Entrevista: Luis Chaves frente a Los Tres Editores

Conversación entre cuatro. Una nueva editorial se estrena en el mercado con el más reciente libro del escritor costarricense, en el cual aborda sus vivencias en Berlín (Alemania)

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Son cuatro compinches: uno es un escritor costarricense de renombre internacional; los otros son un editor, un librero y otro autor con un sueño en común cristalizado: el sello Los Tres Editores. Juntos son dinamita.

Año y medio después de su beca en Berlín (Alemania), Luis Chaves, de 47 años, publica con ellos Vamos a tocar el agua , que reúne una serie de relatos inspirados en aquellas vivencias del 2015.

La génesis de estos textos, marcados por la nostalgia y la irreverencia, fue publicada por el autor de Salvapantallas y Los animales que imaginamos en un blog. Las narraciones fueron más trabajadas –y mejor digeridas– por el escritor para esta pequeña obra.

Es un bautizo de lujo para la nueva editorial independiente, liderada por Alberto Calvo, Jochen Vivallo y G. A. Chaves. Para ellos, era necesario publicar estos relatos. “Luis es muy buen escritor de lugares. Había que sacar este libro pronto”, comentó Calvo.

Los Tres Editores sacarán en unos meses, además, su segundo título: una reedición de Mi libro enterrado, del argentino Mauro Libertella.

En su casa en Zapote, Luis Chaves se sentó a dialogar con Los Tres Editores. Aquí la entrevista de los cuatro.

–Alberto Calvo: ¿Qué tal estuvo Nantes?

–Luis Chaves: Bueno, venimos llegando. Este es el primer fin de semana que estamos aquí en la casa desde el regreso. Fue una experiencia diferente, incluso a la beca anterior: fue la mitad del tiempo que pasamos en Berlín.

–G. A. Chaves: Estuviste un año en Berlín, en el 2015, con la beca que otorga el DAAD (Servicio Alemán de Intercambio Académico)...

–Luis Chaves: Sí, y en Nantes estuvimos solo seis meses.

–Alberto Calvo: En la práctica, ¿la vida en Nantes era muy distinta a la de Zapote o a la de Berlín?

–Luis Chaves: La beca de Nantes fue diferente a todo lo que conozco, porque era en un centro de investigación llamado Instituto de Estudios Avanzados de Nantes. Es para gente con doctorados y posdoctorados, investigadores de la Universidad de Notre Dame, Duke, la École Normal Supérieure de París, la Universidad de Friburgo, Purdue...

–G. A. Chaves: Una lógica más académica.

–Luis Chaves: Sí, y yo estoy fuera de ese circuito. De hecho, cuando llené el formulario, le comenté a varios amigos: “Va vacío”. Porque las preguntas son tipo “¿Hace cuántos años trabaja en la cátedra de su universidad?”. A mí me daba risa. Es decir: acá en Costa Rica, mi oficina es el cuarto cuando tiendo la cama.

–Jochen Vivallo: ¿Tenías oficina en Nantes?

–Luis Chaves: Sí. La oficina que tenía era más grande que lugares en los que he vivido. Tenía vista al río Loira. Y, bueno, no es como que uno tuviera que marcar tarjeta, el horario lo manejaba cada quien, pero sí es cierto que uno estaba ahí para trabajar, aprovechar el tiempo.

–G. A. Chaves: En eso era diferente al Programa de Artistas en Berlín del DAAD, que es el origen del material para este libro, Vamos a tocar el agua.

–Luis Chaves: La beca de Berlín es prácticamente un año sabático. Lo que quieren es que estés en Berlín. Son diferentes flats distribuidos en el lado occidental de la ciudad, y toda la familia hace su vida normal. En cambio, en Nantes es más parecido a un claustro: estamos todos juntos en una misma residencia. Fueron dos experiencias muy diferentes. Vamos a tocar el agua viene de ese año en Berlín.

–G. A. Chaves: Es todo un mundo paralelo este de las becas.

–Luis Chaves: Es paraliterario. Nada tiene que ver con las motivaciones reales de la escritura. El lado práctico de estas experiencias, lo que en realidad te están dando es esto: por el periodo de la residencia no tenés que preocuparte por trabajar. Básicamente, eso es: estar con mis hijas y mi esposa, seguir con las rutinas y, fuera de eso, decidir en qué dedicar el tiempo restante. Eso es genial. Repito, esto no tiene que ver nada con literatura. Es como los premios literarios: están fuera de las motivaciones de la escritura, pero dan momentos de tranquilidad, dan oxígeno por un tiempo. ¿Por qué no hacerlo?

–Jochen Vivallo: Bueno, es parte del sistema literario. Bolaño vivió mucho tiempo de premios municipales; Mario Levrero, cuando se ganó la beca Guggenheim, se compró un aire acondicionado para escribir La novela luminosa cómodamente.

