Gioconda Belli, escritora nicaragüense: ‘Jamás he vivido una solidaridad más calurosa y generosa que la que experimenté en Costa Rica’

Como parte de Centroamérica Cuenta, la autora de ‘La mujer habitada’ (1988) y ‘El infinito en la palma de la mano’ (2008) ha sido generosa y crítica en sus reflexiones sobre Nicaragua, la situación de la mujer y la propia literatura. Además, presentó su novela ‘Las fiebres de la memoria’

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Gioconda Belli (Nicaragua, 1948) es una de esa mujeres con un verbo arrollador, que transita entre las punzantes reflexiones sobre una Nicaragua que lleva en la piel y la hace alzar la voz ante la severa crisis sociopolítica, la férrea lucha por las mujeres y la literatura que le divide la vida entre la narrativa y la poesía. En esta edición en Costa Rica del festival Centroamérica Cuenta, todos quieren conocerla, pedirle una foto, un autógrafo, escucharla o leerla en sus nuevas aventuras.

Generosa y clara, la prestigiosa autora de Sobre la grama (poesía, 1972), La mujer habitada (novela, 1988) y El pergamino de la seducción (2005), integrante del consejo consultivo del festival y una de sus estrellas, conversó acerca de Las fiebres de la memoria (2018, Seix Barral). Esa es una novela de “amor, misterio y aventura”, en la que explora la historia de sus ancestros maternos, a partir del destino de un noble francés que debe huir de su país en el siglo XIX y reconstruir su identidad.

En un viaje de media hora, el libro dio paso a su propia historia, a la de su hijo, a la de Nicaragua, para volver de nuevo a las letras y las creadoras en nuestra literatura latinoamericana.

–Anacristina Rossi dice que la novela Las fiebres de la memoria es muy diferente a otros libros suyos. En Las fiebres de la memoria, usted persigue al abuelo de su abuela y la fundación de un linaje. Eso fue a mediados del siglo XIX pero hay temas que se emparentan con su propia vida: la memoria, el huir o esconderse para sobrevivir, la revolución en crisis... ¿Descubrió esas relaciones desde que se planteó la historia? ¿Por qué le apostó a este tema?

–Conozco esta historia desde que era adolescente porque mi papá había tenido unos padres que no era sus padres, sino que eran sus abuelos. De esos secretos de familia que, cuando vas creciendo, te los van contando paulatinamente y así fui conociendo esta historia del famoso duque.

”¿Qué me movió a escribirla ahora? El fenómeno de las migraciones que, en mi cabeza, empezó a interesar más, a partir de las migraciones en Europa, de los problemas políticos que se han estado dando por el rechazo de cierto grupo social a estas grandes olas; son olas que se repiten en el tiempo. Me puse a pensar cómo será realmente esta reinvención del ser, cómo será una persona que sale de un entorno X y tiene que reinventarse la vida en otra parte, sea por las razones que sea, y cuánto sabemos nosotros de nuestros ancestros. Si te vas largo, unas dos o tres generaciones atrás de esos migrantes, ¿qué sabemos de ellos? Allí fue que me pareció que esta historia era muy actual.

”Después, me di cuenta que se empataba con mi propia historia, cuando me tocó desarrollar la psiquis del personajes. Me di cuenta de que yo conocía esa psiquis, que no me era difícil porque la tenía también como una experiencia al haber tenido que huir de Nicaragua, que me haya condenado un tribunal militar y después tener que inventarme identidades con frecuencia, nombres, etc. Todo eso se compaginó para que yo me pudiera meter en esta historia con mucha profundidad”.

–Es nacer varias veces en una sola vida...

–De hecho, el título original de la novela era El hombre que murió dos veces, ese fue mi título de trabajo.

–Claro, usted ha nacido varias veces.

–Claro, viví en Nicaragua, viví en Costa Rica y, luego, viví en Estados Unidos… Cada una de esas vidas ha sido una experiencia tan diferente a la otra. Sobre todo, la de vivir en Estados Unidos, que fue tremendamente diferente a mi experiencia de vivir en Costa Rica. En Costa Rica viví totalmente en función de Nicaragua. Vine aquí en 1976 y estuve hasta el 1979. Y la experiencia de la solidaridad aquí fue extraordinaria. Quiero decir que jamás he vivido una solidaridad más calurosa y generosa que la solidaridad que experimenté en Costa Rica.

”Yo era publicista y trabajé en Publicidad Garnier. En Garnier fueron lindísimos conmigo. Trabajé allí dos años y pico; luego, tuve a mi hijo Camilo, que fue el que se casó (el fin de semana pasado). Él está viviendo aquí porque está en el exilio”.

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–¿Cómo ha sido para usted vivir este nuevo exilio familiar, el exilio de Camilo?

