P ara los habitantes de este edificio cualquiera, en una ciudad densa y agitada, la tristeza empezó con la vida. Desaire de elevadores , una mirada aguda a la melancolía y la soledad de ocho vecinos insomnes, se estrena este jueves en el Teatro de la Aduana.
La obra de Alberto Villarreal, uno de los dramaturgos mexicanos más prominentes de hoy, es dirigida por Gustavo Monge, quien reside en México desde hace tres años.
En Desaire de elevadores , los ocho vecinos se reúnen en el departamento 401. Comparten sus dudas, sus miedos; no es una historia lineal, sino una mirada a la vida y sus límites emocionales.
“Es tremendamente poética, contemporánea, habla de la situación en la cual me encuentro ahorita: vivir en una gran ciudad. Esa sensación de lo urbano y la melancolía en el mundo contemporáneo funciona bastante bien en el texto: nos toca”, explica el director costarricense.
La propuesta resultó ganadora del Concurso de Puesta en Escena, y es producida por la Compañía Nacional de Teatro. Se ofrecerán funciones de jueves a sábado, a las 8 p. m., y los domingos en doble función, a las 3 p. m. y 6 p. m., hasta el 7 de diciembre.
Para Monge, este montaje fue especialmente retador por la diversidad de elementos que juegan en escena. Con ocho actores de dispares ámbitos, música y canto, proyecciones de video y animación y un escenario de compleja interacción con los intérpretes, Desaire de elevadores estimula al público.
“Hay una mediación fuerte entre lo que es el elenco y la parte teatral y la inclusión del equipo creativo, con la luz y el equipo audiovisual”, dice Alejandro Arturo Monge, cuyas proyecciones, videos y videomapping interactúan con la música de Mario Corrales y las acciones de los intérpretes. “El escenario no es una decoración: palpita con la obra”, considera el director.
Examen. En la pieza, conocemos a estos ocho habitantes por los números de sus apartamentos. Son esos “personajes patéticos de nuestras ciudades, profundamente medicados”, como describe Monge, quienes se abren y confiesan una melancolía que no lograr comprender.
“Es de estas personas modernas que podemos ser cualquiera. A veces hablamos no para comunicarnos, sino para sacarnos de encima un montón de información”, dice Liubov Otto de su personaje, la 401.
En la obra, la acompañan Jonnie Obando, Antonio Rojas, María Chávez, Winston Washington, Laura Cordero, Arturo Campos y Amanda Rodríguez.
Para los actores, la exigencia física de una obra que incluye canto y baile es un desafío particular. “Venimos ensayando dos meses por lo menos cinco horas diarias. Para mí, es un montaje difícil en lo corporal”, dice Jonnie Obando, quien ha perdido 10 kilos durante la preparación.
“Te mojás, subís gradas, bajás, corrés, bailás. Como cantante y actor, es enriquecedor poner tus talentos al servicio de un espectáculo multidisciplinario”, agrega.
Como explica Monge, su dirección de los actores trató de llegar a la sensación de melancolía a través de un camino físico. En este proceso, el artista visual y coreógrafo Christopher Unpezverde Núñez les aportó a los actores técnicas de movimiento, expresión corporal y danza.
“En 15 años de hacer coreografía, nunca había trabajado con actores. Fue un proceso muy rico porque fue un redescubrimiento de la danza por mi parte y un descubrimiento para ellos”, dice Núñez.
Así, con técnicas de alargamiento, giros y saltos, los actores se mueven por un escenario que los reta con sus texturas metálicas, gradas y con un elemento envolvente: el agua.
“Es una escenografía que llora”, añade la diseñadora Mariela Richmond. Puertas que se abren, superficies translúcidas y metales integra, junto con la iluminación de Rafa Ávalos, un mundo escénico que expresa la situación interna de sus habitantes.
“Los lugares políticos, poéticos, sociales y estéticos de la obra han sido tejidos en acuerdo entre todos”, dice Monge, quien se describe como “editor” o “moderador”.
Juntos y en silencio, los personajes buscan también su hilo común a través de la tristeza.
En escena. El estreno de Desaire de elevadores se realizará este jueves. Estará en escena del 13 de noviembre al 7 de diciembre, en el Teatro de la Aduana (Antigua Aduana, San José). Las entradas tendrán un valor de ¢5.000 en general y ¢2.500, para ciudadanos de oro y estudiantes con carné. Teléfono 2257-8305.