–Luis Chaves: Exacto. Son decisiones de vida. En términos generales, es difícil viajar con la familia, somos cuatro. Elegí una forma muy particular de dificultades financieras, ser escritor. Pero eso no es responsabilidad de nadie más. Hasta ahora, este tipo de residencias han sido la manera de que mis hijas se monten en un avión y conozcan otras formas, otras costumbres, otros lugares. Me lo he tomado así.

–Jochen Vivallo: Sí. Si hay algo que caracteriza tu obra es que nace a partir de la experiencia, esa es la materia prima. ¿Hay alguna diferencia entre escribir un poema y escribir sobre los sufrimientos de tu hija menor? ¿Te sentís más expuesto?

Luis Chaves: No sé. La escritura autobiográfica siempre va a ser ficción. Es como la cámara de cine: pusiste la cámara ahí y no aquí. Siempre he tenido bastante cuidado, en las situaciones que podrían ser comprometedoras de la intimidad real, al único que expongo es a esa primera persona que narra.

–Vivallo: Hay una decisión de dejar cosas fuera del encuadre.

–Luis Chaves: Sí, hay un montón de cosas que no querés contar o que no interesan. Uno todo lo acomoda. Hay cosas que uno no va a contar para no dispararse en el pie. En Lost Highway , de David Lynch, al personaje principal le dejan misteriosamente unos VHS en la puerta y son filmaciones dentro de la propia casa. Hay una discusión sobre cómo es la realidad y uno de los personajes dice algo así como: “Es que yo quiero la realidad como la recuerdo, no como fue”. ¿Qué es más real: como pasó o como decidimos contarlo?

–Jochen Vivallo: Ahí entra todo esto de la autoficción, que es un mote que se usa mucho ahora.

–Luis Chaves: Acuñaron ese término, pero escribir desde el punto de vista autobiográfico siempre ha sido una de las posibilidades de la literatura: San Agustín, Musil, Thomas Wolfe, Proust, Walser, Woolf, etc. Yo vengo de la poesía, de una poesía narrativa y confesional, desde ahí vengo usando la primera persona. La literatura es un mundo en donde hay gente que hace lo que puede con las herramientas y las capacidades que tiene. Y, repito, la escritura autobiográfica también es ficción.

–Alberto Calvo: Vos sos, en cierto sentido, un escritor de lugares. Ya en tu poesía están presentes muchas descripciones de San José; en Salvapantallas hay algo sobre La Habana; Vamos a tocar el agua está ambientado en Berlín; en algún momento se colará algo de Nantes en tus libros, quizás…

Luis Chaves: ¡Sobre esta misma casa!

–Alberto Calvo: Sí, siempre hay una pulsión por concretar algo sobre los lugares en los que has estado.

–Luis Chaves: Yo creo que tiene que ver más con una limitación que con una decisión. Uno trabaja a partir de sus debilidades. Uno no siempre sabe lo que es, pero sabe lo que no es. Es como un futbolista: un futbolista sabe sus características.

–G. A. Chaves: Si sabe marcar, si sabe rematar, si sabe cabecear...

–Luis Chaves: Si no sé cabecear, no voy a subir en los tiros de esquina. En la escritura, yo creo que también. Yo no me veo desarrollando un personaje psicológico o una trama policial. Trabajo mucho con las cosas que creo que me llevaron a la literatura en primer lugar: un maecito equis que se dio cuenta de que observaba mucho, y que retenía mucho de lo que observaba. Por eso, cuando descubrió la literatura, supo que había otro montón que hacían lo mismo: observar y contar eso que observaban.

”Si la literatura tuviera solo una manera, una posibilidad, la de la construcción psicológica de personajes y tramas inventadas, la verdad no escribiría narrativa. Pero por suerte no es así, aunque mucha gente insiste en imponer líneas editoriales: así sí, así no. Escribo como una manera de saber quién soy y de dónde vengo. Reincido, por ejemplo, en el tema de esta casa. ¿Por qué me pasó vivir en la misma casa que fue de mi abuela, donde creció mi madre, donde en este momento viven mis hijas? No sé, pero no es gratuito. Eso me marcó y sigo escarbando ahí”.

–G. A. Chaves: En las primeras conversaciones que tuvimos para hablar de este libro, nos dijiste que tenías que dejar pasar más tiempo para tomar distancia. ¿De qué forma te ayuda esa perspectiva?

–Luis Chaves: Vamos a tocar el agua nace a partir de crónicas que se escribieron in situ por invitación del Centro Alemán de Información para América Latina y España. A pesar de esa exposición directa e inmediata, por escribirlas al final de cada estación, conforme pasa el tiempo las experiencias se asientan.

