Crítica de teatro: ‘La balada de los moluscos’, cuando morir es un deseo

La obra resultó ganadora del Concurso Nacional de Dramaturgia

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Alejandro es un colegial que intenta suicidarse. Su esfuerzo, apenas fallido, lo sume en un coma profundo y atrapa su consciencia en una especie de limbo entre la vida y la muerte. Desde allí, observa el sufrimiento de sus seres queridos y repasa las heridas afectivas que lo llevaron a esa terrible decisión. Alrededor de esta tragedia individual, Costa Rica se cae a pedazos, producto de un cataclismo volcánico.

La balada de los moluscos es un espectáculo doloroso por su capacidad de sacar el suicidio adolescente del ámbito estadístico y transformarlo en la historia de un individuo reconocible, si pensamos en las personas jóvenes de nuestros entornos. El drama y la ficción científica se amarran en una propuesta sustentada en excelentes interpretaciones y un cuidadoso diseño de sus capas visuales y sonoras.

Javier Montenegro (Alejandro) asume, con propiedad, las tareas de narrador y protagonista. Su trabajo abarca desde la más elemental presencia de un cuerpo tendido en una cama hasta el desenfreno físico y psicológico de un joven rebasado por sus emociones más oscuras. En medio de estos extremos, Montenegro construye pasajes de enorme lirismo y honestidad interpretativa.

Los personajes de Ana Ulate, Miriam Calderón y Lulú Garita cargan, además de sus propios conflictos, con la responsabilidad de hacer creíble la debacle apocalíptica que se cierne sobre el país. Sus reacciones precisas consiguen trasladar el caótico afuera hacia un doble adentro, a saber, el de la habitación donde ocurren los sucesos principales y el de ellas mismas, en tanto familiares cercanos de Alejandro o de Jesús, su padre ausente.

El espacio, caracterizado al inicio como un sencillo cuarto de hospital, evoluciona hasta volverse caja de resonancia de todas las tragedias personales y globales que convergen allí. El uso de humo, proyecciones de video y efectos sonoros de volumen alto lo vuelve intolerable. Sin lugar para escapar, el público es arrinconado por la saturación de estímulos, al punto de intercambiar su condición de espectador por la de víctima colateral.

Estas atmósferas asfixiantes desembocan en la escena de la caminata espacial de Alejandro. La subrayo como ejemplo del óptimo enlace entre una dramaturgia inteligente, un esmerado equipo de diseño escénico y una dirección que empuja estos esfuerzos hacia su más refinada teatralidad. En dicha sinergia, el trabajo de cada integrante del proyecto seduce y sacude.

La balada de los moluscos no deja dudas sobre la pericia dramatúrgica de Bryan Vindas. Su fortaleza como tramador de historias se complementa con una sólida factura de personajes y un consistente manejo de las ideas que guían su escritura. En este caso, nos referimos a conceptos como la locura, la amenaza o el miedo que están presentes en cada situación, diálogo y subtexto de los personajes.

El mayor mérito de Vindas, en complicidad con la directora Gladys Alzate, es el de haber asumido el reto de abordar el tema del suicidio adolescente al margen de poses moralizantes o condenatorias. Sin embargo, sí son enfáticos al señalar las traiciones afectivas de los seres queridos como una, entre muchas causas, que debería llamar a la reflexión.

FICHA ARTÍSTICA

Dirección: Gladys Alzate

Dramaturgia: Bryan Vindas

Actuación: Javier Montenegro (Alejandro), Ana Ulate (Abuela Epifanía), Miriam Calderón (Carmen), María Luisa Garita (Dolores), Uri Izrael (Hombre con linterna)

Asistencia de dirección: Daniela Valenciano

Diseño de escenografía: Francesco Bracci

Realización de escenografía: Johnatan Mena, Dennis Mena, Joan Villaperros

Diseño de vestuario y utilería: Michelle Canales

Confección de vestuario: John Napoleón, Hilda Porras, Teresita Barquero

Realización del astronauta: Lourdes Mora (traje), Jermán Catalán (casco), Michelle Canales (accesorios)

Realización de utilería: Michelle Canales, Jermán Catalán

Maquillaje: Priscilla McGuinness

Diseño de luces: David Rojas

Videomapping: Norman “Tito” Fuentes

Banda sonora: José Manuel Conejo

Coreografía: Pablo Caravaca

Fotografía y diseño gráfico: Ana Mariela Rodríguez

Producción: Sofía Rodríguez Montero

Espacio: Teatro Vargas Calvo

Fecha: 12 de octubre del 2019