Para Juan Polvillo, el temor limita la expresión verdadera del flamenco. El bailaor de 49 años, regresó el fin de semana a Costa Rica después de su última visita en el 2002.
Después de dos años de giras en varios países de Europa –incluyendo presentaciones en España en una versión flamenca de Carmen– y Japón, Polvillo asegura que su método de enseñanza en su Escuela de Flamenco ha incorporado esa necesidad de liberar el estilo propio de cada uno de sus estudiantes.
"En el flamenco la gente se mete para expresar su sentimiento", aseguró. "Yo desde muy chiquitito lo tenía muy claro. En el flamenco encontré cómo soy yo realmente, es donde expreso mis emociones y cómo yo soy en la realidad. Sin flamenco no sería nadie".
El miércoles 5 de abril, antes de cerrar una breve temporada de talleres en Costa Rica –en los que impartirá lecciones sobre los palos flamencos de la bulería, el tango y el taranto–, Polvillo ofrecerá una única función de su espectáculo Mi sentir.
La presentación será en el Teatro de la Danza a las 8 p. m. La entrada cuesta ¢12.000, solamente en efectivo.
¿Cómo ha ido madurando su enseñanza de flamenco?
Después de tantos año, llevo casi 30 años impartiendo clases, ahora lo que quiero transmitir no es que aprendan, sino que sientan. Quiero que sepan lo que es la pasión por el flamenco. Bailar baila todo el mundo pero quiero que sientan el flamenco. Intento transmitirle a mis alumnos que el flamenco no es técnica, la técnica se aprende. El flamenco es pasión, sentimiento: amargura, alegría. Por eso mi espectáculo se llama Mi sentir, voy a expresar los sentimientos que yo quiero que vea el público cuando bailo.
Esa relación pasional con el flamenco, ¿ha cambiado con el tiempo?
Siempre he tenido pasión por el flamenco. El flamenco es mi libertad, si no tengo flamenco no tengo libertad. En el flamenco expreso todo lo que yo llevo dentro. Ahora, con los años, lo que hago es que veo al flamenco de otra manera. Veo al flamenco como algo que no hay que aprender por aprender, hay que sentirlo. Quiero transmitirle a la gente, a los alumnos, esa pasión.
¿Por qué es diferente bailar flamenco y enseñarlo?
Eso es relativo. Puedes ser muy buen profesor y no ser buen bailaor. Hay buenos bailaores y no son buenos profesores. La enseñanza es muy difícil. La enseñanza se trata de transmitir qué es el flamenco. Ahora lo que hago es para que la gente comprenda qué es el flamenco, lo duro que es, los sentimientos que tiene: el amor, el desamor, la alegría, la tristeza.
Con una disciplina tan histórica, ¿qué aporta el flamenco a la danza actual? ¿Cómo se mantiene vigente?
El flamenco ha cambiado mucho. Conforme vamos avanzando lo vamos fusionando. Yo respeto a todos los tipos de flamenco pero me siento más purista de su forma. Ahora hay mucha fusión y se ve más moderno. El flamenco es una cosa que le llega a todo mundo. Hay flamenco en cualquier rincón del mundo. Ha evolucionado mucho en el cante, el baile y el toque. Pero siempre mantiene lo puro. En esta época, hay bailaores que son muy modernos, más contemporáneos y también los más puros. Yo me meto en ese tipo. Me gusta conservar la pureza del flamenco.
En Mi sentir, ¿cómo va a ver el público las sensaciones de las que habla?
Yo se lo transmito al público. El público está sentado pero, a la vez, está sintiendo lo que yo estoy haciendo. Traigo tres bailes: bailo por taranto, bailo por soleá y por alegría. Creo que el público se va a dar cuenta de las sensaciones a la hora de verlos.
El flamenco es un baile de extremos: desde la tristeza profunda hasta una alegría descarada.
Es que un bailaor tiene que tener una base para comprender lo que hace. Mucha gente aprende y aprende, pero no comprende lo que hace. Lo primero que tienen que hacer es comprender lo que están haciendo. Yo no quiero que mis alumnos me copien. Quiero mis pasos los adapten y que se busquen. Los bailaores y bailaoras tienen que buscarse su adentro. Hay que darle libertad al alumno y que se sientan como se quieran sentir en la manera de expresar su baile.