Para entender una o dos cosas de la personalidad de Diego Fournier solo hay que ver sus murales y afiches. Abundan los colores fuertes y vibrantes, animales sonrientes o personajes en movimiento y cada trazo revela que es una persona que se toma muy en serio eso de no tomarse tan en serio todo.
“Un amigo me dijo una vez que mis murales y mis afiches eran muy malcriados y creo que tiene razón”, señaló el artista de 30 años.
La mayor muestra de esa testarudez artística se puede encontrar en la calle 1 de San José. En el 2017 hizo dos murales en el interior del Edificio Steinvorth en los que plasmó varias coloridas plantas. En ese lugar dice él, “nació la semilla”.
Luego siguió un mural en la tienda Pague Menos, entre la calle 1 y la avenida 1. Ahí plasmó una banda de chicos caminando en medio de la noche disfrazados de animales, todo con los colores que lo caracterizan: rosados, amarillos, verdes.
En junio del 2018 regresó al Edificio Steinvorth e hizo un “mural narrado” en cuatro actos y allí le puso nombre y apellido a su idea: Tropical.
“Tropical es una serie en la que estoy trabajando. En un punto me propuse llenar una calle entera de San José con mis obras y vamos en camino. Cuando salió lo del concurso, fue como la cereza del pastel”, explicó Fournier.
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Este 2019, Diego ganó la posibilidad de pintar dos caras del Edificio Alde, ubicado justo frente al Steinvorth. Ahí, con la ayuda de varios amigos artistas, pintó sobre 295 metros cuadrados Florecer, uno de sus murales más grandes y más altos.
Florecer se convirtió en un paso importante para seguir tomando la calle 1 con sus personajes y una muestra de que su talento está para proyectos más ambiciosos.
En una conversación extensa, Fournier le dio a Viva algunas pinceladas de su vida, los caminos que lo han llevado hasta ese mural y los trabajos que vendrán.
1.
Diego Fournier cuenta que su vida artística se ha dividido –sin que él lo planee– en ciclos de cinco años cada uno. El primero fue el colegio.
– En el Castella estudié artes plásticas y nos ponían a hacer dibujos hiperrealistas, yo pintaba con caballete y todo -cuenta riendo-. Mis amigos y yo nos quisimos tomar muy en serio eso. Pero cuando salí del colegio (en el 2006), después de cinco años de eso, dejé la pintura de lado y empecé a aprender a usar Photoshop y las herramientas digitales.
Fournier quería aprender de animación digital para hacer dibujos animados, algo parecido a las fábulas que cuando era niño lo inspiraron a tomar lápiz y papel.
Su experiencia con esas herramientas lo llevó a trabajar con agencias de publicidad, aunque eso no duró mucho. Al salir de las empresas grandes, trabajó como diseñador independiente haciendo campañas, afiches para conciertos y, de vez en cuando, algún mural.
2.
Fue a finales en el 2011, a cinco años de haber terminado el colegio, que salió la oportunidad de hacer un mural en la Asamblea Legislativa. Justo en la esquina entre la avenida Central y la calle 17, Fournier pintó a un oso de cuyo hocico salían monos, aves, monstruos y hasta un diablo que le recomendaba a los niños comer frutas y verduras.
La creación de esos murales fue impulsada por la iniciativa De tu barrio a mi barrio, del Goethe Institut de Alemania, quienes vieron entre sus trazos una posibilidad de colorear la ciudad.
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– Ese fue un mural clave definitivamente, me llevó a pensar en que podía hacer más. Empecé a comprar pintura y salir a pintar, así como lo hacen grafiteros que conocí en la Asamblea, a veces con permiso y a veces no, buscando lugares.
3.
En el 2006 (iniciando su primer ciclo profesional), cuando Fournier estaba por graduarse del Castella, sus compañeros le pidieron que hiciera afiches para sus presentaciones finales. Danza, música y teatro eran las temáticas y Diego caracteriza ese momento como cuando empezó su romance con los afiches.
Sus afiches, sin duda, han contribuido a que su estilo se dé a conocer por redes sociales, tanto así que recientemente fue invitado a participar de una exposición de egresados de la Universidad de Costa Rica con algunas de sus creaciones.
Él escogió el afiche que hizo para el ciclo de conciertos Jazz Subterráneo para la presentación de su hermano Felipe, quien ahora es ganador de un Grammy. Escogió también un afiche del grupo Social Club en el bar La Concha de la Lora en el que caracterizó cómo se ve ese esa zona del barrio La California por las noches (este último llegó hasta la 14° Bienal Internacional del Cartel en México).
Diego Fournier ha elaborado afiches para bandas nacionales como Infibeat, iO, Un Rojo, Percance, la banda panameña Señor Loop y varios festivales del país. Dice que un afiche es una posibilidad de plasmar una escena única.
