A 165 kilómetros del centro de San José, las aceras agrietadas y desecadas de un barrio en Cañas (Guanacaste) vibran cuando tres jóvenes ponen en función una bulliciosa maquinaria de expresión humana. La música retumba entre conductos, paredes y personas, consecuencia de un ímpetu juvenil y social, más que de una combinación de tarros, tambores, platillos, guitarras, bajos, cables y micrófonos. Es Hembolia Cerebral, una banda de hardcore punk con una hache de más y con hartos anhelos de agitar el statu quo .
Hembolia Cerebral es una prueba más de que el rock en Costa Rica abarca los lugares menos pensados, lo que provoca replantear la percepción de que hacer arte en el país es nadar a contracorriente pues la industria cultural parece tener oportunidades reservadas para un exclusivo cónclave.
No obstante, si ese es el consenso entre los artistas que se desarrollan en San José (y que raramente se alimentan de expresiones de otras partes del país), ¿cuál es el panorama de los creadores que buscan impactar en otras zonas del terruño, en las que el circuito de recintos dedicados al arte (y el interés) es mucho más reducido?
Fiebre de punk. Al igual que cientos de grupos a lo largo del país, Hembolia Cerebral no tiene el viento a favor, salvo las bocanadas que se construye para mantener viva la llama de la urgencia: una llama que todo lo puede cuando es bienintencionada pues no tiene consideración por términos como presupuesto, imagen, público meta, promoción, limitaciones y percepción .
Aquella urgencia puede convertir los asuntos más simples de la existencia en liberadores gritos, guiños, gestos y articulaciones de llana sinceridad, que emanan de un sentimiento más familiar: la esperanza.
Históricamente, pocos géneros artísticos encapsulan la urgencia de moldear la realidad inmediata tan exitosamente como el punk. El ritmo se escuchó primero en países como Inglaterra, Australia, Estados Unidos y Perú, desde antes de la década de 1970.
El punk ha trascendido décadas y fronteras para tener impacto en todo el mundo, como una contracultura muy vocal y ajustable a cualquier tipo de sociedad, desde la Rusia de Putin, con Pussy Riot, hasta la Guanacaste pos-TLC, con Hembolia Cerebral.
Formada en 2006, la banda es uno de los tantos proyectos que han emprendido Fernando Lizano (alias Topo Sikosis, guitarrista), Emmanuel Hidalgo (Manolo, baterista) y Elmer Gamboa (cantante) junto a otros colaboradores y agentes activos. Todos desembocan en un grupo que representa la resistencia contra los males sintomáticos de un modelo social que, a su parecer, disminuye la calidad de vida.
Ideas divertidas. Más allá del contexto en el que Hembolia Cerebral surge como ente artístico, quizá lo más impresionante sea que la lucidez ideológica de sus letras empezó a manifestarse en la adolescencia.
“Todos rondábamos los 15 años, y lo que nos llevó al punk fue la contrainformación más que las bandas; el acceso a fanzines y artículos en Internet acerca de temas políticos y sociales”, recuerda el Topo.
“Como todo adolescente, queríamos divertirnos y desafiar el mundo de los grandes”, revela Manolo y añade:
–La música nos atrapó y nos hizo creer que esto nos hacía diferentes pues mucho pasó por nuestros oídos: desde la música de moda de MTV y Telehit, hasta la que se debía rebuscar en Internet. Topamos con muchas ganas de tocar y no teníamos equipo de sonido o apestábamos, y el punk era fácil, rápido, enérgico y divertido, y un canal para expresar inconformidades, odios, alegrías, anhelos y desesperanzas.
”Nuestras canciones empezaron a desarrollarse de manera que fueran críticas, y el TLC con los Estados Unidos fue un proceso en el cual la banda estuvo muy metida no solo en la música, sino como un colectivo anarquista que formamos al lado.
