en el sentido más aristotélico de la expresión: un hombre pleno, en conversación con otros hombres. Por esto, los escritores de Vuelta se agruparon en torno a él, con una preocupación común: la historia, el presente y el futuro de México, la reflexión sobre su sistema político. Todos tenían una aspiración permanente: la transición a la democracia, que México ha logrado en los últimos 15 años.
Más allá del ámbito de los asuntos meramente nacionales, Vuelta fue una revista que dio batalla por lo mejor que tiene que ofrecer la civilización occidental al mundo.
Frente a la idea que asegura que los procesos históricos son inevitables, defendió la capacidad de los actores individuales para transformar la historia; frente a las quimeras y utopías totalitarias, defendió la democracia como el espacio, siempre perfectible, de la libertad. A un siglo de su nacimiento, recordemos a Octavio Paz, quien fue poeta, pero también hombre de pelea.
El autor es director del Instituto de México en Costa Rica.
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Paz en Costa Rica
En librerías de Costa Rica es posible conseguir Itinerario, que reúne dos ensayos complementarios de naturaleza autobiográfica; Jardines errantes, un epistolario; y Vislumbres de la India, donde narra sus experiencias en un país que sufrió transformaciones fundamentales. En la librería virtual Amazon se halla por lo menos media docena de sus obras en español.
En línea se encuentra el número 258 de la revista Vuelta, el primero publicado después de la muerte del crítico y poeta mexicano. Allí se encuentran valoraciones sobre la vida, la obra y la persona de Octavio Paz (www.letraslibres.com).
De ese número de Vuelta se tomaron los textos entrecomillados que aparecen en la nota adjunta. Para conocer más acerca del Paz editor, de Plural y Vuelta, es imprescindible el libro Viaje de Vuelta, de Malva Flores (Fondo de Cultura Económica, México, 2013), del cual esta nota se sirvió. (M. S.)