– Me gusta mucho la etapa de pensar antes de hacer el dibujo, de analizar de qué se va a tratar, qué historia va a contar. Un amigo me decía, ‘no puede ser que siempre que diseñemos algo busquemos referencias en Google, deberíamos sacar información de lo que hacemos’ y para mí esa es la clave que cuando la gente lo vea pueda sentirse o proyectarse estando ahí.
4.
En el 2015 –para cerrar su segundo ciclo artístico–, Diego Fournier decidió que tenía que darle un giro a su vida y apretar el botón de reset. Alistó maletas y se fue a vivir a la Ciudad de México. Pasó ahí todo el 2016, año en que empezaría su tercer ciclo artístico.
Si antes estaba interesado en hacer murales en México encontró la excusa perfecta. La escena de grafiti mexicana, aparte de los grandes muralistas que han vivido en esa ciudad, lo puso de frente al pasado y futuro del arte de capturar la atención de los peatones.
Allá aprendió de cerca a armar y desarmar sus ideas para un mural, jugar con el espacio y sobre todo encontrar qué era lo que le gustaba pintar.
– Venía haciendo muchos animalitos pero me puse a estudiar las máscaras, que son algo que existe en toda Mesoamérica.
Las máscaras empezaron a ser parte de su trabajo y luego empezó a buscar otros patrones comunes entre las culturas que van desde México a Colombia. Los jaguares fueron de los primeros, luego vinieron las piezas de cerámica y finalmente encontró fascinación por las plantas.
En México también aprendió sobre la impermanencia de sus murales, de sus ideas como tal.
– Claro que a nadie la gusta que pinten encima de algo en lo que uno invirtió mucho tiempo. La mayoría de la gente en México pintaba las cosas de su bolsillo y molesta un poco pero así es la calle.
En San José suceden cosas parecidas: llega alguien y pone su nombre encima de los murales o lo tapa con un dibujo más, con menos horas de trabajo, solo por “poseer” ese lugar. Pero él no cree que valga la pena luchar contra eso.
– Podría pasar horas de la vida peleando con grafiteros para que no tapen mis trabajos, pero preferiría usar ese tiempo pintando. Hay mucho por pintar.
5.
A finales del 2018 Fournier fue elegido como el que pintaría el edifico Alde. La expectativa era pintarlo en cuestión de un mes pero el proceso se tardó unos tres meses. Acostumbrado a pintar a ras del suelo, ver andamios y lidiar con una producción se volvió un reto más grande del pensado.
La organización le ofreció peones, pero Fournier prefirió buscar a amigos artistas especializados. El primero en sumarse fue Gabriel Dumani, amigo del colegio y con quien tuvo la tienda diseño El Cuarto, en Amón Solar. La otra opción lógica fue Gabriel Benavente, nicaragüense a quien conoció en una residencia para ilustradores.
– Una compa mía de toda la vida, Marce Jarquín (manager de Infibeat), me dice que tiene un amigo tico que trabaja en Nueva York haciendo mural a gran escala para empresas, rotulación y trabajos para películas, por ejemplo. Ni yo ni mis compas nos habíamos subido jamás en una guindola y por eso quise hacer contacto con él, aunque fuera para que me diera unos tips.
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Fournier dice que sin David Osbourne, la última ficha, no habría sucedido el proyecto. Con 15 años de experiencia les enseñó desde nudos para amarrarse al andamio hasta a pintar con rodillos pequeños para obtener mejores resultados. Les enseñó a cuantificar y prever el tiempo necesario y los dejó hacer que la fidelidad entre el diseño original y el mural final fuera el mismo.
6.
Diego es un observador antes que pintor o ilustrador. La mayoría de sus trabajos capturan gestos o situaciones que normalmente se pasan desapercibidas, todo siempre con la cuota de malacrianza que tienen sus obras. Ese estilo lo compara con la caligrafía de una persona, es un gesto inigualable.
– Me gusta que las líneas tengan ruido y que las cosas no sean tan geométricas. Cuando veo Florecer yo sé cuáles partes pinté yo y cuáles pintó uno de “Los Gabos” (Gabriel Dumani y Benavente).
Tener un mural que la misma Municipalidad de San José celebró en sus redes sociales expuso su trabajo a un público nuevo que, por supuesto, tuvo carta abierta para opinar desde sus teclados. La experiencia se la toma como cuando tapan uno de sus murales: se podría pelear, pero hay mucho que hacer.
Fournier no quiere que el equipo que se formó entre Los Gabos y David Osbourne se quede con las manos cruzadas. La experiencia le dio la necesidad imperiosa de buscar vivir solo de hacer murales en una empresa conjunta, que les permita proponer proyectos y viajar dentro y fuera del país.
El tercer ciclo de su carrera profesional empezó en el 2016 en México y ahora tiene uno de los murales más grandes de San José. Tropical, su colección en proceso, vislumbra un futuro con más colores, más animales y más plantas que adornen la capital.