”Alguna gente nos felicitaba: comités de barrios, asociaciones de desarrollo, peñas culturales; pero la directora de nuestro colegio decía que no sabíamos nada. Un guardaespaldas de Óscar Arias fue a hablar de la grandeza del TLC y nos dijo lo mismo y que buscáramos a Dios”.
Hacia la gente. Los primeros conciertos de Hembolia Cerebral se realizaron con grupos de covers, reggae y ska, y con un amigo que hacía canciones de hip-hop contra el TLC. Alguien ponía su casa a disposición, y los insurgentes se reunían a compartir pensamientos y reflexiones que influían en los presentes más que cualquier discurso político.
De tocar en casas y reuniones, Hembolia Cerebral pasó a integrar peñas culturales del norte del país. Sus integrantes forman parte de la Peña Cultural Cañera.
Los recintos para tocar varían: puede ser el salón de alguna asociación de desarrollo, el patio de la casa de Manolo o el gimnasio municipal.
Sus actividades también son variopintas: han tocado durante el Día Mundial de la Lucha contra el VIH y en el Día Internacional contra la Homofobia, en conciertos a favor del acceso al agua y en actividades culturales universitarias.
“Con tan pocos espacios en Guanacaste, hay que aprovechar lo que se tiene. La frecuencia de los conciertos varía: en un buen año tocamos ocho veces en Guanacaste, pero ha habido años en los que solo logramos tocar dos veces”, dice Topo Sikosis, y Manolo añade:
–Tocar nos encanta, pero estamos bien si no lo hacemos. La música es una parte de muchas acciones. Si no estamos tocando, organizamos una peña cultural o damos talleres en alguna escuela. Más que banda podríamos ser un colectivo. Algo que considero problemático y que pasa mucho, es oír quejas, quejas y quejas de muchas personas –músicos incluidos– que no hacen nada por tratar de incidir en su realidad; esto nos preocupa bastante.
Chonetes y distorsión. En su más reciente disco, Guanacore (2014), Hembolia Cerebral introduce el término “guanacore” en su música. Su concordancia es auténtica: “Hemos tenido la vista siempre puesta en Guanacaste. Nuestra realidad no nos deja cantar canciones sobre otras cosas”, explica Manolo.
Guanacaste rinde lo suficiente como para que en un disco de casi diez minutos explore temas comunes en cualquier rincón del mundo, como la desigualdad, los roles del género y la capitalización (y destrucción) de la naturaleza.
En Guanacore destaca un tema titulado Surfeando en la mierda , en el que se perfila la intranquilidad que trajo el turismo a la tierra guanacasteca. En la pieza, Elmer canta: “¡Tira la tabla y rema! Es una buena ola, que ha salido de ese hotel”.
Para Topo Sikosis, dicha canción es “una sátira de la realidad que se centra en un turismo industrial que no beneficia a las comunidades ni al ambiente, y que amenaza el acceso al agua potable de muchas personas”.
“Nuestra provincia es una de las más pobres del país, a pesar de que es una de las que más ingresos genera. Hay mucho desempleo, existen megaproyectos hoteleros que amenazan el agua de las comunidades para regar campos de golf, las playas dejaron de ser de las comunidades, y nos vemos envueltos en un patio de transnacionales. La identidad de campesinos y del sabanero –que tanto se nos recuerda– quedó en la tumba”, opina Manolo.
“Estas son las adversidades que nos golpean día a día, y las encaramos gritando, pero no solo gritándoles van a ceder; consideramos muy importante el involucramiento en las comunidades, y hacer trabajo político y artístico a la vez, como agentes de cambio”.
Manifiestos similares se encuentran en Ser la idea (2011), el primer disco de la banda. Ambos discos están disponibles en el sitio hemboliacerebral.bandcamp.com
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Ya viene ‘Guanacore’. Hembolia Cerebral planea realizar un concierto para presentar Guanacore; la información se compartirá en su página de Facebook. La primera canción de Guanacore es una versión de un extracto de Parodias revolucionarias, una copla anónima rescatada por Max Goldenberg, Fidel Gamboa y Jaime Gamboa en el disco La canción de Adán (2009).