Como obra teatral, Woyzeck quedó inconclusa al morir el autor, el dramaturgo y escritor alemán Georg Büchner (1813-1837). No obstante, Woyzeck se cuenta entre los clásicos del teatro moderno alemán y universal y, por su estructura, temática y percepción psicológica, anticipó la estética expresionista que marcó de manera significativa el desarrollo del teatro del siglo XX, influencia que se extiende aún hasta hoy.
Estructura. El texto de Woyzeck está formado por una secuencia de fragmentos dramáticos, breves escenas aisladas, incompletas en sí mismas, pero que producen un efecto acumulativo total según desenvuelven la trama, van configurando los personajes y estableciendo sus relaciones.
Esta composición episódica de la acción dramática en Woyzeck es un aporte propio de Georg Büchner, un novel recurso en la narrativa escénica aprovechado por el teatro épico de Bertolt Brecht y por otros importantes dramaturgos contemporáneos en sus piezas.
Los hechos. Los fragmentos dramáticos que componen Woyzeck se basan en un crimen verídico: el asesinato de su concubina por Franz Woyzeck, un joven soldado raso de condición humilde. En su tiempo, se discutió sobre si el asesino tenía una responsabilidad disminuida porque, a causa de su estado mental, quizá carecía de consciencia plena del acto, pero finalmente fue condenado a muerte y decapitado.
En los fragmentos dramáticos, Büchner se sirvió de los hechos reales y los cuestionamientos que suscitaron para escudriñar las circunstancias y motivaciones que indujeron al protagonista epónimo a cometer el crimen.
La obra a menudo se interpreta como denuncia de los efectos deshumanizadores que el contexto social ejerce sobre la conducta de un hombre iletrado y de clase humilde sometido a desdén y vejámenes por sus superiores jerárquicos.
Versión. Directores teatrales, editores literarios, filólogos y traductores han establecido distintas versiones para el ordenamiento de la secuencia de los fragmentos.
El montaje dirigido por Carlos Salazar para el Teatro Universitario (TU), estrenado en fecha reciente, presentó una selección de escenas con una duración de alrededor de 70 minutos.
Woyzeck es un drama esencialmente humano; los conflictos son reconocibles de inmediato para el espectador común; la estructura episódica mantiene clara la trama y las connotaciones simbólicas son descifrables; los personajes se sienten creíbles: son seres de carne y hueso.
En unas fatuas notas al programa de mano, redactadas como una presunta carta que envía al personaje epónimo, Carlos Salazar pretende que la suya es una visión propia, personal, “mi visión”, de la historia que la obra cuenta.
Esta su “visión” consistió, máxime, en haber trocado los personajes del drama en remedos de saltimbanquis, con atavíos extravagantes o, a veces, semidesnudos; en el empleo de un estilo de actuación estrafalario, basado en un histrionismo superficial y paródico, sin verdadero sustento actoral, un inconveniente agravado por la introducción antojadiza de elementos dispares ajenos a la acción; en suma, una escenificación confusa y pretenciosa, que despojó a la obra de Buchner de la empatía que la cruel y dolida humanidad de las figuras del drama provoca en el ánimo del público.
Por lo demás, con excepción de Michael Morales en el papel principal, el resto del elenco no mostró mayor plante o pericia escénica y en todos era notable la ausencia de voces que resuenen y agraden al oído, como exige el arte teatral; con pocas excepciones, este es un defecto endémico sobre las tablas costarricenses que las escuelas de teatro no han podido solventar.
La mayoría de los montajes del TU se mantienen en cartelera gracias al público cautivo formado por los estudiantes de primer ingreso a la universidad, a quienes se les asigna la asistencia obligada.
Tal vez no sea el tipo de “apropiación posmoderna” de un clásico reconocido que Carlos Salazar propone la mejor manera de despertar afición por el teatro en los jóvenes, en su mayoría ayunos de contacto previo con las artes dramáticas y, por supuesto, con la obra original.
Como fuere, al final del montaje de Woyzeck , en cartelera en la sala nueva del Teatro Universitario, me pareció que los aplausos se oyeron apenas tibios y corteses. Los míos, ni eso.