En días previos a la Navidad de 1986, la niñez costarricense recibió la visita del Sr. Scrooge y sus guías fantasmales. Era una bonita versión en historieta de Un cuento [o Una canción] de Navidad (1843), de Charles Dickens, obra clásica de la literatura universal y también de la Navidad. Publicada por la revista Tambor en dos entregas, La Navidad del Sr. Scrooge es una adaptación de Orontes Herrera con dibujos del ilustrador Anselmo Andrade Herrera (1954).
La historieta asume la herencia plasmada por el novelista británico, un escritor inmortal como lo prueban las profusas tiradas de sus obras –aún en su época– y las numerosas versiones de este cuento (o novela corta) que llegan a hoy: ilustraciones, historietas, animaciones, películas, obras de teatro y de danza, audiolibros y novelas gráficas, entre ellas. En 1972, la adaptación del canadiense Richard Williams, A Christmas Carol (1971), recibió el Óscar al mejor cortometraje animado. En Costa Rica, el Teatro Expressivo ha montado la obra en tres temporadas distintas.
Así, la historia pareciera proyectar las palabras del escritor austriaco Stefan Zweig (1881-1942) más allá del tiempo y el espacio de Charles Dickens (1812-1870): “en el siglo XIX no se conoció otro caso de identificación tan cordial y tan inquebrantable de un poeta con su pueblo”. Publicadas en fascículos periódicos, las novelas convocaron a los lectores ingleses de la época victoriana, quienes vivían su vida… y la de los personajes dickensianos.
¿Un cuento infantil? No se trata de un cuento infantil por su longitud, alcances y escritura y sí, por la magia, el final feliz y el propósito educativo. Sobre todo, por el tema: “Cuento navideño de fantasmas”, explicita el subtítulo; es más, Dickens advierte en el prefacio: “He procurado en este pequeño libro de fantasmas, dar del espectro una idea que no inquiete a mis lectores ni respecto a ellos mismos, ni con sus semejantes, ni con la festividad sagrada, ni conmigo. Que vague por su casa placenteramente, y que no le vengan ganas de quedarse en ella”.
El escritor español Miguel Delibes (1920) ha llamado a Dickens “el pintor más excelso de la sociedad británica”. El sentido dramático de sus obras, la ambientación y sus hábiles descripciones facilitan la conversión del relato. Cuatro espectros, con sus distintos trazos y personalidades, organizan el relato. El cierre contiene un fuerte carácter moralizador: Ebenezer Scrooge, viejo avaro y codicioso, aprende la lección de la mano de los tres fantasmas de la Navidad (pasada, presente y futura), que el espectro de su socio, muerto siete años antes, le anunciara. Todo sucede en Nochebuena, en las visiones sombrías de su sueño.
Una historieta para niños ¿Cómo realizar una versión de un relato escrito en y para otra época? Más de un siglo después, la historieta recrea el relato a partir de los conocimientos (el saber acumulado a lo largo de los siglos) y los significados de la obra original, así como la visión del mundo y del saber hacer del dibujante, quien lo “traduce” a otro código estético. El artista asume la herencia plasmada por Dickens y lo reescribe con sus aportes para Tambor , revista infantil de La Nación .
El director artístico –y alma– de Tambor , Félix Arburola Bustos (1947-2015), gran maestro de la ilustración nacional, recomendó a Anselmo Andrade para que, por encargo, diera vida a la historieta. “Fue una experiencia muy bonita”, comenta Anselmo hoy, “era mi primera historieta a color en Costa Rica”. En 1998, Andrade ganó el Concurso de Historieta sobre la novela La loca de Gandoca , de Anacristina Rossi.
Un Tambor fantasmal. Con base en el guion que recibe, Memo Andrade recrea el prolijo relato de Dickens en 10 páginas a plana completa. “Llegó diciembre, llegó Navidad. Tambor te regala un hermoso cuento para que renueves tu fe en la bondad y en el amor por tus semejantes”, anuncia en la guía de la edición especial, el 14 [y 28] de diciembre de 1986.
Destacado desde el título, el avaro Sr. Scrooge es, por supuesto, el personaje principal: un hombre cruel, egoísta y amargado. Ante la petición de ayuda para los enfermos incurables, el avaro exclama: “¿Ayuda? ¡Que ayuden ellos no robándoles el oxígeno a los vivos!”.
El suspenso, la atmósfera infernal y la apelación a lo mágico y sobrenatural son retomados con maestría en la historieta. “Una risa macabra llenó de espanto el duro corazón del tacaño. Aterrorizado, descubrió que era el fantasma de su socio Marley”. El horror se apodera del caricaturesco Sr. Scrooge, tipo siniestro del avaro y próximo candidato a cargar eternamente la cadena que él mismo se fraguara. El buen dibujo y su admirable expresividad, el juego en las viñetas y sus tonos, ritmos y diversidad, la convierten en una historieta notable.
Sin embargo, la obligada síntesis conlleva pérdidas significativas del texto original.
Extrañamos especialmente la prodigiosa variedad de los tres espíritus que guían a Scrooge en su viaje por el tiempo y ricas simbologías. Reducidos a un solo personaje, un mismo icono –identificado como un “espíritu sombrío, un ser sobrenatural capaz de viajar por el tiempo”– reduce implacable las hermosas pinceladas de Dickens al último y temible espectro: el de las Navidades futuras. Quizá el guion buscó simplificarle la lectura al público infantil (a quien solemos minusvalorar), o quizá la concreción de las imágenes coarta la imaginación y la polisemia.
No obstante, aquel “cuerpo transparente” del espectro de Marley era, como lo describe Dickens, la de un ser “sin entrañas” (en su doble significación). Aunque la historieta es comprensible por sí misma, conocer las obras permite establecer relaciones entre ambas (de hecho, una esboza a la otra) y por consiguiente, enriquecer la lectura.
Asimismo, añoramos el episodio original de la ruptura de Belle, su novia, quien le devuelve la libertad a Scrooge porque “todo lo apreciáis según la ganancia que os rinde (...) y vuestro arrepentimiento y pesar seguirían a vuestra decisión”. A pesar de la alusión a la Cenicienta, el cuento confronta el texto patriarcal, no así la historieta: “Compréndelo, querida: si no tienes dote, ¿cómo puedo casarme contigo?”, alega Scrooge.
En ambas, la festividad navideña se configura como un tiempo de cambio, donde el júbilo, el amor al prójimo y el calor “de hogar” –en contraposición al frío invernal, la soledad y la tristeza– se encarnan en el “espíritu navideño”. Ambas enfatizan en los horrores que esperan a la gente mala tras su muerte, sobre todo en la redención del ser humano (simbolizado por el contrito Sr. Scrooge).
Como alguna vez escribiera Stefan Zweig: “El encanto de la Navidad hermana la poesía y el sentimiento religioso”.
La autora ha publicado libros de humor gráfico en Costa Rica y caricatura.