–Jamás pensé que iba a ver a mi hijo repetir un poco mi misma historia. Cuando yo luché contra Somoza pensé que se iban a acabar para siempre las dictaduras en Nicaragua y que mis hijos nunca iban a tener que vivir ese tipo de experiencias. De hecho, cuando entré al Frente Sandinista, tenía mucho miedo y le hablé a Camilo Ortega, que fue la persona que me reclutó. Le dije: “Me da mucho miedo y tengo una hija chiquita”; él me dijo: “Por tu hija lo tenés que hacer porque si no lo hacés vos, lo va a tener que hacer ella”. Y, ahora, le ha tocado a mi hijo hacerlo.

–¿Por qué sigue en Nicaragua a pesar de la crisis sociopolítica? No ha temido levantar su voz, decirles a todos la gravedad de la situación, hablar de dictadura, aunque los Ortega lo nieguen. ¿Por qué no tiene miedo o parece no tenerlo?

–No, sí tengo miedo, pero pienso que hay personas que tenemos posibilidades de decir ciertas cosas en los foros internacionales y que esa es una función que tenemos y hay que cumplirla miedo o no miedo.

”Yo ya me fui de Nicaragua varias veces y no me quiero volver a ir. Regresé a vivir a Nicaragua en el 2013 y reencontré mi lugar en el mundo otra vez. Aunque nunca me separé de él totalmente; siempre digo que Nicaragua es un país tan chiquito que es portátil; entonces, anduve con mi país portátil. Sin embargo, no es lo mismo andar el país portátil que estar en el país. Tengo una relación muy de la piel con Nicaragua y eso me ayudó a escribir. Y eso es otra cosa, yo estaba escribiendo en un idioma y viviendo en otro; y eso es muy difícil.

”Esta novela también surge del encontrarme conmigo misma, que es un poco el reencuentro que tiene el protagonista de la historia. Él sale de un lugar y, en el proceso de encontrar otro lugar, se encuentra a sí mismo. Eso es otra cosa que me encantó de escribir esa novela: el proceso de cómo un hombre que pierde el poder, una pérdida de su estatus social, de su dinero, de su confianza en sí mismo, y, por otro lado, un encuentro con su humanidad…”.

–Sergio Ramírez y usted participaron en la revolución sandinista y luego han sido muy críticos de lo que se convirtió. ¿Cómo ha sido procesar, emocionalmente, las ilusiones rotas, la ira ante lo que devino la revolución y la desazón ante esta situación actual?

–Fue un largo proceso. No es que de repente pasamos de una situación a la otra y a la que estamos ahora, sino que, desde 1993, cuando un gran grupo de nosotros rompe con Daniel Ortega, por el rumbo que estaba dándole al Frente Sandinista, ya nosotros veníamos preocupados y tratando de buscar alternativas políticas para Nicaragua. Alternativas que no traicionaran la revolución y que descartaran problemas que tuvo la revolución, como fue la falta de democracia interna. La revolución tuvo muchos aciertos, pero también tuvo líneas políticas que emanaban del concepto de izquierda, un concepto vanguardista leninista; entonces, eso fue creando una revolución menos libre de la que hubiésemos querido. Como estábamos siendo atacados por la contrarrevolución por los Estados Unidos, como que había maneras de justificar eso. Después, nosotros intentamos convencer a la dirección nacional, a Daniel Ortega, de que teníamos que reformular al Frente Sandinista, rescatar la parte de las ideas más reformadoras de la sociedad, pero perder esa vena autoritaria y centralista... Daniel Ortega lo que hizo fue desprestigiarnos, aislarnos, apartarnos. Poco a poco fuimos viendo lo que fue haciendo, su obsesión por volver al poder, y cómo él se fue despojando de todos los valores revolucionarios; se quedó con el lenguaje, el artificio, los símbolos (la bandera, etc.), pero ya completamente vacíos de contenido. Tenía la convicción de que si Daniel Ortega volvía al poder, se iba a quedar y no iba a haber manera de quitarlo de allí, así que participé activamente en la campaña contra Daniel Ortega en el 2006 y en la campaña de Herty Lewites del MRS (Movimiento por el Rescate del Sandinismo), pero se muere Herty, de una manera misteriosa, y gana Daniel Ortega.

”Fuimos viendo cómo fue centralizando el poder. Pero yo nunca imaginé que iban a llegar a los niveles de crueldad, saña, falta de compasión que hemos visto en el último año. Ese nivel de estar dispuestos a quemar el país para conservar el poder; están dispuestos a que se destruya, a que haya más muertos, a que haya más gente presa… Ha sido un proceso sumamente aterrorizante”.

–¿Ve una esperanza?

–Siempre hay, pero es bien compleja. Esta salida al dialogar que está planteada está fallando; es muy difícil dialogar con una persona –y su esposa– que tiene una idea del poder que es tan personal, tan individualista y tan despegada de la realidad, donde todo lo han cambiado. Le han dado vuelta a la realidad, haciéndonos a los que estamos protestando terroristas, golpe de Estado. Han creado toda una narrativa que los encierra a ellos. No le veo una salida muy pronto.