–Alberto Calvo: ¿Qué otros ángulos encontrás viendo todo desde una distancia mayor?

–Luis Chaves: El hecho de escribir las crónicas en tiempo real, de primera mano, fue importante porque me ayudó a metabolizar muchas cosas que estaban pasando… Fue complicado, al principio, por muchos temas familiares que aparecen en el libro. Pero todo eso que escribí en las crónicas iniciales era muy epidérmico. Con el tiempo, dejando la experiencia sedimentarse, comenzaron a llegar más recuerdos que tenían que ver con otro tipo de cosas. Empecé, digamos, a escarbar más adentro. Como lo intento explicar en el prólogo del libro, dejé de hablar del lugar y empecé a hablar más del tiempo, del tiempo interior.

–Alberto Calvo: Pasa lo que comentabas ahora, entonces, que la realidad se va convirtiendo más en recuerdo. Eso te interesa más.

–Luis Chaves: Es la combinación lo que me interesa. Alejarme no solo de la fecha, sino geográficamente del lugar, retrotrajo un montón de elementos que no estaban en las primeras crónicas estacionales. Las fui diluyendo. Comenzaron a aparecer formas de contar que no tienen nada que ver con la crónica ni con el periodismo. Cosas que no pertenecían al universo inicial fueron apareciendo con ese desplazamiento del espacio hacia el tiempo.

”El otro día leí una frase bellísima de Dorothea Lasky: Snow is the afterlife ( La nieve es la vida después de la muerte ). Me conmovió no en el sentido del sentimentalismo, sino de la reflexión. ¿Qué quiso decir exactamente? Y eso que para ella la nieve es normal, vive en un país con cuatro estaciones. A pesar de eso, la manera en que la definió me pareció genial. Imagínense para uno, criatura del trópico, que hay que viajar o verla en películas. La nieve tiene un atributo muy particular, que sí, sorprende, y está presente en el libro”.

–G. A. Chaves: Ese tipo de experiencias menores, cotidianas, son muy importantes para vos: la nieve, el asfalto, los salvapantallas, la casa, el agua...

–Luis Chaves: Es que no tengo retórica, no tengo profundidad filosófica. Me toca agarrarme de lo que puedo hacer. Y sí tengo una obsesión, una obsesión en forma de pregunta: ¿de dónde vengo? Creo que esa –como para mucha gente– siempre va a ser mi gran interrogante. En un sentido amplio, claro.

–G. A. Chaves: Ya llevás bastantes años en esto y has publicado con editoriales grandes y pequeñas, has estado en los dos mundos. ¿Qué pensás de las dos formas de publicación?

–Luis Chaves: Me acuerdo cuando Carlos Aguilar, a quien no conocía personalmente, me ofreció publicar mi libro ( Historias Polaroid , del 2000). Salió junto con los de María Montero y Mauricio Molina Delgado. El único libro que había publicado Perro Azul, en esa nueva colección, era Bitácora del iluso , de Osvaldo Sauma. Con esos libros arrancó la editorial, que logró lo que todos sabemos: ser pionera de la edición independiente en Costa Rica.

”A mí eso me halagó muchísimo. Siempre son los circuitos independientes los que se toman el riesgo para hacer ese tipo de apuestas. Son como los equipitos de ligas menores que luego cobran los derechos de formación de los jugadores. Eso debería existir en la literatura. Con Germinal me tocó igual. Publiqué uno de los primeros títulos de la editorial de Juan Hernández. Con Vamos a tocar el agua van a debutar ustedes, Los Tres Editores. Me alegra estar en un momento fundacional. Sé que iban a comenzar con otro autor, que a mi juicio es mucho mejor que yo”.

–Alberto Calvo: Parece que siempre estás en el inicio de estos proyectos.

–Luis Chaves: Me ha tocado estar, por suerte, en el inicio de editoriales que considero importantísimas. Aunque también creo que es porque tengo mucho rato de necio, escribiendo.

–G. A. Chaves: ¿Qué tal el otro lado, las grandes editoriales?

Luis Chaves: A mí me alegró mucho cuando salió lo de Seix Barral (la segunda edición de Salvapantallas , y Falso documental , la poesía completa), porque yo de chamaco leí muchos autores de esa editorial: Djuna Barnes, Sabato, Puig, Mishima, Kundera, etc. El logo de Seix era importante para mí. Entonces, cuando surgió esa oferta, claro que el ego respondió, porque no se puede negar que hay un ego. Ahora, lo que hay que hacer con ese ego es boicotearlo siempre, porque no tiene nada que ver con la escritura. Pero sí, me hizo feliz. Lo primero que imaginé fue que el lomo de mi libro iba a tener el mismo logo que vi por años. Aunque, al final, lo sabemos, no significa nada más que eso: una alegría personal, un festejo privado y mínimo que está fuera y lejos y sin parentesco con los orígenes de la escritura.

