Al margen de la edad que tengamos, los montajes orientados al público familiar destacan por su capacidad de recordarnos el potencial de la imaginación y el juego para enfrentar los dilemas de la existencia. En Niña Bosque, estos recursos funcionan para escenificar un tema complejo: los riesgos que enfrenta la niñez a causa de las conductas predatorias de muchos adultos.
Asistimos a la historia de Niña Bosque, una criatura fantástica que protagoniza un juego electrónico con su mismo nombre. Algunos cambios en su temperamento sugieren la llegada de la pubertad. En el universo del juego, las niñas viven en peligro por el acoso de un ente maligno que les roba la energía y la inocencia. Para lograr su objetivo, el monstruo se vale de simpáticos secuaces que conquistan a sus víctimas con mentiras.
La obra no necesita ser explícita a fin de dejar en claro su temática. De hecho, el énfasis pedagógico recae en la sugerencia reiterada de mantener abierta la comunicación con familiares y amistades de absoluta confianza. La estrategia de construir redes de apoyo basadas en la escucha y el acompañamiento de la persona menor es la principal moraleja de la anécdota.
El mundo de Niña Bosque está lleno de sorpresas para la audiencia. La continua aparición de nuevos personajes refresca la trama, seduce por la factura de los títeres y divierte por las salidas humorísticos de seres con identidades claramente diferenciadas. Esta riqueza visual se extiende a los giros de la banda sonora y a las modificaciones en la configuración de la escenografía y la luz.
Gracias al diseño de la plástica escénica y la vitalidad de los títeres, el espectáculo se transforma en una maquinaria que logra la plena atención del público, sobre todo, el de la exigente audiencia infantil. Los menores no cesaron de comentar los detalles que, en simultáneo, atrapaban sus sentidos. En sus gestos espontáneos se verifica la eficacia de la propuesta.
El trabajo del equipo de titiriteros –en tanto despliegue técnico– también resultó llamativo de observar. El trío evidenció dominio en la manipulación directa e indirecta de muñecos de tamaños variables y de un par de mojigangas. En este caso, la técnica se vuelve expresión artística, no solo por la “vida” que adquieren los títeres, sino por las dinámicas corporales de sus operadores.
Con Niña Bosque y, antes, con Príncipe y Príncipe, la Compañía Nacional de Teatro reafirma su interés de ampliar la oferta escénica destinada al público familiar. Lo notable aquí es la apuesta por temas que podrían considerarse –desde una perspectiva conservadora– inapropiados para la infancia. La visión crítica de muchos grupos independientes y el respaldo del ámbito institucional convergen para generar proyectos atractivos en su forma y desafiantes por su fondo.
En esta feliz colaboración, se forjan nuevas generaciones de espectadores que percibirán el teatro como un interlocutor válido para imaginar la vida desde lugares insospechados y no como un entretenimiento más. Asumir riesgos, de manera responsable en lo artístico y en lo ideológico, es una clave. Sostenerlos en el tiempo seguirá siendo el reto fundamental.
Ficha artística
Dramaturgia y dirección: Mariano Madriz
Titiriteros: Daniela Herrera, Ilse Faith, Mariano Madriz
Confección de títeres: Colectivo el Queso Teatro de Títeres
Diseño de escenografía: Mariano Madriz
Diseño de vestuario: Ana Libe Díaz
Composición musical: Walter Torres, Alejandro Leandro
Diseño de iluminación: Armando Solano
Diseño gráfico: Andrea Espinoza
Coproducción: Colectivo el Queso Teatro de Títeres y Compañía Nacional de Teatro (CNT)
Fotografía: Ilse Faith
Espacio: Teatro 1887 - CENAC
Fecha: 9 de septiembre de 2018
Proyecto ganador de las Producciones concertadas de la CNT