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–Es una mujer y una escritora convencida de que hay que cambiar el mundo. ¿Hacia dónde la empujan sus convicciones en este momento?

–Pienso que la próxima frontera tiene que ver con la mujer, con el desarrollo del potencial de la mujer más allá de lo que se ha logrado. O sea, quitar las barreras en la sociedad que impiden que la mujer desarrolle todo su potencial y que, además, la sociedad se modifique para que no haya esa explotación de la mujer en su propio hogar.

–Parece que hemos avanzado mucho, pero luego vemos que falta tanto, tanto...

–Falta muchísimo. Hay mucho femicidio, discriminación, violencia contra la mujer, acoso y abuso... Me pongo a pensar qué va a pasar aquí cuando se arme el #MeToo porque el acoso es bastante intenso.

–Usted comenzó publicando poesía y descubrió, por la reacción de su marido en ese entonces y de otros hombres, que el gozo amenazaba. Creo que esto sigue vigente. ¿Por qué es tan peligroso el gozo de las mujeres?

–Es un paradigma que la sociedad ha aceptado; tiene que ver con la religión. Los paradigmas que nos ponen a las mujeres: sos Eva la seductora, la que causó el fin del paraíso terrenal, o sos la Virgen María. Esos son los dos modelos. Y si sos Eva, entonces, sos peligrosa porque el hombre le tiene miedo a la seducción de la mujer. El hombre piensa que el gozo la puede llevar a perder la razón porque, además, nos ven como a personas que tenemos un nivel emotivo muy desarrollado, eso también les preocupa. Es un problema de posesión, de considerar a la mujer como objeto que les pertenece; no como un ser humano con todos sus derechos y cualidades.

–¿Qué ha pasado con la veta más erótica de su literatura? Sé que sale, cruza, mas no es la protagonista en esta última novela.

–No escribo erotismo por escribir, sino porque también tenía que ver con las historias. Escribo de las cosas que hacen mis personajes, y cuando mis personajes son pareja, se enamoran, por supuesto que hay un elemento que tiene que ver con la sexualidad de cada uno porque es parte integrante del ser humano. En este caso (Las fiebres de la memoria), no había por qué forzarlo porque no es una historia erótica; es una historia diferente. Cuando él se enamora y conoce a la mujer con la que se casa, allí entra el erotismo porque es parte de la historia.

–Además, está trabajando en un libro de poesía…

–Sí, yo tengo un libro de poesía lo que pasa es que lo tengo que ordenar, pero ya existe.

”Mirá, yo escribo poesía mientras estoy escribiendo novela porque la poesía no es un trabajo como la novela, en que me pongo a trabajar todos los días, sino que la poesía me sucede. Esos poemas que me suceden, yo los escribo y los meto en la computadora. Cuando termino de escribir una novela, me pongo a revisar lo que he hecho y veo si hay un libro o no hay un libro, y me pongo a trabajar. Ahora, he estado recogiendo los poemas que hice mientras escribía Las fiebres de la memoria y sí creo que tengo un libro; tengo que trabajar en él”.

–Actualmente, existe un boom de escritoras muy importante en la literatura latinoamericana: vemos a escritoras jóvenes, importantes, descollantes, publicando con prestigiosas editoriales. ¿Cómo ve este panorama y la ebullición dentro de este boom?

–Me parece muy decidor de los tiempos que estamos viviendo, del papel que toma la mujer en marcar agendas y en marcar tendencias. Es muy importante porque la calidad de las escritoras es muy alta, por ejemplo, Samanta Schweblin (Argentina, 1978) estuvo de candidata al Premio Booker –uno de los más prestigiosos en inglés–. Realmente hay un grupo de mujeres jóvenes que están llamando la atención por su calidad: Guadalupe Nettel, Valeria Luiselli, Paulina Flores, Mónica Ojeda. Es un grupo grande. Pienso que la literatura latinoamericana está reverdeciendo: hay muy buenos escritores, hay una atención editorial importante hacia los escritores latinoamericanos en el mundo de habla hispana...

”Esto tiene que ver con lo que hemos hecho, todo ese territorio que hemos ido trabajando. Ha sido difícil que nos vean a la misma estatura”.

La agenda de Gioconda Belli

Jueves 16, 4 p. m.: Presentación del libro VolcáNica con Sabrina Duque, Gioconda Belli y Carlos Fernando Chamorro. Sala de ensayos de la Compañía Nacional de Teatro, en la ANtigua Aduana.

Jueves 16, 5 p. m.: Conversatorio “Nicaragua tan violentamente dulce”. Participan Gioconda Belli, Sergio Ramírez y Carlos Fernando Chamorro. Teatro de la Aduana.

Viernes 17, 6 p. m.: Conversatorio “Historias de familia: Entre la realidad y la ficción” con Pablo Simonetti, Gioconda Belli, Héctor Aguilar Camín y Carlos Cortés. Anfiteatro del Cenac (Centro Nacional de Cultura, antigua Fanal).