El tico Alejandro Gómez Ovares es de esas personas que siempre ha tenido sus metas claras. Él quería ser guitarrista profesional desde los 14 años cuando entró a la Escuela Superior de Guitarra, y ahora decir que es un maestro no es exagerado: a sus 30 años trabaja como profesor de música en un colegio, en la Sede de Occidente de la Universidad de Costa Rica (UCR) y la academia Bansbach de Curridabat.
El pasado 5 de noviembre, Gómez ofreció un recital en el Carnegie Hall de Nueva York, un escenario en donde solo los más talentosos pueden presentarse.
Él no solo celebraba tocar obras de Bach en ese gran escenario, sino que recibiría el premio de los Golden Classical Music Awards 2019 para los músicos de cuerdas. En esa categoría compitió con músicos profesionales de todo el mundo, y haber sido el único latinoamericano elegido entre todos los ganadores, lo llenó de orgullo.
Pero recibir el premio fue mucho más complicado de lo que se imaginó.
Su aventura inició el día en el que tomó su guitarra y se grabó tocando. Envió ese video como audición y después de un proceso de selección –que incluyó que lo evaluara un jurado– fue elegido como el ganador de su categoría.
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“La guitarra, generalmente, no se reconoce como un instrumento clásico, así que fue una sorpresa ganar en la categoría de cuerdas contra violinista y otros. Solo los ganadores estaban invitados a tocar", contó Gómez en una llamada telefónica.
Tocar en el Carnegie Hall era un premio por sí solo, pero había un problema: la guitarra de Gómez estaba en reparación.
“Le agradezco al maestro Ramonet Rodríguez, ya que me prestó una guitarra muy buena y muy cara para esto, no cualquiera lo hace”, contó el guitarrista.
Ya en Nueva York, junto a sus papás, Gómez conoció de cerca la ciudad, cuya temperatura rozaba los 0° grados. El día del ensayo tuvo su primer encuentro con el icónico y confuso metro neoyorquino, en donde se perdió.
“No encontramos la parada correcta y perdimos mucho tiempo ubicándonos, tanto que llegamos tarde al ensayo”, contó. El ensayo le permitió a Gómez ver, por primera vez, el Carnegie, pero la aventura no había terminado.
En el trajín entre el ensayo y la presentación se le rompieron los zapatos que usaría para tocar, y debió resignarse a las opciones de $200 en adelante que le ofrecía Manhattan. Hizo la compra, y dio el concierto. Todo para poder recibir el premio, que ahora tiene acomodado en su casa en Desamparados.
“Fue de esos momentos que uno como intérprete siempre sueña y ve lejanos, y al final pasó de todo”, dijo entre carcajadas.