–Alberto Calvo: Pero tiene un peso, al menos emocional.

–Luis Chaves: Es como cuando a mis padres les dije que iba a escribir poesía y que me la iba a jugar por ser escritor. Mis papás no entendían nada, pero un día salió en el periódico la noticia de un premio y entonces ellos se lo enseñaron a toda la familia.

–Jochen Vivallo: Una suerte de validación.

–Luis Chaves: Claro, algo así. Lo que sí te queda claro, cuando comenzás a conocer ese mundo, es que simplemente sos uno más entre miles de miles. Y no pasa nada, a nadie le importa. Te importa a vos y está bien: ahí tengo el librito metido en la biblioteca con la colección de Seix Barral. Es una cosa personal que no significa nada para nadie más.

–G. A. Chaves: Pero ya sos un escritor influyente, sea lo que sea que eso signifique, no solo por Seix Barral, sino por la cantidad de lectores que tenés, por la cantidad de gente que pasa por el taller de escritura que coordinás desde hace más de 10 años, etc.

–Luis Chaves: Eso tiene que ver con que uno siguió escribiendo, por insistencia. Es decir, eso es completamente extraliterario. No tiene nada que ver con libros ni con la calidad. Es raro. Además, estamos hablando de talleres de poesía, van cuatro gatos. Es lo que hace la gente cuando no tiene nada mejor que hacer.

–Jochen Vivallo: Pero durante mucho tiempo ha existido el taller, ya son generaciones. No es menor ser la lectura inicial de mucha gente joven. Algo así como la experiencia que tuviste vos cuando hablabas de que te diste cuenta de que había otra gente que escribía sobre lo que observaba.

–Luis Chaves: Yo no sé. Todo eso es tan ajeno a mis intereses. No sé cómo es que eso pasa porque yo me acuerdo cuando conocí a Osvaldo Sauma. Él me recomendó ir al taller de Jorge Boccanera, aunque yo no tenía idea de quién era. Comencé a ir ahí y luego seguí en talleres con Sauma. La pulsión original no ha cambiado. La dinámica de leer y compartir. Los talleres funcionan en momentos específicos de la gente que los busca. No se puede estar siempre en “modalidad taller”. Ahora, en mi caso, que pasé al otro lado, a coordinarlos, funcionan como motivadores para mantenerse actualizado, a la vez que generan algún tipo de ingreso.

–Alberto Calvo: Hay una parte del libro en la que ponés unas birras a enfriar en el balcón invernal. Después de este tiempo en Europa, en el que te viste frente a los otros, que según tu libro eran diferentes, más ordenados, menos ruidosos, etc., ¿te ha cambiado la imagen que tenés de Costa Rica?

–Luis Chaves: Claro que salir siempre ayuda a verse desde afuera. Uno desde adentro siempre es supercrítico, no tiene una inclinación a ser autoindulgente. Y eso es muy sano. Pero salís y apreciás un montón de características de tu lugar que de pronto, por estar tan cerca y ser tan severo en los juicios, se te olvidan. Por otro lado, también está bueno darse cuenta de que Costa Rica es un lugar muy cerrado, aunque sea un cliché. Entonces sí: ganamos un poquito cuando mis hijas van a una escuela con turcos, sudafricanos, alemanes, gringos. De todos modos, volvimos a Costa Rica y lo primero fue freír plátanos maduros. Yo extrañaba la birra helada. Porque sí, qué rica la birra alemana, pero no la cambio por una Pilsen helada (conozco gente que se infarta si lee esto).

–Jochen Vivallo: En un momento nos enviaste un correo que decía “Por razones de salud mental y emocional tengo que terminar este libro”. ¿A qué te referías?

–Luis Chaves: Hay libros que están en proceso, pueden durar un montón, y eso no se puede apurar. Pero hay otros a los que uno ya no les puede hacer más: cualquier cosa que se les haga puede ser fatal. Tener eso abierto no te deja avanzar en otras. Es como cuando uno sale de la casa y ya en el bus de Zapote piensa: “¿Dejé el tubo abierto? ¿Dejé la luz encendida? ¿Cerré el gas?”. Eso pasa con los libros. Además, ya no podía ver el archivo en el escritorio de la compu. Aunque lo esconda en una carpeta, sé que está ahí.

Presentación y más

El nuevo libro Vamos a tocar el agua, de Luis Chaves, publicado por Los Tres Editores, se presentará el jueves 20 de julio, a las 7:30 p. m. en el Club Alemán (100 metros al sur del Starbucks de Los Yoses).

A la venta en Libros Duluoz, la Librería Andante, Frantz &Sarah y Buhólica, entre otras.

El precio sugerido para el público es ¢7.000.