El arte del cortometraje: un jab o un sueño

Trabajo arduo. Con poco financiamiento y espacios reducidos para la exhibición, quienes realizan cortos trabajan contracorriente

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Alguna vez un estimable amigo me dijo: “Felicitaciones por los cortos, pero ¿cuándo vas a hacer cine en serio?”. No supe qué responder.

La afamada revista Sight and Sound , editada por el Instituto de Cine Británico, publica cada 10 años, desde 1952, una lista con las mejores películas de todos los tiempos, de acuerdo con una encuesta que realiza a diversos profesionales del cine. Desde el 2002, la lista se divide en dos: las elegidas por directores y las escogidas por los críticos por separado.

Sesenta años después de la primera lista, los resultados de esta encuesta son uno de los principales referentes para tomar partido por las mejores cintas de todos los tiempos. La última versión se publicó en 2012 y en el top 100 de directores y críticos se incluyen únicamente dos cortometrajes: La Jeteé de Chris Marker (1962) y Un Chien Andolou , de Luis Buñuel y Salvador Dalí (1929).

El cine como tal, antes de ser industria, arte o medio de comunicación, se inició como cortometrajes. La primera película de la historia, La llegada del tren a la estación (1895), de los hermanos Lumière , tiene apenas un minuto de metraje. Mientras que el icónico Voyage dans la Lune (1902), de Georges Méliès, dura 13 minutos.

Buster Keaton, Chaplin y otros maestros empezaron a crear el lenguaje del cine con cortometrajes. Sin embargo, los años y el desarrollo de la industria relegaron al corto, al menos en la percepción popular, a un lugar de capricho de grandes directores, experimentación de noveles creadores, puerta de entrada de estudiantes y entusiastas o acompañante de otras obras. Pixar, por ejemplo, ofrece con sus largometrajes cortos que muestran a sus nuevos talentos. El cortometraje puede ser todo eso, pero es mucho más.

Sus poderes

Un maestro me dijo alguna vez que el poder de un corto radica en su capacidad de sintetizar y abordar un tema o una premisa como un jab (golpe al hígado). Aquella aseveración la comprendí realmente cuando vi Prologue, de Béla Tarr (2004). La producción fue filmada como parte de una antología de cortos que representaba a cada uno de los países de la Unión Europea. Comienza con un rostro de una persona y continúa con varios rostros similares , indigentes podemos asumir.

La cámara se desplaza por una fila de caras de pobreza e indigencia que se siente eterna, en un perpetuo movimiento horizontal, vemos un plano secuencia con personas que hacen una fila sin saber para qué.

Rostros idénticos, algunos miran a la cámara, otros al frente, otros al piso. La cámara no corta, sigue su desplazamiento hasta llegar, tres minutos después, a una ventana y el comienzo de la fila. La ventanita se abre y una mujer comienza a repartir un café y una bolsita con un par de bollitos de pan; la cámara, ahora estática, registra el avance de quienes recogen su café y su pan. ¿Habrá una mejor manera de hablar de la pobreza, la indigencia y la vida de los excluidos? Lo dudo, un verdadero jab .

Una manera de narrar

El corto es una manera única de narrar, con su lógica dramatúrgica, sus cánones estructurales particulares, más permisivo, de ritmo propio, diferente al largometraje. Una manera de relatar una historia que es, como un sueño me dijo otro maestro, “una historia mínima a la que uno llega cuando ya comenzó y está cerca del final, como los sueños”.

El cortometraje es un sobreviviente. Su financiamiento usualmente sale del bolsillo o el amor de sus creadores, cuando no es producido como parte de un programa académico. En otros países se logra un mínimo financiamiento a través de concursos de guion y fomentos de creación, pero, aquí en Costa Rica, si bien en otra época había incentivos, ni siquiera el Fondo para el Fomento Audiovisual Fauno guardó un porcentaje para financiar cortos.

Cuando un realizador acaba su cortometraje, no tiene idea de cuántas personas verán el trabajo, no tiene un espacio en las salas de cine comercial; su máxima y única aspiración es llegar a la mayor cantidad de festivales posibles para ser visto y, si no lo hace, tendrá a YouTube como destino prematuro.

Las dificultades para producir un cortometraje son altas y su destino incierto, pero aun en Latinoamérica, donde todo es más difícil, se presenta una paradoja: los festivales exclusivos para cortometrajes proliferan.

Vitrinas disponibles

Más allá de los festivales internacionales de cine que, en su mayoría, tienen una sección exclusiva para cortos, y de certámenes internacionales, como Clermont-Ferrand, desde hace un par de décadas han aparecido varios festivales exclusivos para cortos en América Latina: Bogoshorts en Colombia, Shorts México, Festival Internacional de Cortos de São Paulo, Festival de Curtas de Belo Horizonte, Curtacinema en Río de Janeiro, Cortópolis en Argentina, Hayah de Panamá o el Festival Internacional Shnit, que tiene secciones regionales en Buenos Aires y San José. Estos sirven como vitrina y pequeña muestra de la producción audiovisual de un país.

En los meses venideros, Costa Rica tendrá la oportunidad de asistir a varias muestras de cortometrajes. El Festival Shnit se realizará del 5 al 9 de octubre y mostrará un panorama del corto tico en sus funciones Made in Costa Rica y Sabor local: Arroz con leche , además de una siempre interesante selección internacional.

Por su parte, Preámbulo presentará en setiembre y octubre cortos que destacan el trabajo de directoras costarricenses. El espacio programará, entre otros, El hijo de la 40, de Érika Bagnarello, y Cuilos, de Paz Fábrega, directoras que ya han avanzado a producir largometrajes, e Irene , de Alexandra Latishev, que participó de Clermont-Ferrand con este trabajo.

Y cerrando el año, en diciembre, vendrá otra edición del Festival Internacional de Cine de Costa Rica, con su propia selección de cortos.

Al terminar estas línea, siento que ya le he respondido a mi amigo: cine menor, cine pequeño o cine diferente, pero Cine, eso es un corto. Ojalá muchos ticos lo sigan haciendo y la audiencia encuentre espacios para verlos en pantalla grande y podamos seguir disfrutando de pequeños sueños o nos llevemos un buen jab .

Muestrario

Hoy, domingo 25, a las 4 p. m., el ciclo Preámbulo presenta El hijo de la 40 (Érika Bagnarello), Es Cecilia (Kattia González), Cualquiera (Patricia Velásquez), Cuilos (Paz Fábrega) e Irene (Alexandra Latishev). Las funciones son en el Centro de Cine, ubicado en barrio Amón, detrás del Instituto Nacional de Seguros de San José. La entrada a esta actividad es gratuita.